El 15 de octubre de 1965, un entierro multitudinario recorre las calles de un pueblo minero de Asturias. Pero no se trata de un mero cortejo fúnebre, esta despedida acaba convirtiéndose en una manifestación de la solidaridad y unión en las luchas mineras. Es el entierro de Tina la de la Joécara.
Constantina Pérez, Tina, mostró una gran conciencia de clase y carácter combativo desde la más tierna infancia. No podía ser de otra manera, ya que desde niña sufrió en sus propias carnes los ataques y la represión más feroz.
Con su padre fusilado durante la Guerra Civil y su madre detenida y encarcelada, a Tina y sus hermanos no les quedó más opción que vivir bajo la tutela de su tía.
Gran activista desde la adolescencia tuvo su primer encuentro en primera persona con la represión a los 16 años, cuando por negarse a limpiar los locales de la Falange, la policía le rapó la cabeza.
En 1955 se traslada junto a su marido y su hija a La Joécara, donde su marido comienza a trabajar como minero en el pozo Fondón. Será así como conozca a Anita Sirgo, su gran compañera de lucha dentro del Partido Comunista.
El 6 de abril de 1962, ocho mineros son despedidos del pozo Nicolasa por protestar por las duras condiciones de trabajo. En respuesta a este hecho y dando muestra de una gran solidaridad tiene lugar la huelga minera conocida como la “Huelgona”.
En esta huelga cobró gran importancia el papel y compromiso de Tina y Anita, organizando las redes de solidaridad necesarias para mantener a las familias durante la huelga, informando al resto de mujeres y organizando los piquetes que harían posible que la huelga continuara cuando las condiciones se volvieron más duras.
El gran papel que cumplían estas mujeres no pasó desapercibido para el régimen franquista, por lo que Tina y Anita son detenidas por la Guardia Civil. Durante su encierro son interrogadas y torturadas. En esta ocasión, Tina se llevó la peor parte, las secuelas de las palizas recibidas durante su detención le dejarán con una salud mermada.
Pero ni la represión más brutal podía frenar la determinación de Tina, que continuó en la lucha obrera y participando en las huelgas mineras. En 1965 es detenida de nuevo en esta ocasión junto a su hija Blanca. La menor se libra por su edad y es puesta rápidamente en libertad. Sin embargo, Tina se enfrentaría a un nuevo encierro de mes y medio, de nuevo sometida a las palizas y torturas de sus carceleros.
Este episodio de torturas sería el que pondría fin a su vida. Fue cinco meses después de su puesta en libertad, Tina la de la Joécara muere el 14 de octubre de 1965 a causa de las lesiones de las torturas recibidas en prisión.
Tina se convertiría así en un símbolo de la lucha de clases, en un ejemplo de compromiso y de solidaridad que sigue vigente aún en nuestros días.
Inés.