Una visión general
La rápida sucesión de acontecimientos que marcan nuevos horizontes para el futuro más inmediato de la Humanidad, exige realizar un análisis de la realidad que supere los límites analíticos que, en defensa exclusiva de sus intereses, marca la burguesía e impone a raja tabla a todos sus voceros. Una imagen que, como ideología de la clase dominante, impregna al conjunto de la sociedad y a la totalidad de sus clases y sectores sociales.
En consecuencia, es necesario un análisis marxista que enfrente sin titubeos la consideración global de la realidad social y, más allá de valoraciones puntuales y juicios particulares, evalúe globalmente al Capitalismo evidenciando la base estructural [1] de su crisis general. Un enfoque imprescindible para quebrar los consensos sociales que fundamentan la consideración, aun hegemónica, del Capitalismo como única forma posible de organización económica y social y que, más allá de la violencia estructural propia de la sociedad dividida en clases, se cimientan en la alienación y la destrucción de la conciencia de clase del pueblo trabajador. Una tarea para la que la burguesía destina innumerables recursos y que, en una constante campaña anticomunista, que abarca desde los niveles educativos más básicos, hasta las universidades y todos los medios de comunicación de masas, tiene como misión central ocultar la realidad objetiva de su crisis.
Especialmente deleznable resulta el concurso en esta tarea de la socialdemocracia y del oportunismo que, en este momento de crisis total del capitalismo, se afanan en compartimentar las evidencias de la misma y situarla en espacios inconexos y estancos que no cuestionan la formación social histórica que lo provoca. Un juego de trileros compartido con la burguesía, en el que la fragmentación y la individualización de la realidad, a la que ahora se añade con fuerza, propiciar la confrontación de identidades individuales entre quienes padecen la explotación y la opresión, no solo busca hacerla irreconocible, sino que pretende perpetuarla. Crisis financiera, crisis comercial, crisis energética… y así hasta el infinito para no decir alto y claro, crisis general del capitalismo y evitar a toda costa, situarla en el hecho material que la provoca: en su carácter estructural.
Enfrentar esta situación con voluntad de superarla y, al mismo tiempo, abrir expectativas y caminos de avance cierto para la clase obrera, se convierte en la prioridad absoluta de las organizaciones revolucionarias. Una tarea que, necesariamente, ha de partir de la consideración del papel que le corresponde desarrollar a las organizaciones de vanguardia en cuanto a:
· Su vínculo con la clase obrera y las masas populares, elevando a conflicto político con el Estado la multitud de contradicciones que genera esta sociedad fundamentada en la explotación y la opresión.
· La incuestionable consideración de las mismas en cuanto a sujetos políticos de la Revolución Socialista.
Un propósito que requiere de la intervención activa y constante de la militancia en los frentes de masas, ganando influencia, construyendo hegemonía política e ideológica y cimentando en el día a día de la reivindicación y la organización, una creciente referencialidad social de la militancia comunista. Labor que ha de desarrollarse en multitud de frentes, pero muy especialmente en el movimiento obrero, interviniendo en los conflictos y radicalizándolos para evidenciar su carácter de clase.
Desarrollar prácticas sindicales de clase que, desde la reivindicación de la unidad obrera, la autoridad de la asamblea y la legitimidad de la huelga como herramienta imprescindible de la acción sindical, enfrenten el pacto social y las políticas de conciliación de clase que, más allá de las cúpulas dirigentes de CC.OO y UGT, impregnan buena parte de la realidad sindical de nuestro país, es una exigencia para la militancia comunista. Levantar conflictos obreros en lo que se exprese la fuerza de la clase obrera, es una absoluta prioridad. Forjar una fuerte política de alianzas con los sectores más conscientes y avanzados del movimiento obrero en el desarrollo de este propósito, demuestra la absoluta actualidad de la propuesta unitaria de los Comités para la Unidad Obrera.
Por otra parte, es imprescindible valorar que, el creciente grado de violencia con el que el Capitalismo enfrenta su crisis, no solo expresa la gravedad de la misma y su alcance, sino que, desde una comprensión absolutamente dialéctica de los desarrollos sociales, anuncia la necesidad de la nueva sociedad fundamentada en el poder obrero.
Afirmamos, consecuentemente, que en la contradicción determinante entre el carácter cada vez más social de la producción y la propiedad privada de los medios de producción, se halla el germen de la nueva sociedad que, al mismo tiempo que crece en el Capitalismo, lo condena a desaparecer. El proletariado en particular y la clase obrera en general, son la expresión de esta nueva sociedad que crece en lo antiguo al mismo tiempo que va conformando lo nuevo.
Una sociedad, Socialista, en la que las relaciones sociales dejan de estar cosificadas, en aras del único objetivo de mantener activo el ciclo de reproducción ampliado del Capital mediante la constante producción de mercancías sin valor de uso o, simplemente, creado artificial y suntuariamente en la decadente y degradante sociedad de consumo. Una economía planificada al servicio de la Humanidad que, por lo demás, se convierte en la única opción para salvarla de la barbarie y el colapso ecológico al que aceleradamente nos conduce la irracionalidad propia del Capitalismo. Por eso luchamos, por ese proceso social que, al mismo tiempo que acabe con la tiranía del capital y el fetichismo de la mercancía, libere la totalidad de las capacidades y potencialidades creativas que, en perfecta armonía con la Naturaleza, hoy en día sería capaz de generar la Humanidad. Un solo ejemplo de ello, de todo lo que se podría llegar a realizar sin la losa imperialista, son las vacunas desarrolladas por Cuba contra la Covid-19. Una Isla bloqueada y pobre, sin acceso a financiación y a determinados equipos y reactivos, ha sido capaz de crear tres vacunas y dos candidatos vacunales absolutamente testados y seguros, por una única razón: la superioridad del Socialismo.
Propuesto este escenario general de la realidad social, ahora lo que corresponde es empezar a entrar a lo particular de los elementos políticos centrales y concretar la propuesta práctica para superarla.
Partiendo de lo general para avanzar a lo particular –conforme al método de análisis marxista- situaremos las que son nuestras principales hipótesis de trabajo y propuestas políticas.
Se quiebra la hegemonía de los EE.UU.
Generada a partir del final de la I Guerra Mundial, pero muy especialmente después del fin de la II y el inicio de los que se conoció como la Guerra Fría y que, más correctamente debiéramos denominar como confrontación universal entre Socialismo e Imperialismo, la hegemonía económica, militar y cultural de los EE. UU. ha sido un hecho incontestable y en constante desarrollo durante todas estas décadas, pero muy especialmente, tras la desaparición de la URSS y la derrota temporal del Socialismo en Europa .
Una realidad impuesta por una política exterior criminalmente belicista que, con el precedente genocida de Hiroshima y Nagasaki, ha provocado muerte, destrucción y hambre en los 5 continentes, pero que, fundamentalmente, vino impuesta por los Acuerdos de Bretton Woods de 1944, que situaron la referencialidad económica internacional del Dólar sustituyendo finalmente al patrón oro y crearon el FMI, el BM y la OMC como instituciones injerencistas, enfrentadas a la soberanía e independencia de los pueblos.
Unas décadas que, para nada, se pueden valorar linealmente, pues además de la confrontación con la Unión Soviética, el campo socialista y el bloque de los países No Alineados, el Imperialismo sufrió grande derrotas que, más allá de los complejos procesos descolonizadores, que dieron la independencia a decenas de países en África y Asia, les hicieron morder el polvo de la derrota militar en China, la RPD de Korea, Viet-Nam, Laos, Cuba, Irán o Nicaragua, por citar solo algunos de los ejemplos más significativos de resistencia antiimperialista de los pueblos.
Pero es tras la llamada primera guerra de Iraq, en 1990, cuando se confirma su incontestable hegemonía militar y se abre el camino a un dominio geoestratégico absoluto de los EE.UU por encima de sus enemigos y también, como no, de sus propios aliados [2]. Proceso que, pese a la desaparición del Pacto de Varsovia en 1991, se conforma en torno a una OTAN crecientemente activa y en desarrollo hasta nuestros días con la denominada OTAN 360º, acordada en la última Cumbre de la OTAN realizada en Madrid en 2022.
Violencia, dominación, expolio… e imposición, no solo de un único modelo económico y comercial acorde a la necesidades del desarrollo del capitalismo en la que es su última fase de desarrollo imperialista, sino también absolutamente etnocéntrica. Un proyecto en el que, a modo de fieles vasallos, le ha acompañado siempre – o mejor dicho, casi siempre- la imperialista UE, Japón, Australia, Canadá y, sobre todo, la entidad sionista de Israel, marcando una agenda de desarrollo económico, social y cultural, determinado desde los centros imperialistas, y despreciando totalmente la idiosincrasia, cultura y realidad social y económica de los pueblos del mundo.
El American Way of Life, que más allá de Hollywood y Silicon Valley, es una realidad de alienación y aniquilación cultural global, continuidad de la acumulación originaria del capital generada con la violencia sin par de la expropiación campesina en Europa y el expolio salvaje de América, África, Asia Oriental y la práctica genocida de la esclavitud.
Un proceso de dominación que, desde el primer momento, ha venido generando su contrario y conformando la alternativa a la hegemonía impuesta a todos los niveles.
Resistencia creciente de los pueblos y crisis general del capitalismo que, en el escenario de la universalización de las relaciones mercantiles, necesariamente tenía que provocar el advenimiento de una nueva realidad mundial, fundamentada en:
· La legítima reivindicación de la soberanía de los pueblos y la defensa de sus proyectos nacionales y culturales, frente a una potencia que ya no es capaz de sostenerse como única potencia económica y militar dominante.
· La aspiración de determinadas oligarquías nacionales a gestionar sin injerencias su mercado nacional y sus relaciones comerciales.
El caso más complejo y paradigmático en este sentido, es el de la R.P. China que, asumiendo durante décadas el papel de “fábrica” del mundo, ha alcanzado niveles de desarrollo económico y social que la sitúan como una potencia mundial indiscutible que reclama su papel en el mundo mediante una amplísima red de alianzas comerciales y políticas. La decisión del XX Congreso del PCCh de avanzar en
“la transformación de nuestro país en un poderoso país socialista moderno, próspero, democrático, civilizado, armonioso y bello de 2035 a mediados de siglo”,
sin duda, expresa una voluntad política de enfrentar el reto de situar a la que ya hoy es la segunda potencia económica mundial, en una posición de liderazgo y de defensa inquebrantable de su soberanía. Frente a la consideración de la OTAN que define a China como “competidor estratégico” y pretende cercarla política, comercial y militarmente, la respuesta china es construir un nuevo orden mundial multipolar.
Desarrollo de esa amplia política internacional definida estratégicamente por el PCCh en las últimas décadas y que ya se evaluaba en el XIX Congreso realizado en 2017 como
“Despliegue en profundidad de la disposición diplomática omnidireccional…hemos propuesto estructurar una comunidad de destino de la humanidad y hemos impulsado el cambio del sistema de la gobernanza global. Nuestro país ha incrementado aún más su capacidad internacional de influir, inspirar y moldear, haciendo con ello nuevas e importantes contribuciones a la paz y el desarrollo mundiales,”
es la situación actual y la encrucijada que enfrenta la Humanidad.
Una disyuntiva entre actores opuestos, que desarrollando las más diversas alianzas y con múltiples escenarios de confrontación, se da aun, casi exclusivamente, en el contexto de las contradicciones en el seno del desarrollo capitalista, pero de la que el movimiento obrero y las fuerzas revolucionarias no podemos quedar al margen.
Un correcto lineamiento del Movimiento Comunista Internacional en estos momentos es preciso y urgente. No puede quedar al margen y dejar de ser trascendentes en el desarrollo de la lucha de clases a ningún nivel. Actuar con posicionamientos que desconsideran la necesidad de aplicar la necesaria flexibilidad táctica, en la multitud de alianzas puntuales, limitadas y temporales, acordes a los objetivos estratégicos y a los principios, que sea preciso implementar en cada momento, es renunciar a desarrollar una verdadera política bolchevique.
Los límites deben estar claros a todos los niveles
Para hacer efectiva esta compleja actuación política que, necesariamente, habrá de darse en multitud de escenarios y tiempos distintos con actores diferentes, los límites vienen marcados por el compromiso y/o acuerdo con:
· La hegemonía de los EE.UU y sus bases militares
· La OTAN y sus políticas belicistas
· La UE. Unión interestatal imperialista
· El sionismo y sus políticas genocidas
· Los bloqueos y sanciones comerciales
· El fascismo y el nazismo
Desde estas líneas infranqueables para las organizaciones revolucionarias a la hora de tejer alianzas, es necesario empezar a constituir los más diversos marcos de trabajo conjunto con el denominador común, en todos los casos, de la defensa de la soberanía e independencia de los pueblos y la defensa de la Paz.
Desde esas posiciones, construyendo espacios de intervención propios y/o participando soberanamente en estructuras ajenas, en este momento histórico la consiga principal, el propósito superior en el que unir todas las fuerzas, es la derrota del que definimos como enemigo principal de la Humanidad. El bloque liderado por los EE.UU y nucleado en torno a la OTAN debe ser derrotado.
Notas:
[1] Crisis estructural que, en absoluto, es una crisis de la estructuras en torno a las que hoy se articula el capitalismo. Es una crisis orgánica que nos se solventa con cambios de diseños institucionales. No hay otro capitalismo posible, el propio capital, determinado por sus leyes internas, demuestra científicamente que no hay otro capitalismo posible. El Gran Reinicio (reset) proclamado en Davos es una patraña inviable y una mera declaración sin contenido