Cada cierto tiempo las portadas se llenan de datos económicos y de cifras. A cada una de esas estadísticas se le dedican análisis sesudos, o no tanto, pero siempre serán interpretados a la luz de la ideología dominante. El vaso medio lleno o medio vacío  para ocultar que cada vez el pueblo trabajador  vive con más agobios económicos, con mayores problemas de acceso a la vivienda o careciendo de ella, con mala o deficiente calidad de alimentación, con dificultades para hacer frente a los recibos, con unos salarios que ya no alcanzan,  que los salarios pactados en convenio subieron de media un 1,47 % hasta diciembre de 2021,  muy lejos del IPC cuyo dato se situó en el 6,5 %, que a las familias de menores ingresos el coste de la vida se les encarece el 66 % más que a los hogares más ricos, que según el INE el número de personas sin hogar ha crecido un 24,5 % la última década, debido a tener que empezar de cero en un nuevo país (28,8 %), la pérdida del trabajo (26,8%) o un desahucio (16,1%), y que su esperanza de vida se verá reducida en 30 años menos, que el último año los bancos y fondos de inversión  han llevado a más de medo millón de familias a los juzgados por impago de créditos… Nada de todo esto que nos pasa es fruto de la guerra, la pandemia o una consecuencia accidental de la inflación.

Las rentas del trabajo llevan años retrocediendo a la par que se concentra la riqueza en manos del capital. Desde mediados de los años 80 se ha venido produciendo, con carácter internacional, una caída paulatina de la participación de las rentas del trabajo en el Producto Interior Bruto. En el Estado Español la renta salarial respecto al PIB ha caído desde 2009 un -4,2 %.

 La crisis de la COVID-19 ha acelerado ese proceso, lo que unido a las propias leyes económicas del desarrollo capitalista y a que su lógica de funcionamiento está basada en la explotación, las perspectivas para la clase obrera no parecen muy halagüeñas, a priori.

Los salarios reales están completamente congelados desde los años noventa hasta la crisis de 2007-2008 y de ahí en adelante, tras un pequeño incremento, el salario real no sólo se ha estancado, sino que ha caído. Los siguientes gráficos elaborados por el profesor del Rosal sobre datos de AMECO corroboran lo que trabajadoras y trabajadores venimos notando en nuestros bolsillos y la cada vez más menguante capacidad de nuestros salarios.



Esta situación y paulatino deterioro de nuestras condiciones laborales (aquí hablamos de salarios, pero se ha producido a niveles de derechos, estabilidad, salud laboral y un largo etc.) ha sido posible por una política de conciliación de clases y de pacto social de las organizaciones que dicen representarnos, que han ido cediendo terreno ante la patronal y haciendo de la lucha de clases “un bailecito”. Otra dosis de datos, estos por gentileza de CSO, sobre la evolución de salarios e IPC.

España es, según la OCDE, el segundo país donde los salarios están experimentando una mayor pérdida de poder adquisitivo, dados los parcos incrementos de las nóminas frente al vertiginoso aumento de la cesta de la compra y los servicios básicos. En datos del  Ministerio de Trabajo los convenios colectivos registrados revelan un incremento medio del 2,6 % hasta agosto. Una cifra cuatro veces por debajo de la inflación. Llueve sobre mojado, como hemos visto esa pérdida de poder adquisitivo de nuestros salarios viene siendo una constante.

Pues vaya, en el remanso de la propaganda gubernamental que nos vende la subida de las pensiones, del SMI, el bono social eléctrico o las llamadas a renovar el Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva (AENC), para ajustar los sueldos de los convenios a la inflación media, incluido el amago de otoño caliente por parte de los autodenominados agentes sociales, se nota que nos siguen dando gato por liebre. Se escenifica ante nuestra creciente explotación y miseria una puesta en escena que permita seguir teniéndonos en el silencio y la inacción. Nos sacan el espantajo de la derecha y nos atiborran con la píldora del mal menor.

Y más temprano que tarde el pueblo trabajador organizado dirá basta. Con permiso de Celaya, la clase obrera es un río derecho, el ser que se crece, el golpe temible de un corazón no resuelto que saldrá a la calle paseándose a cuerpo y que orgullosa de ser quien es, golpe a golpe y muerto a muerto, anunciará y construirá algo nuevo.

María Luna

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