“Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo” (tesis nº11 sobre Feuerbach, Carlos Marx 1845)

Marx nació en Tréveris (Prusia) el 5 de mayo de 1818, segundo hijo de ocho del matrimonio formado por el abogado Hirschel Marx y su esposa Henriette. El abuelo paterno de Carlos Marx ejerció en Tréveris las funciones de rabino durante la segunda mitad del siglo XVIII. Respecto a su madre, ésta procedía de una antigua familia judía originaria de Holanda. En consecuencia, las raíces de Carlos Marx se hallan en la comunidad judía. Sin embargo, la admiración que el abogado Hirschel Marx profesaba por los filósofos Voltaire y Jean-Jacques Rousseau, “verdaderos franceses del siglo XVIII”, hizo que se alejara de la tradición religiosa de sus antepasados. Pese a ello, la intolerancia de la legislación prusiana que prohibía ejercer la abogacía a los judíos, obligó al padre de Carlos Marx a hacerse protestante en 1816. Después bautizó a sus hijos en 1824, y a su mujer el año siguiente. Por estas circunstancias, y por la indiferencia hacia la cuestión religiosa que se profesaba a principios de siglo XIX, ésta hizo escasa mella en el pensamiento del joven Carlos Marx.

Influencias revolucionarias

Poco se sabe sobre la infancia del gran pensador alemán. Al parecer sus padres llevaron una vida armoniosa, lo que influyó en su personalidad y equilibrio intelectual. También que fue el hijo favorito de su padre. Configurándose con el paso del tiempo el Carlos Marx que más comúnmente conocemos: talla media, cabello largo y moreno, barba y bigote abundantes, y una tez morena que le valió el sobrenombre de “el Moro”. Apodado así por Karl Moor, el héroe rebelde de “Los bandidos”, el drama romántico del poeta e historiador Friedrich Schiller. Aunque nada hacía presagiar, en aquellos momentos, el futuro revolucionario de Marx. Sin embargo, como habitante de la Renania, tierra germánica abierta al exterior, Carlos Marx absorbió las influencias culturales de la filosofía clásica alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés. Del mismo modo que, durante sus estudios secundarios en el liceo Friedrich Wilhelm de Tréveris, de 1830 a 1835, le influyeron las enseñanzas de la Revolución francesa de 1789 y, especialmente, las ideas surgidas de las insurrecciones obreras en la industriosa ciudad de Lyon, anunciadoras de una nueva fuerza revolucionaria: el proletariado. Sucesos, por otra parte, que, si bien sólo aparecieron como telón de fondo cuando Carlos Marx estudiaba en la Universidad de Bonn en 1836, no cayeron en saco roto pues terminadas unas breves vacaciones en Tréveris, y tras enamorarse apasionadamente de Jenny von Westphalen, una joven de gran belleza e inteligencia hija de un alto funcionario prusiano y de una madre procedente de una familia aristocrática escocesa, Carlos Marx, con 18 años, se matriculó en la Universidad de Berlín interesándose particularmente por la filosofía y la historia en detrimento de los estudios de derecho que su padre le había asignado.

El método dialéctico

Comienza a partir de entonces un viaje iniciático para Carlos Marx en el que descubre al filósofo del idealismo alemán Friedrich Hegel (1770-1831), y aunque no comparte con él ni su visión del Estado ni la justificación del orden social imperante, por aquello de “la marcha del Espíritu absoluto a través de la historia”, si le desvela algo fundamental en la filosofía marxista: “la evolución de la historia a partir de sus propias contradicciones”, es decir descubre la dialéctica como motor del desarrollo. Un estudio que le llevará, en 1838, al encuentro con “los jóvenes hegelianos de izquierdas” Bruno y Edgard Bauer, y con Friedrich Köppen, oponiéndose todos al idealismo de Hegel, y entendiendo la dialéctica como método de análisis de los acontecimientos sociales y como instrumento crítico respecto a la monarquía prusiana. Se perfila así, en 1839, el Carlos Marx materialista. Es decir, el que animado de ese pensamiento y del ateísmo de Ludwig Feuerbach, otro gran filósofo alemán, afirma que “no es Dios quien ha creado al hombre, sino el hombre quien ha creado a Dios”, uno de los principios materialistas fundamentales.

Con estas influencias y convicciones Carlos Marx, en 1841, y con tan solo 23 años de edad, es nombrado doctor en la Facultad de filosofía de Jena, cargo que finalmente no ocupará ya que una vez instalado en Bonn empieza a colaborar como periodista en La Gaceta Renana, una publicación de la burguesía liberal en lucha contra los grandes terratenientes del Este prusiano. Siendo en esa época en la que Carlos Marx hace un soberbio reportaje sobre los campesinos de esa región brutalmente reprimidos y condenados por recoger madera muerta para calentarse. Más tarde, hacia 1859, Marx reconocerá que su etapa de periodista en La Gaceta Renana le sirvió para ponerse en contacto con las realidades y los problemas económicos de la sociedad burguesa.

Evolución filosófica

Ante el éxito de la publicación, el consejo de administración de La Gaceta le nombra director del periódico. En pocos meses, en Colonia, sede del periódico, y después de encontrar por primera vez a Federico Engels, un joven especializado en estudios económicos, Carlos Marx hace de La Gaceta Renana una tribuna democrática contra el Estado prusiano, su censura, su política interior retrógrada y su política de sumisión a la Rusia zarista. Motivos por los que – a petición del zar –es prohibida la publicación el 1 de abril de 1843. Supresión que no impide a Carlos Marx fundar, fuera del territorio alemán, una nueva publicación: Los anales franco-alemanes, casarse con Jenny el 19 de julio de ese año y redactar dos ensayos filosófico-políticos de gran interés: “La cuestión judía” y “Crítica de la filosofía de derecho de Hegel”. En el primer ensayo, Marx defiende al hombre como un ser colectivo, y revela las desigualdades y opresiones a las que es sometido en la sociedad burguesa. Carlos Marx no ha adherido todavía al movimiento obrero, pero en ese texto ya se observa una evolución filosófica hacia la sociedad comunista. Respecto al segundo escrito, Marx prueba que la legislación no proviene de “la evolución del Espíritu absoluto”, como pretende Hegel, sino que es producto de las relaciones entre las clases sociales y de la evolución de esas relaciones a través de la historia. Se trata por consiguiente del fin de la especulación filosófica, primera etapa de la formación intelectual de Carlos Marx.

Militante revolucionario

Desde ese momento Carlos Marx y Jenny viajarán por diversos países centroeuropeos en los que Marx irá enriqueciendo su evolución filosófica. En Francia, concretamente en París, Marx descubre que la Revolución de 1789 es el resultado de la lucha de clases que la burguesía gala ha llevado contra la nobleza, pero igualmente revela que una vez instalada en el poder no tiene nada de revolucionaria. Constata asimismo que “la impulsión liberadora” viene de una nueva clase, la de los trabajadores asalariados que socialistas y comunistas llaman proletariado. A condición, añade Marx, que ese proletariado tome conciencia de sus intereses de clase y se organice. Carlos Marx adhiere, pues, a la causa del comunismo. Se trata, dice el gran filósofo alemán, de pasar del nivel utópico al nivel científico del socialismo y del comunismo. En Bruselas, destino del matrimonio Marx y de la pequeña Jenny después de ser expulsados de Francia en 1845, Carlos Marx, tras encontrarse de nuevo con Federico Engels en Paris que ya había publicado “La situación de la clase trabajadora en Inglaterra”, e impresionado por “La liga de los justos”, “una organización revolucionaria con capacidad organizativa”, decide unir la teoría a la práctica revolucionaria. Es decir, proporciona al movimiento obrero revolucionario sus extraordinarios conocimientos filosóficos, económicos e históricos, y deviene uno de sus militantes más activos.

José L. Quirante

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