No hace falta estudiar en detalle la historia reciente del estado español para conocer su carencia de garantías democráticas básicas en comparación al resto de países capitalistas, donde la dictadura capitalista es igualmente un hecho. Tras cuarenta años de franquismo, Franco elige personalmente como continuador del régimen a Juan Carlos I. A la muerte del dictador, da comienzo la llamada Transición, que culmina con la aprobación de la Constitución en el año 1978. Sin entrar en detalles, esta constitución da al estado español una forma de monarquía parlamentaria, donde el Rey continúa siendo la máxima autoridad del estado y mando superior de todos los ejércitos, además de otorgarle inmunidad jurídica total (no se le puede juzgar ni condenar) y de poder anular la aprobación de leyes o el nombramiento de miembros del gobierno, entre otras muchísimas funciones.
En resumen, en España existe una persona con la autoridad de nombrar y disolver gobiernos, aprobar o cancelar la formación del Congreso de los Diputados y Senado, a la vez que puede ordenar a los ejércitos a su voluntad, mientras puede actuar con total libertad, pues también tiene la virtud de escapar de los tribunales de justicia de la burguesía. Toda esta autoridad le ha sido asignada por absolutamente nadie. Bueno, sí, le ha sido asignada por su padre, quien a su vez la recibió del genocida de Franco que se la ganó tras bombardear, asesinar y torturar a su propio pueblo.
Debido a la hegemonía ideológica que aún posee el bloque oligárquico-burgués español, esta figura anacrónica y antidemocrática sigue justificándose por parte de diversos sectores sociales. Sin embargo, si observamos en qué situaciones se recurre a la figura del monarca, podemos entender a quién beneficia que exista este elemento. La figura del rey ejerce el papel de estabilizador y consenso de la actual forma de dominación capitalista en España, al servicio de la burguesía española, siendo esto demostrado durante el proceso de autodeterminación de Cataluña, donde el Borbón se presenta como una figura de autoridad para paliar los problemas por la vía de la represión, o para facilitar el desarrollo de los proyectos y negocios de la oligarquía imperialista española. La figura del monarca es una necesidad del capitalismo español para continuar explotando a la clase obrera y los sectores populares, a través de cualquier vía que sea necesaria, sin que ello tenga consecuencia alguna.
En agosto de 2020 el anterior rey, Juan Carlos, se fuga de España para evitar que se investigue y el debate entre monarquía y república vuelve a abrirse. República, por supuesto, pero no cualquier República. Una República donde el poder y la soberanía nazca y pertenezca a la clase obrera y no a la burguesía en alianza con estructuras medievales. Una República donde no se obligue a pertenecer a ella por la fuerza de la represión. Una República Socialista donde el derecho a la autodeterminación sea uno de sus valores fundamentales y sea derrotada la dictadura de la burguesía y no solo a su pelele monarca.
Julio Hernández