Cuarenta y un grados centígrados en París; otros tantos y todavía más en la ciudad de Jack el Destripador. Lo nunca visto por esos parajes. Los glaciares y el hielo marino derritiéndose como merengues bajo el sol, y medio mundo, por no decir el mundo entero, sudando la gota gorda y ardiendo por los cuatro costados. Asimismo, el agua potable se restringe por doquier, y el de lluvia escasea cada vez más para las poblaciones del vilipendiado planeta tierra. ¿Qué está pasando en este particularmente tórrido estío 2022? ¿Algo como para no inmutarse y seguir mirando hacia otro lado? ¿Lo habitual en esta estación del año? Sería demasiado ingenuo, algo así como creer todavía que los burros vuelan, si nos contentásemos con las sesgadas informaciones que los medios de comunicación burgueses suministran al respecto. Para ellos, siempre al servicio de sus potentados amos que los financian y ceban, constatar los dramáticos sucesos climatológicos que a diario se suceden, y asegurarnos que los gobiernos defensores de esos poderosos intereses hacen cuanto pueden para contenerlos, les basta y sobra. Para esos siervos del capitalismo no existen ni antecedentes que los expliquen claramente ni responsables que rindan cuentas por sus fechorías. A lo sumo, con sus tendenciosas disquisiciones, tratan de hacernos pensar que el desastre medioambiental es producto de “la mano del hombre”. Así, sin más. Y muchos lo creen a pies juntillas. Sin embargo, “la cosa”, es decir la hecatombe que se perfila peligrosamente, tiene mucha más enjundia y perendengues.

Grito de alarma

Fidel Castro - mucho pese a tanto sátrapa envilecido – afirmaba en una Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo celebrada en Río de Janeiro en el año 1992 (hace tres décadas ya) que “Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre. Ahora tomamos conciencia de este problema cuando es casi tarde para impedirlo”. Estableciendo a continuación con aplomo y determinación que “es necesario señalar que las sociedades de consumo son las responsables fundamentales de la atroz destrucción del medio ambiente”. (…) y que “con sólo el 20% de la población mundial, ellas consumen las dos terceras partes de los metales y las tres cuartas parte de la energía que se produce en el mundo”. Por todo ello el líder cubano denunciaba sin pelos en la lengua que esas sociedades capitalistas “han envenenado los mares y ríos, han contaminado el aire, han debilitado y perforado la capa de ozono, han saturado la atmósfera de gases que alteran las condiciones climáticas con efectos catastróficos que ya empezamos a padecer”. Añadiendo persuasivamente pero con la voz entrecortada por la emoción que “los bosques desaparecen, los desiertos se extienden, miles de millones de toneladas de tierra fértil van a parar cada año al mar, y numerosas especies se extinguen”. Finalmente Fidel retaba a la comunidad internacional para que “si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta”. (…), al tiempo que clamaba por que “cesen los egoísmos, cesen los hegemonismos, cesen la insensibilidad, la irresponsabilidad y el engaño. Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo”. Tras aquel grito de alarma del Líder Máximo, que apuntaba claramente a los responsables de tamaña catástrofe, el imperio yanqui y sus lacayos, entre ellos España, intentaron denigrar su análisis. Hoy los hechos prueban la clarividencia del alegato del revolucionario cubano en defensa de la naturaleza y la humanidad. A nosotros/as de tomar el relevo del enorme desafío y proseguir la lucha hasta enterrarlos en el mar.

José L. Quirante

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