Hace cuatro años, cuando empezamos a salir del ciclo anterior de la crisis, fui al cine a ver una película de Ken Loach, “Yo, Daniel Blake.” Trata de un trabajador enfermo al que le obligan a incorporase a su puesto o perder las prestaciones, pero sobre todo trata de la perversidad del sistema capitalista. La administración en lugar de ayudar a las personas, pone impedimentos para solucionar los problemas, desde la burocracia y el vuelva usted mañana, a la comunicación, forzando al uso de Internet y citas previas con las dificultades que ello conlleva para muchas personas.

El 29 de octubre la ministra de educación Isabel Celaá publicó un tweet donde se vanagloriaba de la “cooperación público-privada” en la provisión de servicios educativos. En otras palabras, del acuerdo conseguido con Google. En otras palabras, el gobierno de España ha destinado 220'9 millones de euros, financiados en parte por fondos europeos, para “dotar de conectividad a internet de banda ancha ultrarrápida y redes internas de comunicaciones a 320 sedes educativas de primaria, secundaria y educación especial”. O sea, el gobierno financia internet para “conectar escuelas” pero son las corporaciones privadas las que proporcionan, monitorizan y gestionan el software necesario para que las escuelas se conecten.

 

Una pandemia recorre el mundo y no es únicamente la del coronavirus. La violencia patriarcal que humilla, insulta, lesiona y en último estadio asesina abunda y campa a sus anchas por todo el mundo. Por eso, este 25 de noviembre, seguiremos con la lucha contra la Violencia de Género.

Y acercándonos a este día es necesario recordar muchas cosas. Es necesario recordar que la violencia contra la mujer tiene muchas formas. Se da en el ámbito laboral, siendo las mujeres las que más padecemos acoso tanto sexual como laboral y las que cobramos menos por el mismo trabajo. Se da en las relaciones de trata, donde las mujeres son prácticamente secuestradas y obligadas a prostituirse para pagar deudas generadas por los propios traficantes y que nunca acaban. Se da en la prostitución, donde las condiciones devastadoras en las que nos sumerge el capitalismo acaban obligando a las mujeres a mercantilizar su cuerpo para sobrevivir. Se da en los piropos, insultos y vejaciones que las mujeres tenemos que soportar a lo largo de nuestra vida, que nos recuerda que no somos más que objetos de satisfacción. Se da en las violaciones que padecen muchas mujeres, que terminan incluso sin castigo penal ninguno para los agresores. Se da, por supuesto, en el ámbito familiar, donde familiares agreden y matan a cónyuges o excónyuges. Y así, un largo etcétera de despreciables situaciones en las que las mujeres somos lesionadas en muchos aspectos.

 

Desde el mes de julio hasta hora, entre las páginas de los periódicos se ha ido documentando la evolución de un conflicto que pese a no ocupar portadas, resulta de vital importancia y más en el contexto mundial en el que vivimos.

Este no es otro que las protestas de los MIR (Médico Interno Residente), jóvenes, en su mayoría que estaban en proceso de formación, fueron llamados a primera línea durante los peores momentos de la pandemia arriesgando entre muchas cosas su salud. Estos han visto como sobre ellos y ellas recaía una carga de trabajo muy por encima de sus posibilidades, y pese a ello, siempre demostrando una gran implicación y entrega con sus pacientes.

Nuevamente la comedia de las elecciones en EEUU ha mostrado la verdadera faz de la primera potencia imperialista del planeta. Lo acontecido en esta “novela por entregas” ya lo conocíamos; son un plagio de otros de su misma especie que llegaron a configurar un país a través de la ambición, del individualismo, del consumismo, de la utilización de la fuerza, del militarismo, de las guerras, de la especulación, de la corrupción, del asesinato, de la imposición, de la ocupación, de la mentira, del oportunismo miserable, de la amenaza a la divergencia, del racismo, de la homofobia, del machismo, de la xenofobia, es decir, de una sociedad putrefacta en sus raíces y violenta desde sus orígenes que ha generado muerte, hambre, miseria, desnutrición, destrucciones, migraciones, discriminación, sufrimientos… etc, a su propia población y a los pueblos del planeta, más allá de la propaganda oficial burguesa. En resumidas cuentas, hemos asistido a otra manifestación elocuente de la descomposición y degeneración del capitalismo, sumido en crisis general.

Al comienzo de la denominada segunda ola de la Covid-19, el Gobierno de España presentó el “Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la Economía Española” y lo hizo a través de videoconferencia ante los embajadores de los países miembros de la Unión Europea (U.E.), altos directivos de empresas del IBEX-35 y los denominados agentes sociales (es decir, los secretarios generales de los sindicatos estatales mayoritarios). Por lo tanto, el foro ante el que se presentó este plan, consecuencia de la necesidad de aportar a la U.E. un programa que concrete las inversiones que acogerán los 72.000 millones de euros de ayudas directas que el Consejo de Europa concedió a España en julio de este año, es muy clarificador acerca de cuáles han sido, son y serán las prioridades del gobierno socialdemócrata de coalición PSOE-Unidas Podemos en la gestión y la adopción de medidas para atajar las consecuencias derivadas de la pandemia.

El hecho de que se cumplan 103 años desde que triunfó la Revolución Socialista de Octubre en Rusia es un buen motivo para continuar reflexionando sobre ella y a la vez, sacar las mejores conclusiones y análisis que nos permitan, en la actualidad y en el capitalismo del siglo XXI, seguir con el compromiso de organizar otra revolución socialista.

Mucho se ha escrito y reflexionado en los materiales formativo y de propaganda del partido acerca de este episodio histórico de gran relevancia para los revolucionarios y revolucionarias del mundo. Recordemos que estos materiales sobre el análisis de la Revolución Rusa sirvieron como detonante de un enfrentamiento de interpretaciones en el seno del movimiento comunista internacional que dio origen a (o más bien, fue la expresión de) una profunda división en torno a cuestiones no sólo ideológicas, sino también a cuestiones organizativas, políticas, tácticas y hasta morales en el seno del movimiento comunista. Por tanto, no estamos hablando tan solo de un hecho histórico, datado en el pasado y sin influencia en el presente; estamos ante un problema, una interpretación que tiene que ver con la lucha de clases del presente.

Remontarse a los años de aprobación de un proyecto como Castor es irse al Gobierno de Zapatero y su ministro de industria Miguel Sebastián.

Obra faraónica donde las hubiera, consistía en hacer un depósito artificial de gas natural en el mar frente a Castellón y Tarragona, aprovechando un antiguo yacimiento petrolífero agotado en los años 70. El fin, mejor no pensarlo, era crear un depósito de reserva para suministrar gas durante 50 días en caso de escasez o cese de importaciones. Se me ocurren un montón de improperios, pero seré políticamente correcto, un almacén para especular con el precio del gas, ni más ni menos, puesto que la propiedad era de una empresa participada por ACS (la del Florentino) en un 66,67%.

Pretendiendo abordar con rigor el análisis de la realidad de la formación social española, es común encontrarse a diario con los más diversos análisis que se limitan a presentar fotografías parciales de una realidad inabarcable sin el prisma totalizador de una interpretación fundamentada en el rigor científico del materialismo histórico. Aportan datos y elaboraciones teóricas de más o menos calidad, pero sin extraer conclusiones prácticas posibles para la transformación de la realidad, o sin vincular los efectos con las causas que las provocan. Estadística pura y dura e idealismo caritativo o disfrazado de barricada 2.0, pero en cualquier caso intrascendente y estéril para la transformación hacia un modelo más justo, equitativo y solidario de esta sociedad que algunos dicen denunciar.

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