Ayer jueves fallecía el enorme escritor colombiano Gabriel García Márquez, a la edad de 87 años. Para quienes nos hayamos en el campo de la revolución, el fallecimiento del que quedará como uno de los más grandes escritores de la historia, es un motivo de inmensa tristeza a la vez que de homenaje a toda su carrera. Hoy los comunistas de todo el mundo, igual que nosotros, entre apenados y orgullosos por su nombre, levantan alta la bandera de los cuentos de "Gabo", levantan alto la bandera roja que siempre representó al escritor y que hoy demuestra una vez más que no hay limite en todo el mundo para su enorme extensión y su profundo sentimiento.

El 31 de Marzo Gabriel García Márquez fue internado durante nueve días en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, debido a un cuadro de deshidratación, infección pulmonar y en vías urinarias. Gabo, como le llamaban cariñosamente sus amigos, sufría desde hacía dos años de una grave demencia senil que ha llevado a que en el día de ayer su corazón, después de 87 años latiendo, dejará de hacerlo para empezar a construir una leyenda de la escritura latinoamericana y revolucionaria.

Gabriel José García Márquez, Hijo de Gabriel Eligio García y Luisa Santiaga Márquez Iguarán, nació el 26 de marzo de 1927 en Aracataca, ubicado al norte de Colombia, en el municipio de Magdalena. Interesado desde muy joven en la literatura, el mismo nos relata en su autobiografía, "Vivir para Contarla": El vicio de leer lo que me cayera en las manos ocupaba mi tiempo libre y casi todo el de las clases. Podía recitar poemas completos del repertorio popular que entonces eran de uso corriente en Colombia, y los más hermosos del Siglo de Oro y el romanticismo españoles, muchos de ellos aprendidos en los mismos textos del colegio. Estos conocimientos extemporáneos a mi edad exasperaban a los maestros, pues cada vez que me hacían en clase alguna pregunta mortal les contestaba con una cita literaria o alguna idea libresca que ellos no estaban en condiciones de evaluar. (...) Leía en las clases, con el libro abierto sobre las rodillas, y con tal descaro que mi impunidad sólo parecía posible por la complicidad de los maestros. Lo único que no logré con mis marrullerías bien rimadas fue que me perdonaran la misa diaria a las siete de la mañana. Además de escribir mis bobadas, hacía de solista en el coro, dibujaba caricaturas de burla, recitaba poemas en las sesiones solemnes, y tantas cosas más fuera de horas y lugar, que nadie entendía a qué horas estudiaba. La razón era la más simple: no estudiaba.

Fue en la universidad donde decidió abandonar la carrera de Derecho para dedicarse plenamente a la literatura y al periodismo. Mientras trabajaba como reportero publicó su primer cuento, "La tercera resignación", publicado en el diario El Espectador, el 13 de septiembre de 1947. Hasta que en 1967 publicase su obra maestra: "Cien años de Soledad". Escribió otras obras como "El coronel no tiene quien le escriba" o "La hojarasca". Entre su bibliografía posterior a “Cien Años de Soledad” destacan: "El amor en los tiempos del cólera", "Crónica de una muerte anunciada" o "Memoria de mis putas tristes". Su trabajo en diarios se encuentra reunido en varios tomos en la serie Obra Periodística desde 1948 hasta 1984, divididos en Textos costeños, Entre cachacos, de Europa a América, Por la libre y Notas de prensa. Llegará en 1982 el anuncio del Premio Nobel de Literatura.

Serán muchos los que tras su muerte traten de revindicar su figura de manera informe, arranquen de ella lo que no les interesa o lo presenten como una mera anécdota de controversia dentro de la carrera y obra del escritor. Más por mucho que su silencio trate de ocultarlo, los comunistas haremos honor siempre a la totalidad del pensamiento del hijo ilustre de Macondo, su amistad indestructible con el comandante y camarada Fidel Castro, su profunda solidaridad con la revolución y el socialismo Cubano, su convicción profunda de que "El socialismo es el futuro inmediato de la humanidad".

Nos deja uno de los miembros más destacados del Boom hispanoamericano, el padre más fiel del realismo mágico, ese realismo que supo saltar por encima de las estructuras enquistadas del viejo realismo para definir en toda su complejidad las experiencias del hombre frente a la realidad, la complejidad histórica del pueblo americano y la defensa revolucionaria de sus raíces para la conquista de una nueva sociedad. Miles de lectores que se han estremecido con las fantásticas líneas de Cien Años de Soledad, llorarán hoy su muerte a lo largo y ancho del mundo, mas los cuentos, novelas y crónicas de Gabo no fueron escritos para quedar en el olvido, tampoco para ser llorados, sino para que hoy seamos capaces de recoger el testigo que él dejo prendido de la palabra de sus personajes para recuperarlo bien en la literatura, bien en mitad de la lucha por el futuro inmediato de la humanidad.

Javier Martín

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