En su discurso para la celebración del II aniversario de la Unión de Jóvenes Comunistas, el Che Guevara enumeraba las características que creía que debía tener un joven comunista. Una de ellas, y puede que entre las más importantes: «una gran sensibilidad frente a la injusticia».

Hace unos días se leía en redes sociales una publicación de una cuenta conocida por denunciar la realidad más cruda del capitalismo y ser censurada por ello varias veces, que decía lo siguiente: «Una de las cosas más tristes que ha conseguido el capitalismo es anular en gran medida nuestra capacidad de sorprendernos ante la barbarie. Vemos desfilar masacres a diario en nuestros televisores y no sentimos apenas nada. Luego nos emocionamos con una película romántica». Formular estas palabras, sin duda, significa poner de relieve la más cruda realidad neoliberal en la que nos encontramos, y esto tiene mucho que ver con el discurso del Che.

Esta enorme sensibilidad de la que hablaba nuestro referente es la que nos llevó a la militancia y la que nos mantiene en ella, la que no nos deja caer en la indiferencia individualista en que el capitalismo pretende hundir a la sociedad. Pero trasladando el pensamiento del Che a nuestro momento y a nuestro lugar actuales, no nos referimos solo a la militancia de la JCPE, sino a toda y todo joven revolucionario que no se conforma con esta barbarie de la que habla el post y decide formar parte del grupo de personas que lucha a contracorriente; porque sus valores le impiden actuar de otra forma, porque rechaza el adormecimiento al que nos quieren someter. Hablamos de las y los jóvenes que pelean (y más deberán pelear) en esta nueva crisis del capital desde sus sindicatos y asociaciones estudiantiles, de quienes participan en las asambleas de su barrio contra los locales de apuestas y contra todo ataque de los poderes empresariales, de las mujeres jóvenes que han sabido observar y analizar la realidad que las rodea, fijarse en sus abuelas, en sus madres, y han alzado su puño contra la violencia patriarcal y capitalista, o de quienes son valientes y se dan cuenta que la única salida posible se encuentra en la sindicalización, y son un ejemplo en su centro de trabajo. No hay mayor demostración de rebeldía —con causa— que la de rechazar la moral burguesa que nos quiere a cada uno de nosotros y nosotras preocupados solo en sus asuntos, por comprar, por ascender pisando al de al lado, por soñar con ser ricos mientras estamos más cerca de un desahucio que de una mansión, por mantenernos contentos creyéndonos buenos ciudadanos por respetar la injusticia y ser cómplices de ella porque es la ley.

Otro de los ejes discursivos que formulaba el Che durante el acto que mencionábamos anteriormente era el del valor del trabajo y el esfuerzo. Algo con lo que siempre nos han atacado los sectores reaccionarios a la juventud comunista y revolucionaria —a los de todas las edades, pero especialmente a los jóvenes— ha sido la consigna de que “somos unos vagos que estamos en las manifestaciones porque ni estudiamos, ni trabajamos”; mentira que se desmonta sin tan siquiera dar argumentos. Decía así nuestro Comandante: «El joven comunista debe plantearse ser siempre el primero en todo, luchar por ser el primero, sentirse molesto cuando en algo se ocupa otro lugar, y luchar por mejorar, por ser el primero. Claro que no todos pueden ser los primeros, pero sí entre los primeros, en el grupo de vanguardia. Ser un ejemplo vivo, ser el espejo donde se miren los compañeros que no pertenezcan a las Juventudes Comunistas […] junto a eso, un enorme espíritu de sacrificio». Y frente a las acusaciones falaces que nos lanzan, ésta es otra de las características de las y los jóvenes revolucionarios, el trabajo y el esfuerzo por saber cada día más, por mejorar individual y colectivamente para alcanzar la victoria,. Esta concepción del trabajo, el esfuerzo y el sacrificio nada tienen que ver con la explotación capitalista, con la carrera competitiva y despiadada a la que se nos quiere viciar, y ni mucho menos por la ley del mínimo esfuerzo tan propia de la lógica capitalista, que quiere obtener el mayor beneficio con el menor trabajo posible, sino que es un afán de superación movido precisamente por el inconformismo del que hablábamos antes, por el deseo de vencer al enemigo, porque sabemos que es fuerte, y entre nuestras armas están la ilusión, el estudio, la constancia y la solidaridad.

Acercándose un poco más al final de su discurso, el Che formula lo siguiente: «La exigencia a todo joven comunista es ser esencialmente humano». Esta es una cita fundamental para la cuestión que estamos tratando. La humanidad, la sensibilidad, la solidaridad y el sentido de la colectividad frente a la deshumanización y el individualismo capitalistas. Ser comunista es la mayor muestra de humanismo que podemos realizar, y ser joven comunista un doble orgullo por no dejarnos llevar, pese a nuestra falta de experiencia en la vida, por “valores” que nada tienen que ver con los intereses de nuestra clase.

Enlace al fragmento del discurso:

María Sánchez-Saorín

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