Haití fue el primer territorio del continente americano que se independizó de su metrópoli, en 1804. Acostumbrados a recibir noticias de los desastres naturales que la isla padece tanto en forma de terremotos como en forma de huracanes o ciclones, que arrasan los Estados caribeños, es la parte de la isla La Española (formada por Haití y la República Dominicana) donde el empobrecimiento creciente ha sido el proceso recurrente en los más de dos siglos de su presunta independencia.

Es un país montañoso donde se suceden los plegamientos, fosas tectónicas, llanuras y valles estrechos que dificultan la producción agrícola, principal sector de ocupación de una población mayoritariamente negra, que fue uno de los destinos del tráfico de esclavos negros que, procedente del continente africano, fueron conducidos para emplearse en las plantaciones en las condiciones más infames e inhumanas conocidas.

Su liberación de la metrópoli francesa la hace mantener desde entonces la impronta arquitectónica y estilística, principalmente en la capital, Puerto Príncipe, pero su evolución histórica ha estado marcada por la proximidad a las costas del ocupante norteamericano, que ha cercenado permanentemente cualquier atisbo de verdadera soberanía. La famosa enmienda Platt impuesta a Cuba a comienzos del siglo XX en su constitución para atar de pies y manos cualquier veleidad no tuvo homóloga en Haití, porque implícitamente se aplicaba a partir de lo que se ha denominado el período de “la diplomacia del dólar”, donde el imperialismo orquestaba la isla a través de dictadores, como el criminal Duvalier, que disponía de sus escuadrones de la muerte (Tonton Macoute).

Si se tuviese una mínima y dogmática interpretación religiosa católica de la vida en este planeta, podría justificarse la situación del pueblo haitiano por un olvido divino. Así, podríamos razonar por qué un país que ocupa el puesto 83 en población (considerado este dato como factor de riqueza) es el 144 en PIB, siendo cada vez más caótica su posición, ya que el último dato disponible por organismos económicos internacionales informa que sus 17 758 millones de dólares han supuesto una pérdida real del 1.80 %, acentuando aún más su ranking de ser el país más pobre de América, en la que mora (porque no viven) más del 80 % de sus habitantes. Esta es la triste realidad de Haití.

En este estado de cosas se producen las distintas intervenciones que, siendo permanentes, son de naturaleza y objetivos antagónicos en algunos casos, manifestándose de forma más brutal cuando la tierra ha rugido violentamente, siendo el último capítulo el terremoto de 2010. La intervención por “mantener el orden” (es decir, la injusticia y diferencias crónicas de clase) lo realizan los marines norteamericanos armados hasta los dientes para controlar las bandadas de ciudadanos que buscan un mínimo paquete de comida, ya que, en un “Estado fallido”, como es Haití, no existe ningún cuerpo oficial de seguridad, operando en su lugar bandas organizadas de maleantes y mercenarios. Otra intervención es la de “los cascos azules de la ONU”, que, mandatados por este organismo internacional, debe emplearse en una “acción humanitaria” para ayudar a la población en los asuntos más inmediatos y urgentes, así como en la distribución ordenada de las ayudas que se envían principalmente en las grandes catástrofes naturales. No cabe en este artículo explicar el comportamiento de estos dos ejércitos donde un importante porcentaje de sus miembros no pasan el control de alcoholemia ni el antidopaje.

Pero, afortunadamente, para los haitianos hay un cuerpo de ejército más numeroso, compuesto por distintos niveles de capacitación y de compromiso, que no se emplea en la represión ni en la coerción y que llega a los rincones más desasistidos de la isla. Eso es, estamos hablando del ¡ejército cubano de las batas blancas!, ese ejército incombustible, abnegado, entregado, que no da un paso atrás y que está armado de empatía, estetoscopio, aguja e hilo, vendas, cariño, y, como dicen los cubanos revolucionarios, ¡amor… mucho amor!

El pueblo haitiano también encontrará su momento de Gloria en la Historia.

Victor Lucas

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