Las casualidades repetidas insistentemente no se manifiestan caprichosamente en los procesos históricos que viven los pueblos en los distintos estadios de la lucha de clases.

El pueblo peruano está siendo protagonista en la confrontación por su verdadera independencia y soberanía ante la intervención (otra más) del imperialismo norteamericano en el destino del Perú.

Oscuras maniobras protagonizadas por el ejército y los cuerpos policiales represivos esconden la “gestión” de los autores intelectuales del golpe de Estado que escriben el guion. Las víctimas mortales no importan: oficialmente, a la hora de redactar este artículo, son ya 25 las personas que han perdido la vida, o, para ser más categóricos, ¡asesinadas!

Nos encontramos ante un prototipo que tuvo sus antecedentes en Brasil e Indonesia a mitad de la década de los 60 para un exterminio monstruoso de la población civil y que se conoce en los modelos de represión como Yakarta, que desarrolló los elementos más crueles aprendidos en la Escuela de las Américas por los militares que estuvieron cursando “estos estudios”. En la siguiente década, el laboratorio brasileño e indonesio ejecutó trágicamente sus conocimientos en Chile, Uruguay, Paraguay y Argentina. Hoy en el Perú se producen demasiadas analogías al respecto como para narrar la represión como factor consustancial a la disputa por el liderazgo del país.

Más allá de la inocencia del presidente Pedro Castillo, rodeado de asesores crápulas que menoscababan sus decisiones a través del anuncio de sus pasos en los procedimientos y normas, se encuentra una serie de personajes en la sombra que pautan el camino y los tiempos del proceso. Siempre es indispensable en estos golpes de Estado la figura del consejero de Defensa de la embajada de los EE. UU., que tiene entre sus funciones establecer los cauces y relaciones para mantener la “seguridad” en el continente, es decir, ocuparse en las tareas de inteligencia que las agencias de su país le orientan.

En el método Yakarta es imprescindible la llegada al lugar de los hechos que van a ocurrir de profesionales de probada eficiencia. La elegida fue Lisa Kenna como nueva embajadora de Washington en Lima. Lisa Kenna fue la agente de la CIA que el mismo 6 de diciembre se reunió con el ministro de Defensa peruano Gustavo Bobbio. Al día siguiente, la eficaz Lisa Kenna estaba enviando un tuit criticando la decisión de Pedro Castillo de disolver temporalmente el Congreso.

Otro personaje interpuesto que también encaja en el patrón es Dina Boluarte, que asume la presidencia del país después de la detención de Pedro Castillo. Su papel también está siendo destacado en la medida que ha manifestado el respaldo de EE. UU. a las medidas que está adoptando, principalmente en lo referente a la represión del pueblo peruano, que mantiene una movilización permanente.

Mientras tanto, el Gobierno de Pedro Sánchez se parapeta en su demagógica posición al condenar “la ruptura del orden constitucional en Perú y se congratula por el restablecimiento de la normalidad democrática”, sin mencionar la movilización del pueblo peruano ni la factura que está pagando por la violencia policial (insistimos, hasta ahora 25 muertos). Una vez más, la socialdemocracia traicionando al pueblo; una vez más, el gobierno de coalición “más progresista de la historia de España” se alinea con los victimarios y se olvida de las víctimas; una vez más, el Gobierno del Estado español responde a los intereses del corrupto régimen monárquico-burgués del modelo internacionalizado surgido de la Transición; una vez más, la añoranza colonialista sobre América Latina establece la “política de Estado”, que no es otra cosa que la sumisión a los intereses del imperialismo de los EE. UU.; una vez más, el Estado español se manifiesta como “esclavo por una parte y servil criado por la otra” (Silvio Rodríguez).

Victor Lucas

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