Disponer de un SERVICIO PÚBLICO DE PENSIONES no es una obra caritativa de aquellos que “trabajan por España” sin descanso ni, todavía menos, una desafortunada ocurrencia de la clase obrera.
El establecimiento de un Sistema Público de Pensiones, con sus características de universalidad, de reparto, intergeneracional y solidaridad, es un logro de décadas de luchas de la clase trabajadora. Por consiguiente, es un logro irrenunciable e incuestionable. No hemos de admitir los muy interesados y cínicos lamentos que cansinamente aducen la insostenibilidad de las pensiones y las necesarias reformas consistentes siempre en facilitar el acceso a la banca y otros fondos buitres al enorme botín que suponen los fondos del sistema público. Reiteramos: el SPP no se cuestiona y no prescribe. Es una conquista social universal que marca toda una época de logros de la clase trabajadora, un logro civilizatorio conseguido por el sacrificio y lucha de la clase, vigente bajo cualquier sistema social o gobierno de turno. Tan social, civilizador y universal como fue en su día la abolición de la esclavitud y la servidumbre. Tan eminente como deseamos que sea la extinción del patriarcado y la supresión del machismo.
Este es el principio básico a mantener ante la presentación de cualquiera de los insidiosos, falsos y cínicos intentos del enemigo de clase en su afán de “buscar vías para conseguir la viabilidad y sostenibilidad de las pensiones”. La clase obrera no debe consentir ser privada de ese logro; por el contrario, ha de persistir en fortalecerlo y mejorarlo continuamente.
Añadimos como segunda cuestión que la productividad y la producción han aumentado de forma colosal desde mediados del siglo pasado, mientras que las rentas salariales han disminuido progresivamente. Al mismo tiempo, los dividendos de la banca y de los fondos de inversión, las grandes fortunas (con nombres y apellidos) y el número de millonarios han aumentado continuamente. Es inadmisible, por lo tanto, consentir que las condiciones de vida y trabajo retrocedan a finales del siglo XIX. La productividad lo es del trabajo exclusivamente.
En la nueva reforma aprobada “para garantizar la viabilidad del sistema”, ofertada por el gobierno de coalición, se tararea el mismo estribillo repetitivo y cansino sobre insostenibilidad. Y bajo ese soniquete, aderezado con una mayor imposición a determinadas cotizaciones altas, y un aumento ridículo a las pensiones más ínfimas, ocultan que lo significativo de esta “reforma” consiste en ampliar el cómputo de la cotización, por lo que se empobrece más al futuro pensionista y se deteriora más el SPP, ya que dificulta el acceso a la pensión pública, al tiempo que disminuye la cuantía de su percepción; persiguiendo afianzar en la conciencia colectiva la impostergable necesidad de los fondos de pensiones privados. Se trata de afianzar en la clase trabajadora la fantasmal necesidad de acudir a otras posibilidades para el mantenimiento de la vejez: de nuevo, los planes de pensiones privados.
La finalidad reformista del sistema se encamina hacia un objetivo muy diferente, es muy otra. Y bajo la negra capa y ancho sombrero del decrépito capitalista se vislumbra su única condición: la del insaciable vampiro chupasangre, codicioso e impaciente por acceder al fabuloso botín de las pensiones y de la Seguridad Social en su conjunto.
Por tanto, se mantiene en vigor nuestra tabla reivindicativa:
1. Pensiones a los presupuestos. No a la diferenciación de financiación del SPP (exclusivamente solo el SPP “goza” de hucha de las pensiones; ¿acaso hay una hucha para el ejército, la judicatura, para la niña princesa o…).
2. No a los planes privados, sea cual sea su carácter.
3. Reducción de la edad de jubilación.
4. Pensión mínima revisable (1.500 €, sin exclusiones).
5. Eliminación de la brecha de género.
TODO PARA LA CLASE OBRERA. LA LUCHA ES EL ÚNICO CAMINO.
Julio Mínguez