Ha pasado ya tiempo suficiente. Hemos hecho la cala a la familia real y no podemos por menos que dedicar unas palabritas de muy exclusivo y expresivo gusto a toda la parentela y muy especialmente a Doña Letizia, a la que nunca hemos concedido el favorcete de hacer un hueco en esta modesta columna, aunque  sabemos que se le hace la boca agua por aparecer en el Unidad y Lucha.

 

La reina está mucho más retrechera y tiene la mirada mucho más centelleante desde que ha probado en posaderas propias el sillón del trono y desde que los eméritos monarcas se jubilaron, que los suegros tardaron mucho en desensillar y  tenían muy pero que muy malísima  sombra.

No vamos a hacer referencia al capítulo relativo a las intimidades de Juan Carlos I para que nadie nos tache de deslenguados, pero si nos fiamos de lo que se cuenta en un libro que se ha publicado recientemente  sobre “su egregia majestad” hemos tenido suerte quitándonoslo de encima porque era una pieza de la que había que prevenirse, menos mal que el tío se piró a vivir su segunda juventud; rutas gastronómicas,  partidos, carreras de fórmula 1, visitas a colegas,  en fin,  turismo pero del caro. Doña Sofía es otra cosa, ella es más de actos oficiales y sigue desenvolviéndose  con absoluta normalidad entre los ricos, la pobre ha tenido que pasar lo suyo y tragárselas dobladas cuando  el regio  consorte  la hacía creer que tenía destreza y tiempo libre para dedicarse a la caza mayor; leopardas, tigres, elefantes y el muy embustero la engañaba porque lo suyo era la caza de madriguera; conejos, zorras y liebres… así que la de Grecia, para justificar el sueldo que va a cargo de los presupuestos, de tarde en tarde, le hace algún “mandao”  a Don Felipe y en cuanto acaba la faena se va a Ginebra “en ca la imputada”, que está más sola que la una....

De Felipe VI no haremos mención por ser ésta una cuestión secundaria.

Lo que nosotros queremos es  hablar del presente y es que no podemos pasar por alto el extraordinario cambio que se ha dado en la familia real. Ahora, resulta verdaderamente encantador ver la cara de la monarquía.

Si ustedes hubieran reparado bien, seguramente se darían cuenta de que Doña Letizia lleva una meletina “bob”. No se empeñen ustedes en añadir vocales al término que el inglés no admite tonterías. La cosa es que como “nuestros reyes” no quieren hacer dispendios, en un arrebato de contención, para dejar patente su intención de ayudar a los españoles a sobrellevar las cargas sociales, la reina, se rebeló contra las reglas y prescripciones de las familias reales europeas y para dejar constancia de que es una mujer asequible y  monda y lironda,  se colocó su propia tiara, una tiara sencillita, de más de 450 diamantes que dejó obnubilada a la realeza europea. Máxima Zorreguieta, que va siempre tan encapsulada, miraba a la nuestra con una tirria y una envidieja más mala que mala... y andaba de corrillo en corrillo  comentando… “hay que ver que tiara más sencilla lleva la española, no sé cómo se atreve a sacarla a la luz pública…”.  Ya saben ustedes la mala idea que tienen  las monarquías europeas, pero se joden que nuestra tiara fue una ganga,  nos salió sólo por 50.000 euros.

Y tenían que haber visto a Doña Letizia en la primera comunión de la princesita de Asturias, que hay que decir con harta y sobrada razón, hizo la primera comunión como una colegiala más, ¿no es ése un gesto de inenarrable campechanería el que Leonorcita haga la comunión como una colegiala siendo la criatura una  universitaria? Hombre, por Dios, si es que iba la infeliz como una pordiosera de puro sencillita… ¿existe menor pompa que colocarle una corbata a una niña el día de la primera comunión? Eso es un crimen que la historia dejará impune...

Aunque, ojo al dato, la  más admirable y prodigiosa muestra de la naturalidad, la prueba más palmaria y fehaciente de que en la familia real no hay envaramiento, ni encopetamiento, ni altivez, ni fanfarronería, ni ná es ver a la Doña Letizia tomando cacharros por Malasaña, ahí sí que la soberana tócanos el corazón… qué digo el corazón... tócanos los mismísimos “instintinos”…

Habrá quien diga... ¡qué bonito... la Reina tomando cacharros! Y una vez más nos   toca a nosotros salir al trapo,  porque… no pretenderán que Su Majestad se ponga ciega a vinos fermentosos como si no hubiera un mañana... o se ponga a ingurgitar cazalla de elaboración casera…  ¡Un poquito de comprensión y un poquito de cordura! a ver si vamos a descargar nuestras vehemencias por  media docena de cubatas  y no se percatan ni perciben  ustedes  los enormes  rasgos filantrópicos de la ejemplar familia...

Telva Mieres

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