El proceso de concentración monopolística llegó a las embotelladoras en España del famoso refresco. De la fusión en febrero de 2013 de las 7 “begas” existentes que se repartían el territorio, nació un gigante que bajo la promesa de ser “la fabrica de la felicidad” controla el mercado nacional, portugués y andorrano, y pese a ser un negocio muy rentable inicia con el año lo que eufemísticamente denomina “ reorganización de su estructura”. Lo que viene a ser igual que el despido del 20 % de su plantilla (1200 trabajadores/as de un total de 5000), el cierre de 4 fábricas y la desaparición de unas cuantas delegaciones. Negocio sobre negocio para los oligarcas dueños del monopolio envasador de felicidad tras plantear un ERE por causas organizativas que, al amparo de las reformas laborales, le permite despedir con indemnizaciones mínimas. De paso, al colocar una propuesta miserablemente legal, presiona a la plantilla para que trague con males menores. Les coloca el bebedizo envenenado de unos cuantos días por encima de lo que marca la legislación, prejubilaciones (como se denomina a mandarte al paro si tienes cierta edad) y toda serie de señuelos, para que la clase obrera sumisamente acepte el objetivo patronal de cargar la crisis económica exclusivamente sobre sus espaldas. Esa es la práctica de la multinacional Coca-Cola (cierres, reducción de secciones y eliminación de organización sindical en sus fábricas) y así también sucede en Grecia. Como allí, ojalá que la respuesta sea de lucha frente a los ataques del capital.

 

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