Tras el fallecimiento de su esposa y compañera Jenny von Westphalen el 2 de diciembre de1881 y de su hija mayor, Jenny Marx, el 11 de enero de 1883, Karl Marx, debilitado por diversas dolencias, recibió un duro golpe que agravó su estado de salud y le produjo la muerte el 14 de marzo de 1883, hace ahora exactamente 140 años.

Marx tenía entonces 64 años, y ante su tumba en el cementerio londinense de Highgate su amigo y camarada Friedrich Engels pronunció un memorable discurso en el que entre otras cosas dijo: “Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana (…). La ley específica que mueve el actual modo de producción capitalista y la sociedad burguesa creada por él”. Afirmando finalmente que “su nombre vivirá a través de los siglos, y con él su obra”.

Ante todo, y esto es reconocido hasta por sus adversarios, el marxismo es una concepción del mundo. Es decir, una visión simbiótica de la naturaleza y el hombre. Pero ¿cuáles son hoy las grandes concepciones del mundo? Tres son las concepciones que podemos considerar: 1) La concepción cristiana desarrollada por los teólogos cristianos, reducida en lo esencial a una jerarquía de “actos”, “valores”, “formas” y personas, y en la cima de esa jerarquía el Ser Supremo, el Espíritu puro, el Señor-Dios. Una doctrina, pues, que pretende dar una visión de conjunto del universo, y que fue formulada con el mayor rigor y amplitud  a lo largo de la Edad Media, es decir entre los siglos V y XVI. 2) La concepción individualista, aparecida a finales de la Edad Media, siglo XVI, y defendida hasta nuestros días por numerosos pensadores, (Nietzsche (1844-1900), por ejemplo). En esta concepción del mundo el individuo (y no la jerarquía) es la realidad esencial; determinándose en su fuero interno la capacidad de establecer relaciones entre las ideas o conceptos y la de obtener conclusiones o formar juicios. Lo que conocemos como la Razón. La defensa de esta idea se basa fundamentalmente en “la armonía natural de los hombres y de las funciones humanas”. Igualmente, en la relación entre el interés individual y el interés general, entre los derechos y los deberes, entre la naturaleza y el hombre. Es esencialmente la concepción burguesa  del mundo; si bien ella puede adquirir un carácter pesimista y autoritario en función del agravamiento  de la crisis capitalista, como se evidencia en nuestros días. Y por último, y 3) La concepción marxista del mundo. Esta concepción no acepta una jerarquía especulativa fuera de los individuos,  y no se deja encerrar en la conciencia del individuo y en el examen de esta conciencia aisladamente. Por tanto, considera realidades que escapan al examen de la consciencia individualista. Es decir, las realidades naturales (naturaleza, el mundo que nos rodea), prácticas, como el trabajo, o sociales e históricas como la estructura económica de la sociedad, las clases sociales, etc. Igualmente, la concepción marxista constata las contradicciones en el hombre y en el seno de la sociedad humana, y determina que el interés individual o el de ciertos grupos o clases no se corresponde espontáneamente con la razón, el conocimiento y la ciencia. Deduciéndose que la armonía entre la naturaleza y el hombre, que individualistas como Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) habían creído descubrir, no existe realmente.

El hombre, pues, lucha contra la naturaleza para vencerla, dominarla con el trabajo, la técnica y los conocimientos científicos. Y es así como el hombre llega a ser él mismo. Actitud que plantea problemas y dificultades, pero al mismo tiempo posibilidades de conseguir victorias y progreso gracias al combate y a la acción. Por consiguiente, el marxismo aporta una toma de conciencia del mundo actual a través de la teoría de las contradicciones y de sus resoluciones, así como de su relación con la realidad social de la sociedad capitalista a partir de su contradicción fundamental: el proletariado, la clase obrera. Poniendo en evidencia, además, que el enriquecimiento capitalista obtenido por “la explotación del hombre por el hombre” implica sometimiento y empobrecimiento de esa clase social trabajadora. Contradicción esta que lleva implícita y a término una clara sentencia de muerte para ese sistema de producción y dominación. En este sentido, se puede estimar que el marxismo nació, dialécticamente hablando, como consecuencia de ese sistema de explotación, es decir, del desarrollo de la gran industria, y por tanto de su proletariado industrial. En consecuencia la concepción marxista del mundo se presenta como la noción que analiza científicamente ese mundo “moderno” (el capitalismo), sus contradicciones y problemas, aportando al mismo tiempo soluciones científicas y racionales para superarlo.

Condiciones objetivas y subjetivas

Hoy, sumidos en una grave crisis estructural del capitalismo que acrecienta escandalosa e insoportablemente la desigualdad social, y al borde de un cataclismo mundial de imprevisibles y dramáticas consecuencias, las tres concepciones del mundo más arriba descritas subsisten aún en este decrépito sistema capitalista. Sin embargo, sólo la concepción marxista de ese mundo injusto y explotador es la que penetra, con la intención de transformarlo radicalmente, en el entramado económico, social y político de un sistema que basa su inicua existencia en la explotación del hombre y en la expoliación de la naturaleza en beneficio de una minoría privilegiada y sin escrúpulos. Y ello como resultado de un ineluctable proceso materialista de la evolución dialéctica de la historia que ha ocasionado, impulsado por los conflictos de clase (materialismo histórico), el desarrollo de los diferentes modos de producción a lo largo del tiempo: comunismo primitivo, sociedad esclavista, feudalismo, capitalismo y socialismo-comunismo. En este último modo de producción con el objetivo primordial de socializar los medios de producción, extinguir las diferentes clases sociales y ejercer el poder a partir de la dictadura del proletariado sobre la burguesía. Un objetivo de total vigencia pese a la desaparición del “socialismo real” en algunos países europeos en el pasado siglo XX (resultado igualmente de la lucha de contrarios), ya que  las contradicciones internas del capitalismo, por mucho que se le apuntale y reforme, llevan implícitas su propia destrucción. Una cuestión de tiempo, pues como vemos las condiciones objetivas existen, pero también cuestión de toma de conciencia de clase y organización revolucionaria del proletariado (condiciones subjetivas), así como de una profundización en la teoría científica marxista (conjunto de ideas políticas, económicas y sociales) que esencialmente sigue siendo el instrumento indispensable para que unido a las enseñanzas del leninismo conseguir enterrar al capitalismo.

¿Que ha muerto Marx? ¡Las ganas!  

José L. Quirante 

uyl_logo40a.png