Las cenizas de Gades descansan hoy en los predios del Mausoleo a los héroes del Segundo Frente Frank País García, muy cerca de donde se ha sembrado a la inolvidable Vilma Espín. Está allí, en tierra agradecida, bailando su incierta muerte, donde reposan los grandes
Cuando nadie había advertido aún que dentro de él vivía el embrión de una estrella, Antonio Esteve Ródenas –conocido mundialmente como Antonio Gades– era ya un hombre de bien.
A ser íntegro aprendió desde pequeño y a ello contribuyeron ejemplos y rumbos asumidos por los suyos. Un padre que abandonó el hogar para limpiar de fascistas su tierra le dejó bien claro lo que es preciso hacer para combatir las vilezas del mundo.
Porque trabajó duro por el sustento familiar; porque quiso estudiar, pero le fue negado; porque otras batallas, largamente soñadas, se le frustraron debido a su suerte proletaria; porque halló en su noble camino la palabra sabia capaz de despertarle los instintos cadenciosos; porque no desdeñó la fuerza de las bellas letras, porque la cultura de su pueblo se le hizo urgencia, Antonio Gades supo desde siempre de qué lado estaban las causas justas.
Las tablas del orbe conocieron de su arte, despertado con ternura en la lejana adolescencia, cuando una humilde escuelita de baile flamenco lo acogiera, y el torbellino de la danza española se le alojó en el cuerpo. La estrella abrió sus puntas y el brillo fue desde entonces inapagable.
Bailó Gades por décadas con el alma a cuestas y fue coreógrafo diestro. Creó y dirigió el Ballet Nacional Español. Fundó su propia compañía. Actuó en el cine en Bodas de sangre, Carmen y El amor brujo. Albergaba la esperanza de montar –no por gusto– Don Quijote.
Pensó como marxista y militó en el Partido Comunista de los Pueblos de España, y en el nuestro, el Partido Comunista de Cuba. Un gran amor por la Isla, nacido de la admiración a Fidel Castro y al proceso revolucionario iniciado por el líder de la Revolución, fueron razones para no desentenderse de los destinos del pueblo cubano. «Cuba no es una simple aventura. Es el puerto de mi vida», dijo con arrojo en una entrevista.
Alfredo Guevara, Alicia Alonso y Fidel le fueron entrañables. Aquel le tendió el puente a la Isla; la Prima Ballerina Assoluta lo cobijó y emprendieron juntos hermosos proyectos. El Comandante en Jefe le impuso la Orden José Martí por sus «aportes a la cultura universal», y por su «amistad y fidelidad inquebrantables hacia el pueblo y la Revolución Cubana».
Hace hoy 15 años, «la muerte enamorada» se llevó al genio que se encargó de dejar clara su permanencia futura. Gades había pedido ser trasladado, después de su deceso, a la isla amada.
A Raúl, a quien le reconociera «ser ejemplo de verdadero comunista», le comunicó sus definitivos deseos y fueron cumplidos. Las cenizas de Gades descansan hoy en los predios del Mausoleo a los héroes del Segundo Frente Frank País García, muy cerca de donde se ha sembrado a la inolvidable Vilma Espín. Está allí, en tierra agradecida, bailando su incierta muerte, donde reposan los grandes.
Antonio Gades. Foto: Pedro Beruvides
Mensaje de Antonio Gades en su lecho de muerte a Raúl Castro. Su última voluntad. Foto: Tomada de Archivo
Integrantes del Ballet Santiago rinde homenaje al bailarín Antonio Gades
en el sitial donde fueron depositadas sus cenizas en el Mausoleo del
Segundo Frente Oriental Frank País. Foto: Miguel Rubiera Justiz/ACN