París, 1900. Por primera vez en la historia a las mujeres se les permitía participar en los Juegos Olímpicos. Eso sí, en los deportes catalogados “femeninos” y bien tapaditas, no fuese a ser que distrajeran a algún hombretón que pasara por ahí. Hoy, 121 años más tarde, las mujeres cada vez estamos más presentes en el deporte de élite, profesional o aficionado, batiendo récords y demostrando que las mujeres somos imparables.

Y es que hemos podido ver en estos inéditos juegos olímpicos que han transcurrido en Tokio este año, marcados por la terrible pandemia que nos asola, que las deportistas han subido a lo más alto. Que son un ejemplo de fuerza física y mental, de empatía, de sacrificio y demuestra que impedir a una mujer hacer cualquier cosa por el hecho de ser mujer, no es sino un sacrilegio para nosotras mismas y para la humanidad en general, que se perdería la grandiosidad de nuestras aportaciones.

Por primera vez en la historia la participación femenina ha representado el 49% del total, acercándonos a la paridad. Mujeres como la venezolana Yulimar Rojas, que protagonizó dos hitos en su histórico camino por el oro de Tokio 2020, el primero para una atleta femenina de su país. Apenas con su primer salto, de 15,41 metros, superaba el record olímpico de la camerunesa Françoise Mbango-Etone de 15,39 en Beijing 2008 y en su último intento voló 17 centímetros más allá del récord de la ucraniana Inessa Kravets de 1995 dejándolo en 15.67 metros.

Hemos visto a las velocistas africanas y caribeñas batir records tras cada participación. Mujeres levantando pesos impensables para cualquier mortal, tirando martillos a más de 80 metros. Jugadoras de baloncesto que nada tienen que envidiar a sus homólogos masculinos, campeonas de atletismo como la estadounidense Allyson Felix que se convirtió en la mujer con más medallas olímpicas ganadas sobre una pista, pasa a la historia como la atleta olímpica estadounidense más condecorada en atletismo, superando las 10 medallas ganadas por Carl Lewis, la corredora californiana de 35 años consiguió su undécima medalla, en su participación en sus quintos Juegos. O nadadoras como Federica Pellegrini participando en una final olímpica por quinta vez consecutiva, un hito que hasta entonces solo tenía el nadador Maikel Phelps y que ahora comparten.

Emma McKeon de Australia también en natación ha logrado la hazaña de ganar siete medallas o más en la natación de unos Juegos Olímpicos, solo tres hombres lo habían conseguido, jamás una mujer había subido tantas veces al podio, ganó cuatro oros, dos de ellos con récord olímpico y dos con poco más de una hora de descanso; además de tres medallas de bronce. Así, se convirtió en una de las dos mujeres más laureadas en una sola olimpiada, junto a la gimnasta soviética Maria Gorokhovskaya, quien obtuvo siete medallas en Helsinki 1952.

Hemos podido ver como mujeres de países castigados por el imperialismo, como Palestina, con la corredora Hanna Barakat han defendido su lugar, con las dificultades con las que conviven diariamente, Y por supuesto, hemos visto como la aclamada Simon Biles protagonizaba millones de titulares no por sus medallas, aunque al final compitió y ganó una de bronce en la barra de equilibrio, sino al mostrarse humana y al reconocer y visibilizar que la salud mental es tanto o más importante que la física. Declaraciones ridiculizadas por algunos de los participantes, divos del deporte profesional, porque ya se sabe, “boys don’t cry”. No se puede negar la valentía y entereza que conlleva una declaración de ese calibre digna de reconocimiento y total respeto.

¿Que la perfección no existe? Esto ya lo rebatió hace 45 años la gimnasta Nadia Comaneci y ahora es otra niña de 14 años, la clavadista china Quan Hongchan hace lo propio. Su segundo y cuarto saltos de su rutina en la final de plataforma de 10 m fueron calificados por los siete jueces con la puntuación de 10. Y en el quinto recibió seis 10 y un 9.5. Aventajó por 40,8 puntos a la ganadora de la plata, su compatriota Chen Yuxi, y por 94,8 a la ocupante del tercer lugar, la australiana Melissa Wu.

Sifan Hassan, una niña refugiada etíope y nacionalizada como neerlandesa después de llegar a Países Bajos, se convirtió en Tokio en la primera atleta de la historia que no solo hace el doblete del fondo, los 5.000 m y los 10.000m en el mismo evento, la etíope Tirunesh Dibaba, lo había logrado en el Mundial de Helsinki 2005 y en los Juegos de Beijing 2008, sino que agregó una medalla en la tercera prueba lisa más larga de la pista, los 1.500 m.

La polaca Aleksandra Miroslaw en la nueva modalidad olímpica de escalada deportiva, estableció un nuevo récord mundial de velocidad, con 6,84 segundos.

Ahora bien, por desgracia no es medalla todo lo que reluce. El patriarcado continúa muy presente en todos los ámbitos de nuestra sociedad y el deporte no iba a ser una excepción. Las brechas persisten, la mayor brecha de género, en cualquier caso, se encuentra en las entrenadoras y las juezas de competición: según los datos del COI, en la últimas cuatro ediciones de los Juegos Olímpicos, incluyendo tanto los de verano como los de invierno las árbitras no alcanzaban ni siquiera un tercio del total, mientras que las entrenadoras no pasaban del 11%. En Tokyo 2020, no hubo ninguna mujer entrenadora de un equipo masculino en baloncesto, balonmano, fútbol, voleibol, hockey hierba ni rugby. Por el contrario, en baloncesto femenino, siete de los doce técnicos principales serán hombres y en balonmano femenino, serán once de doce hombres.

Otras brechas son la maternidad o la equipación. Numerosas deportistas han denunciado como han sido apartadas y repudiadas tras tomar la decisión de ser madres o no han podido dar la lactancia. Las jugadoras de balonmano playa de Noruega se negaron a participar con el ridículo y sexualizado uniforme que se les imponía a ellas y a la mayoría de mujeres participantes y fueron sancionados por ello. La tenista española Paula Badosa se convertía en los titulares de desinformación en la “novia de David Broncano” o “la admiradora de Nadal”, dejando de lado su existencia como deportista y persona. Ejemplos claros de que la posición de las mujeres en la sociedad puede mejorar, pero desde luego, la igualdad real está muy lejos de conseguirse.

Y por ese motivo las mujeres del mundo, deportistas o no, no dejaremos de luchar. Porque si en 121 años de olimpiadas, las mujeres son capaces de conquistar el Olimpo aún con las dificultades y trabas que nos encontramos, que no conseguiremos unidas para dar un buen golpe al patriarcado, al capitalismo y a todo sistema opresor que nos encontremos.

Alba AK y Tatiana Delgado

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