La juventud obrera cada vez tiene más difícil el acceso a la universidad por lo que eso supone: el pago de tasas asfixiantes con el limitado acceso a becas, desplazamientos, manuales de precios desorbitados escritos por los mismos profesores que te dan clase… Una gran parte de nosotros se ve obligada a buscar un trabajo, normalmente precario con bajos sueldos y muchas horas, que difícilmente se puede compatibilizar con el estudio.
Año tras año hemos sido testigos de la paulatina privatización de la universidad. Encontramos un claro ejemplo de esto en la Universidad de Murcia, la cual te da un crédito C.R.A.U. (crédito en actividades universitarias) por hacerte una cuenta en el banco Santander asociada a tu tarjeta de estudiante. Las universidades cada vez se asemejan más a empresas privadas, y como tal, los intereses económicos están por encima de todo.
La actual crisis sanitaria ha resaltado la falta de interés por parte de las universidades hacía las necesidades de los estudiantes. Se nos exige el acceso a un ordenador, con cámara y micrófono además de una buena conexión a internet para descargar el material, cuando según el instituto de estadística de la UNESCO, la mitad de los más de 1650 millones de alumnos a lo largo del mundo que han tenido que abandonar las aulas no tienen un ordenador, y que al menos un 43% no cuenta con internet en casa. Las escasas medidas que la universidad ha tomado ante esta situación han resultado insuficientes y la juventud obrera cada vez nos encontramos con más trabas para conseguir un título universitario.
No podemos olvidar mencionar las condiciones familiares y personales a que los jóvenes de la clase obrera sufrimos confinados en casa, a lo que se le suma el cierre de bibliotecas por lo que no tenemos asegurado un lugar en condiciones para el estudio y dejamos de poder acceder al material gratuito que estas ofrecen.
Todas estas nuevas trabas que tenemos que enfrentar traerán consecuencias devastadoras a la juventud obrera que ha optado estudiar en la universidad pues aumentará el número de suspensos, lo que se traduce en un aumento del pago de la siguiente matrícula. Y no todas las familias obreras podrán hacerse cargo de esto, por lo que los jóvenes se verán obligados a buscar trabajos de más horas, o directamente a abandonar los grados, dada la gran carga económica que esto supone.
Está claro que la juventud obrera parte con desventaja y esto no es casualidad, porque sabemos que para el capitalismo sobran universitarios y prefiere hacer de nosotros mano de obra barata. Este modelo educativo no satisface las necesidades del pueblo, y lo que pedimos desde el PCPE y la JCPE es que se garantice el derecho a la educación a toda la clase trabajadora proveyendo el acceso gratuito y los materiales necesarios sin ningún coste.
¡Nuestra educación no se vende!
¡Todo para la clase obrera!
Emma.