A principios de octubre el vídeo del Colegio Mayor Elías Ahuja, de la Universidad Complutense de Madrid irrumpió en el inicio de curso, así como todas las repeticiones de este, artículos y opiniones.

La Universidad  sigue sin ser un espacio seguro para la mujer joven de extracción obrera, pero eso ya lo sabíamos, por eso es un espacio pendiente en el cual debemos trabajar, fortalecernos y en caso del feminismo, denunciar las agresiones, visibilizarlas y crear protocolos contra ellas. No vamos a caer en conceder un perdón por que sea una tradición, porque entonces toda la violencia patriarcal sería una tradición, y tendría disculpa.

Nuestra clase acude a la universidad en desigualdad de condiciones, no podemos perder este análisis en este caso, ya sea a través de becas, u horas de trabajo, tenemos una presión extra por mantenernos en este espacio.  En el caso de ser mujeres además, nos encontramos con carreras blindadas a mujeres, profesores que aprovechan su posición y estatus para acosarnos, o despreciar al alumnado femenino, y un currículum que nos invisibiliza.

El caso del colegio mayor, es la prueba viviente de las consecuencias de ausencia de educación con perspectiva feminista en los institutos (y previa). Cuando llegan a vivir en un espacio como un colegio mayor y alentados por el grupo (en el cual tienen que hacerse hueco siendo los que más territorio ocupen, y hablen más alto) llegan a extremos así. El efecto grupo en la violencia en la juventud es una consecuencia de varios factores, la ausencia de conciencia contra las diferentes discriminaciones (porque aquí, puede ser racial, de clase, de género, orientación sexual...) sumado al discurso exaltado de la extrema derecha contra el feminismo que ha cuajado muy bien en la juventud (así como contra la migración de menores y el discurso de peligrosidad alrededor) y la necesidad de sentirse integrado sea como sea.

 Entender que lleva a la juventud a este comportamiento tan violento, en ningún momento es para justificar, pero cuanto mayor sea el análisis, mayores serán las estrategias y la posibilidad de actuación sobre ellas.

Debemos poner las miras en la situación actual de la juventud, en la violencia que sufre parte de ella (el bullying, agresiones como estas, ausencia de perspectivas de futuro, salud mental...) y la violencia que ejerce otra parte de la juventud, como en este caso. Para crear espacios donde podamos encontrarnos fuera de la propuesta de este sistema, fuera del ocio de consumo y la exaltación de las ideas de ultraderecha que están calando en una juventud descontenta.

No podemos olvidar comentar, todo el revuelo de la ultraderecha y el fascismo que nos acecha opinando sobre este tema, en el cual han intentado crear lazos con quiénes pretenden que el día de mañana les voten y apoyen.

Cualquier medida ahora de reeducación contra este alumnado, en forma de cursos "voluntarios" será poca, pues no creemos que la formación en igualdad y contra el machismo impartida desde un colegio mayor vinculado a una orden religiosa vaya a crear ninguna conciencia sobre esta exaltación antifeminista en la cual se encuentra la juventud.

Aprovechemos, las miras que están puestas ahora sobre nuestra situación en la universidad, estudiemos o no en un colegio mayor. Llevemos nuestro análisis de la mujer joven de extracción obrera a estos espacios de denuncia. Pero no olvidemos analizar que la visibilización que ha tenido este año una agresión que ocurre varias veces cada curso, como todo el revuelo mediático dividido entre denunciar las agresiones, y un antifeminismo como llevamos un tiempo viviendo, es una señal del avance del feminismo. Tenemos un problema grande con esta situación de violencia en la juventud, y debemos concienciar sobre ella, dar estrategias de apoyo y defensa, conseguir que los espacios en los cuales nos ha costado tanto entrar, sean lo más seguros posibles mientras continuamos nuestro camino hacia el socialismo.

Edurne Batanero.

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