Las relaciones de clase no son únicamente un dato que se define por la relación de cada sujeto con los medios de producción, no. Son mucho más, de hecho ver solo números donde en realidad hay personas es el gran problema. Las prácticas sociales hacen que la clase social quede codificada, impresa, interiorizada e incorporada en la cultura, en la conducta, en la mentalidad y en nuestros sufridos cuerpos. La pertenencia a una clase social conlleva una esperanza de vida distinta, una salud distinta, un cuerpo distinto, una perspectiva de vivir distinta, y una manera de entender la cultura distinta. Todo ello es la base de esa alienación cosificadora que llamamos enajenación. Estar desposeídos de aquello que define nuestra existencia, esto es, de nuestro trabajo, nos ha puesto históricamente en esta inhumana y esquizofrénica forma de subsistencia, en la que por un lado somos una mercancía mientras que por otro soñamos formas de vida inalcanzables, vendemos nuestra vida a la par que compramos estilos de vida. Lo más real de nuestras vidas es la manera en que perdemos nuestro ser al producir, y lo más irreal de nuestras vidas es la manera que creemos ser al consumir.

Es un hecho claro y rotundo que tanto objetiva como subjetivamente el capitalismo nos exprime. Por un mísero salario sufrimos muchas horas delante del ordenador, o de pie reponiendo estanterías. Por horas no pagadas aguantamos atascos, o trenes de cercanías colapsados que llegan con retraso a diario. Y a la vez, nos hundimos en una espiral de obsesiones sobre la belleza, el éxito, la virilidad, viajar a otros países en vacaciones, ser madre, fitness, competitivos, etc. Nos bombardean desde la infancia con miles de imágenes de lo que debería ser una vida feliz, y si tu vida no es como en esas imágenes, entonces eres un fracasado. Que el capitalismo te vuelve loco, depresivo, esquizofrénico, está claro, pero ojo, también va renovando la oferta de estilos de vida que al consumirlos, también nos consumen. Va quemando sus cartuchos y cada vez te ofrece productos tan depurados y versátiles como baratos y eficientes. Ahora ya no te ofrece el mito de la clase media, ahora ha descubierto que la estigmatización también puede ser muy rentable. Es verdad que tampoco es precisamente nuevo, todo el diseño de la cultura juvenil que va desde el legendario rebelde sin causa de James Dean hasta la serie Euphoria, por poner algún ejemplo, convierten el estigma social, la inadaptación, el inconformismo, el deseo, las drogas, el miedo al futuro y el asco por el presente, en un fórmula infalible que no sólo naturaliza la fragilidad y neutraliza el espíritu combativo, además, logra invertir la causalidad, no es el capitalismo el culpable de tu depresión, es la depresión la que te hace echarle la culpa al capitalismo.

Ya se ha dicho muchas veces, el capitalismo puede enmascararse con todo, incluso con su negación, puede dáselas de ecológico, de solidario, de feminista, hacer camisetas con la cara del Che o venderte la receta para una buena salud mental. Hay que estar alegre, respirar hondo, enfocarse en lo positivo, con una buena actitud mejora la percepción de la situación y aumentan nuestras posibilidades de éxito, con empatía y pensamiento positivo hallaremos la estabilidad mental necesaria para resetearse y emprender. De repente el foco se desplaza y ya no es problemático el capitalismo, es tu propia subjetividad la que tienes que hacerte mirar. Como en un video de pantomima full, todo es patético hasta el absurdo, así, con humor, un poco de deporte, alimentación equilibrada y algo de vida social, el capitalismo vuelve a ser aceptable.

Eduardo Uvedoble

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