En cualquier manifestación por la educación a la que hayamos ido, seguramente, habremos oído algo parecido a “los ricos/las empresas nos están robando la educación pública”, incluso más de una vez se habrá usado esa expresión en algún artículo en este mismo medio.

Ahora bien, detengámonos a reflexionar sobre esta afirmación, ¿realmente nos están robando la educación? ¿qué papel cumple la educación en nuestro sistema y ha cumplido siempre? Partamos de una idea: el estado sirve a los intereses de los empresarios. Así pues, ¿por qué un estado que sirve a intereses de los ricos iba a destinar ni un solo euro a formar a los hijos de los trabajadores?

Se pueden dar dos respuestas y ambas serían correctas: por un lado la correlación de fuerzas entre los trabajadores y patronal -concretada en la enorme fuerza de los Partidos Comunistas y Sindicatos tras la II Guerra Mundial, así como en la existencia de un bloque socialista fuerte- el siglo pasado obligó a los segundos a ciertas concesiones que conformarían lo que se conoció en la Europa Occidental como Estado del Bienestar. No pretende este artículo negar la importancia de estas conquistas arrancadas al capitalismo, como puede ser que los hijos de los trabajadores podamos tener una educación básica.

Hoy en día se está promocionando la ideología del capitalismo verde, es decir, continuar con el mismo sistema económico y social, pero realizando reformas y cambios que se supone que salvarán el mundo y nuestra forma de vida. Sin embargo, esto sigue siendo el mismo cuento de siempre, porque lo que no se dice es que el capitalismo no es compatible con la naturaleza, y es que esto se ve con cosas como los incendios veraniegos en el Amazonas o los del África subsahariana. Y es que estos incendios, casualmente, le saldrán rentables a empresas cárnicas y de soja, porque el terreno que sea destruido por las llamas, será utilizado por esas empresas para ampliar su terreno y, así, sus ganancias.

Las distintas opresiones que se generan en una sociedad basada en la explotación no son algo meramente simbólico como algunos autores pretenden decir. Autores como Daniel Bernabé nos pueden hacer caer en la trampa. Autor que hace un llamamiento a la izquierda en abstracto para que haga un giro al obrerismo mientras va de la mano de partidos que niegan la lucha de clases. Alguien que equipara a Stalin con Hitler no es coherente que nos de lecciones a los y las comunistas.

El jueves 26 de septiembre tuvo lugar un nuevo encuentro de nuestra organización con la Juventud Comunista de Venezuela (JCV).

En él, hemos compartido experiencias de nuestras Juventudes y reafirmado nuestra visión totalmente coincidente en la caracterización actual del imperialismo y el desarrollo de la lucha de clases, marcada por la situación específica de Venezuela. También, hemos intercambiado los contextos en los que se desenvuelve la realidad diaria de la población obrera juvenil en España, caracterizada por una precariedad absoluta, la desmovilización popular o el auge de las posiciones reaccionarias y antiobreras en todo el espectro político.

Este lunes 11 de noviembre cumplieron doce años de que el joven antifascista Carlos Palomino fuera asesinado por el fascista Josué Estébanez en el metro de Legázpi. Este no fue un asesinato común, sino un asesinato político perpetrado por la parte más virulenta del capital. El asesinato de Carlos debe recordarnos que la lucha contra el capitalismo es a vida o muerte. La violencia capitalista se sirve de todas sus herramientas políticas y judiciales para reprimir al pueblo y proteger a la burguesía (ejército, policía, jueces, tribunales) y cuando estas son insuficientes se alía con los sectores burgueses más reaccionarios que sacan a sus mercenarios fascistas. El estado no está por encima de la lucha de clases y eso se expresa con acciones tan evidentes como su protección a los fascistas de Hogar Social Madrid (HSM) que con total impunidad estuvieron años ocupando un local en pleno centro de la capital del estado, a escasos metros del Tribunal Superior de Justicia y de la Audiencia Nacional. Mientras, por otro lado, esa mismas estructuras judiciales reprimen sin dudarlo a cualquier agrupación política o popular que ponga en entredicho los intereses de la burguesía española. El mejor ejemplo de esto lo estamos viendo de manera inequívoca estos días en Cataluña y fuera de ella, donde las movilizaciones en apoyo al derecho a la autodeterminación de los pueblos están encontrando una fuerte represión policial.

 

Sobran universitarios

En España existe un gran desajuste entre la educación y el sistema productivo. Prueba de ello es que en 2016 había 11 millones de titulados superiores para solo 6 millones de puestos de trabajo para ese nivel de formación1. Como consecuencia, un 30’5% de los titulados universitarios no ha conseguido un empleo acorde a su formación cuatro años después de terminar la carrera2. Según el Informe Infoempleo Adecco 2018, las ofertas de empleo que requerían un título de Formación Profesional (grado medio y superior) llegaron al 42’3%, superando por primera vez a las que requerían un grado universitario (38’5%). Es más, el Centro Europeo para el Desarrollo de la Formación Profesional (CEDEFOP) estima que en 2025 el 50% de los empleos ofertados en España corresponderá a cualificaciones intermedias y requerirán un mínimo de FP medio o superior; según la ministra de Educación y Formación Profesional, Isabel Celaá, “hoy en día, solo contamos con un 25% de profesionales con estos niveles de cualificación” (Ministerio de Educación y Formación Profesional, 2019).

Que el capitalismo genera destrucción y miseria es una realidad tan cierta que en ocasiones hasta se olvida. Y en ello, los medios de comunicación del capital juegan un rol destacado. Desde hace un par de años podemos observar un claro aumento de la atención que proporcionan los medios a este problema. En muchos casos, estas campañas de concienciación vienen firmadas directamente por grupos energéticos y multinacionales, como por ejemplo Endesa, Repsol o Acciona. Esta propaganda, además, suele destinarse fundamentalmente a los sectores más jóvenes de la población, cuyo ejemplo más claro es la aparición repentina de la joven sueca Greta Thunberg.

Esta situación, desde luego, no es algo fruto de la casualidad. Y es que, el capitalismo de verdad necesita conservar el planeta para continuar existiendo. La comunidad científica es clara al respecto y los datos la respaldan de manera contundente: el planeta tierra se encuentra al borde de un colapso ecológico; Calentamiento Global y Cambio Climático, pérdida de biodiversidad o deforestación son amenazas relativamente antiguas que ya son una realidad.

Hace unos días saltaba la noticia de estadounidenses diagnosticados de diabetus mellitus se han organizado para ir hacia Canadá a comprar insulina. El motivo no es otro que el precio de un envase de insulina: mientras en USA cuesta 340 dólares, son 30 en Canadá. La insulina es un medicamento que necesitan los diabéticos tanto de Tipo I como de Tipo II para regular la glucosa. Estamos hablando de un medicamento de uso diario, e incluso de varias ocasiones al día.

Durante los distintos reportajes y noticias de los medios de comunicación del Estado Español explican que esto se debe a que no hay limitaciones por parte del gobierno americano al precio de estos medicamentos. Pueden hacerlo, al fin y al cabo eso es el libre mercado. Eso es el capitalismo, que las grandes farmacéuticas puedan jugar con la vida de los pacientes diabéticos, al igual que con otras muchas patologías, porque el capitalismo no entiende de personas con necesidades, entiende de extraer el máximo beneficio.

Casi la mitad de los jóvenes de entre 15 y 24 años se declaran interesados por la política. Al menos así lo indica un informe reciente de la Fundación S.M. Sin embargo, ese dato no se traduce en una gran participación en la práctica. La juventud puede tener inclinaciones políticas, pero no las canaliza a través de los cauces que se empleaban en mayor medida por parte de las anteriores generaciones (grandes manifestaciones, sindicatos, el propio voto…) ni se involucra de manera militante, organizada. De hecho, datos de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) revelan que solo el 3,8% de los jóvenes ve útil pertenecer a un partido, mientras que un 73,3% afirma no pertenecer a ninguno ni tener intención de hacerlo. 

Existen multitud de factores que contribuyen a la desmovilización. Entre ellos, y quizá el más importante, la estructura laboral atomizada y caracterizada por la temporalidad a la que se tienen que enfrentar muchísimos jóvenes. Pero no parece descabellado pensar que la influencia de Internet y las nuevas tecnologías también tiene algo que ver en todo este asunto.

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