La visión  panorámica hispánica de los viajeros románticos decimonónicos, desde Chateaubriand,  Merimée, Gauthier nos ofrece imágenes a veces costumbristas, a veces exóticas, al igual que los retratos de Glynka y los Caprichos de Korsakov.

Eherenburg, el periodista soviético, que llegó a ser  corresponsal de guerra, había visitado España, llegando a escudriñar con sus descripciones literarias,instantáneas sorprendentes. Aplica las técnicas de angulosas ráfagas, el picado y contrapicado de las mejores tomas del extraordinario elenco fotográfico del mejor Rodchenco, las argucias propias de las mejores peripecias de cámara oculta y montajes del celuloide de Vertov, que representaron las primeras  grandes innovaciones en la historia.

 El autor del libro del que trataremos en esta ocasión,  había aprendido de todo el arsenal filmográfico soviético de la experimentación vanguardista  que supuso uno de los grandes saltos de pértiga en la historia de la cinematografía. Capta a través de lúcidos sintagmas las paradojas y los claroscuros en contrastes espasmódicos y sarcásticos trallazos. Contrapone los primeros rascacielos de Madrid a la vastedad desértica castellana y los cabalgadores quijotescos en asno. Al igual que Buñuel,le dedica un capítulo a Las Hurdes. Recopila infinidad de captaciones documentadas, testimonios alucinantes desde los habitáculos subterráneos de Guadix al discípulo bakuninista que conoció en  Fernán Núñez. El reportaje, la crónica se convierten en excelentes páginas literarias. Todo ello podemos desempolvarlo en el libro que con ironía titula “España, república de trabajadores” y cuyas últimas anotaciones datan de enero de 1932.

EHRENBURG. ESPAÑA: REPÚBLICA DE TRABAJADORES. EDITORIAL CRITICA. BARCELONA. 1976

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