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El 4 de junio de 2021 España y Portugal presentaron oficialmente su candidatura conjunta para organizar el Campeonato Mundial de Fútbol de 2030, con la presencia de ambos Jefes de Estado, monarca y presidente, y los presidentes de ambos gobiernos socialdemócratas. Curiosamente, la misma candidatura ibérica ya había optado al Mundial de 2018 pero fue rechazada por la FIFA, que finalmente se decantó por Rusia. Hasta tal punto, y en tan solo una década, la irreversible crisis estructural del capitalismo internacional ha degradado la geopolítica del anunciado mundo multipolar en que el oportunismo había depositado todas sus esperanzas.

Confirmando los peores augurios, el pasado 5 de octubre se anunció oficialmente la incorporación de Ucrania a la candidatura de España y Portugal en un acto celebrado en la sede de la UEFA en Nyon (Suiza) en el que participaron los presidentes de las tres federaciones de fútbol. Su retórica grandilocuente fue la propia de unas marionetas que sólo anunciaban una decisión adoptada en las más altas esferas del Estado, monárquico y republicano, sus respectivos gobiernos “de izquierdas” y, sin duda, con el beneplácito de la OTAN y la UE.

La Real Federación Española de Fútbol publicó en su cuenta oficial de twitter: “España y Portugal incorporan a Ucrania en la candidatura para el Mundial 2030. El proyecto quiere lanzar a la sociedad un mensaje de esperanza a partir del poder transformador del fútbol”. Su presidente, Luis Rubiales, se atrevió a afirmar: “Estoy convencido de que en mi país, en España, tanto la familia del fútbol como toda la sociedad estará orgullosa del legado tan importante que esta candidatura deja para la Historia”.

Lo dice el mismo “prohombre de la paz mundial” que, a cambio de pingües beneficios empresariales y de sobresueldos en primera persona, en 2019 vendió la Supercopa de España por seis temporadas a Arabia Saudí, reconocido país por su “escrupuloso respeto” de los más elementales derechos humanos, soporte financiero del Estado Islámico (por cierto, junto a Qatar) principalmente en la guerra contra Siria, y que encabeza la coalición de países que desde 2015 masacra al pueblo de Yemen con el apoyo del mismo imperialismo occidental que promueve la guerra en Ucrania y le suministra armas, ¡cómo no!, en nombre de la paz y la soberanía.

Al parecer, a Ucrania se le reservaría la organización de uno de los grupos de la primera ronda clasificatoria. Más allá de las críticas futboleras recibidas por la lejanía geográfica, el supuesto perjuicio para las selecciones encuadradas en dicho grupo, o la pérdida de sede(s) que ello implica para España y/o Portugal, ya se han levantado voces en contra de una iniciativa descaradamente ventajista que se apoya en el dolor y la sangre que cualquier guerra provoca en los pueblos que la sufren.

Y es que esta candidatura, “europea” y no “ibérica” desde la inclusión de Ucrania como pomposamente nos recuerda Rubiales, cuenta con rivales: Argentina, Uruguay, Chile y Paraguay presentan candidatura sudamericana conjunta; se habla de otra conformada por ¡Arabia Saudí!, Grecia y Egipto; y la candidatura en solitario de Marruecos que, al parecer, se planteó que entrase en la de España y Portugal (¡uno ya no sabe qué es peor!) contando para ello con la aquiescencia de “nuestro” presidente del Gobierno. Seguramente pensó que la externalización de las masacres en la valla de Melilla bien vale la venta del pueblo saharaui o una candidatura conjunta con Marruecos.

Ya se sabe que “a río revuelto (de sangre, en este caso) ganancia de pescadores (léase instituciones del imperialismo)”: Según Andriy Pavelko, presidente de la federación ucraniana de fútbol, la incorporación de su país a la candidatura catapultará la integración de Ucrania en la UE como miembro de pleno derecho. Al fin y al cabo, de eso iba el golpe de Estado del Maidán que en 2014 derrocó al presidente Víktor Yanukóvich tras suspender la firma de un Acuerdo de Libre Comercio con la Unión Europea claramente perjudicial para los intereses del país. Por cierto, lo primero que hizo el presidente de la federación ucraniana fue situar en posiciones de guerra a la candidatura que le había acogido al comprometerla en la defensa de la integridad territorial y en el homenaje a las Fuerzas Armadas de Ucrania.

Para la UEFA, la inclusión de Ucrania como candidata refuerza su papel “solidario” de máximo órgano del fútbol europeo frente a la denuncia de monopolio realizada por la Superliga ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. La FIFA, por su parte, utilizaría la participación de Ucrania en la organización del Mundial 2030 como lavado de cara ante la comunidad internacional tras el bochorno del Mundial de Qatar. Toda una operación de “Ukrainewashing”.

El Naranjito, la cutre y casposa mascota del Mundial España’82, nació el 29 de mayo de 1979. Casi coincidiendo con su tercer cumpleaños, el 30 de mayo de 1982, sirvió de camuflaje a la entrada de España en la organización criminal OTAN, justo dos semanas antes de la inauguración del Mundial. Celebró su mayoría de edad con la Cumbre de la OTAN de Madrid en 1997 que, incumpliendo todos los acuerdos internacionales, decidió la expansión de la OTAN hacia el Este de Europa incluyendo la “formalización e intensificación de la asociación con Ucrania”. Durante esta Cumbre, contraviniendo la principal condición del Referéndum/Extorsión de 1986, España solicita su “plena participación” en la estructura militar integrada de la OTAN, que finalmente se produce el 1 de enero de 1999. Naranjito apenas cumplía los 20 años. Reconozcamos la coherencia de un Naranjito ya maduro cuyo espíritu, cuando se cumplen 40 años (¡en este país siempre son 40 cansinos años!) de aquel Mundial España’82, sin duda ha inspirado la decisión de incluir en la candidatura para el Mundial 2030 a una Ucrania que la OTAN ha conducido al matadero.

Los mismos promotores de esta “candidatura europea” reconocen que para 2030 probablemente Ucrania ya no se encuentre inmersa en la guerra, pero sí en proceso de reconstrucción. Uno se malicia que detrás de esta “solidaria” decisión, en el grupo de Ucrania lo que realmente se estén jugando no sean partidos clasificatorios sino jugosos contratos para la SEOPAN (Asociación de Empresas Constructoras y Concesionarias de Infraestructuras), en otras palabras: Abertis, Acciona, ACS, FCC, Ferrovial, Sacyr,... El imperialismo se empeña, de nuevo, en quitarle la razón al “Pelusa” y vuelve a manchar la pelota, esta vez con el ala, o mejor, la pata izquierda del capital.

José Barril

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