“¿Quieres que te cuente el cuento recuento que nunca se acaba?”, me preguntaban, burlonamente, mis amigos cuando de pequeños jugábamos para pasar el rato. Independientemente de que yo les respondiera sí o no, ellos volvían a la carga y me contestaban con socarronería: “¡pero si yo no digo ni que sí ni que no!, lo que digo, es que si quieres que te cuente el cuento recuento que nunca se acaba”. Y así, hasta hastiarme e hincharme los cataplines. Pues bien, eso, exactamente eso (hincharme los cataplines y todo lo demás), es lo que, con algunos lustros más a mis espaldas, me han deparado los farsantes medios de comunicación burgueses cubriendo con empalago y babosería la pomposamente denominada Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26), en su vigesimosexta edición. En esta ocasión celebrada en la ciudad escocesa de Glasgow entre los pasados días 31 de octubre y 12 de noviembre. Una conferencia de mucho “bla,bla,bla” e inoperantes resoluciones. Así, como en el rememorado “cuento de nunca acabar”, pero en este caso compuesta por adultos con mucha chufla y desenvoltura, cerca de 200 representantes de países del mundo entero con algunas excepciones, entre ellas, Cuba, se han dedicado, después de exponer el estado dramático en el que se encuentra el planeta Tierra desde el punto de vista climático, a marear la perdiz (“¡pero si yo no digo ni que sí ni que no!”) hasta casi hacerla desfallecer. Que si el CO2, que si el debilitamiento de la capa de ozono, que si el calentamiento global, que si los combustibles fósiles, etc. Todas estas calamidades - una tras otra - consideradas, además, casi como un “castigo divino”. Sí, una plaga como las diez de la fábula bíblica. O, a lo sumo, como consecuencia de la “incorregible desidia humana”. Y es que, evidentemente, ¿cómo esperar que el pirómano apague el incendio?

“Mañana será demasiado tarde”

Dejemos, por tanto, que sea Fidel Castro quien nos aclare al respecto en los siguientes extractos del célebre discurso pronunciado, el 12 de junio de 1992, en una Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo celebrada en Río de Janeiro, y en el que el líder de la Revolución cubana advertía ya que el modelo de producción capitalista terminaría desencadenando una emergencia medioambiental. Decía entonces: “Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre. Ahora tomamos conciencia de este problema cuando casi es tarde para impedirlo. Es necesario señalar que las sociedades de consumo son las responsables fundamentales de la atroz destrucción del medio ambiente. (…) Con sólo el 20% de la población mundial, ellas consumen las dos terceras partes de los metales, y las tres cuartas partes de la energía que se produce en el mundo. (…) Los bosques desaparecen, los desiertos se extienden, miles de millones de toneladas de tierra fértil van a parar cada año al mar. Numerosas especies se extinguen. (…) No es posible culpar de esto a los países del Tercer Mundo, colonias ayer, naciones explotadas y saqueadas hoy por un orden económico injusto. (…) Si se quiere salvar a la humanidad de esta autodestrucción hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta. (…) Menos lujo y menos despilfarro (…) Hágase más racional la vida humana (…) Aplíquese un orden económico internacional justo. (…) Desaparezca el hambre y no el hombre. (…) Cesen los egoísmos, cesen los hegemonismos, cesen la irresponsabilidad y el engaño. Mañana será demasiado tarde”. Unas palabras proféticas que siguen siendo - sin duda ninguna - una guía en la lucha por la supervivencia del planeta y de la especie humana.

José L. Quirante

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