Cómo las derechas intentan desclasar a la clase obrera abduciéndola y alienándola.

Hay muchísimos ejemplos históricos de la afirmación antes señalada, no obstante el más actual, no el más genuino, es el sucedido el domingo 10 de febrero en la madrileña plaza de Colón, donde rememorando el viejo método franquista del autobús gratis y la consigna única, simplona y fascistoide, la derechona de múltiples caras y multifascistizada ha reunido miles de personas bajo la consigna de “Por una España Unida, elecciones ya”. Allí estuvieron presentes desde el PP hasta la criminal Falange, pasando por Ciudadanos, Vox y toda la pléyade de grupúsculos que tienen en su ADN el anticomunismo y el odio a la clase obrera.

Creemos que no le hubiera disgustado mucho su presencia al PSOE en este acto tan “unitario”, pues sus últimas tomas de decisiones respecto a Venezuela y al “Procés” pudieran interpretarse como actos dialécticamente asociados.

La unidad patria, la bandera de la España franquista e imperial, la unidad de destino en lo universal, el objetivo común histórico, la religión, la familia cristiana, el capitalismo “social”, la raza, son algunos de elementos ideológicos que sustentan a estos nuevos cruzados, dispuestos a reconquistar el solar patrio de las hordas rojas nacionales y extranjeras, destructoras de las esencias de la nación y que solo pueden conducir a la desaparición de la España profunda, la que según ellos, llevó la “cultura en todas sus formas” a esos “desarrapados e ignorantes” habitantes americanos.

Esta “reconquista patriótica” en clave franquista, dirigida por FAES en lo ideológico y político, se basa fundamentalmente en la necesidad del desclasamiento de la clase obrera y de los sectores populares, que son la inmensa mayoría de la población del Estado español. Por ello la necesaria y enorme campaña de intoxicación y manipulación ideológica respecto al tema del derecho a la autodeterminación de Cataluña ha alcanzado cuotas subliminales, dignas de Goebbels.

Como no pueden unir a su rebaño, de una manera natural, a la totalidad de la clase obrera, para la que la lucha de clases, a pesar de su debilidad interpretativa e instrumentalización reformista, sigue estando presente a diario de una manera brutal y despiadada, utilizan consignas de manual de psicología de masas del fascismo, dirigidas al subconsciente, a mentes prelógicas, a individuos colonizados culturalmente por la Iglesia Católica, a esa pequeña y mediana burguesía penetrada hasta el tuétano por el miedo económico y social, y a sectores populares marginales muy lumpemproletarizados.

Por ello los mass media, que son prácticamente todos, al servicio de esta causa llevan mucho tiempo aporreando la débil conciencia de clase de la los trabajadores con el ánimo de insuflarles ideología patriótica, es decir, fascistoide, con el objetivo de sustraerlos a la influencia de la ideología revolucionaria e incluirlos en la interclasista consigna de la unidad de España, es decir, de la unidad entre los explotadores y explotados, siempre en beneficio de los primeros, y en donde la bandera, la unidad territorial, los himnos militares o paramilitares, las fuerzas represivas, siempre a su servicio, sean los únicos elementos de referencia ideológica y política.

Es evidente, de una claridad meridiana, que la consigna de la unidad de España, en torno a una bandera, naturalmente de colores reaccionarios, y a la unidad de los contrarios, en torno al metafísico y reaccionario principio de la unidad de los explotadores y explotados, es un objetivo estratégico para intentar disputarle a la izquierda real las masas trabajadoras y populares, únicas capaces de definir de una manera determinante el cambio real al socialismo.

Por ello la consigna de la “Unidad de España”, por reiterada y perseverante que parezca, y por esperpénticos y reaccionarios que parezcan sus voceros e ideólogos, forma parte determinante de la batalla ideológica que las actuales fuerzas reaccionarias y profascistas mundiales están desarrollando contra las ideas del socialismo como única alternativa a su criminal capitalismo.

José María Lucas

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