La división territorial histórica de Yemen forma parte de los enfrentamientos y dominaciones que a lo largo de la historia han determinado las fronteras de países y el dominio del mundo colonizado.

El resultado geográfico de Yemen es la consecuencia de continuas batallas desde que en 1497 Vasco de Gama invadió la zona. Al igual que muchos otros países, la situación fue inestable, enfrentando continuas guerras colonialistas.

La estratégica posición de Aden, en el golfo que lleva su nombre, fue invadido por tropas de Gran Bretaña desde 1839 hasta 1965. Al igual que en otras regiones, las colonias se convirtieron en protectorados, dando paso, en el sur, en el año 1978 a la constitución de un gobierno que lideraba un país libre de colonialismo: La República Democrática Popular de Yemen.

Por otro lado, Yemen del Norte recibía importantes apoyos del imperialismo norteamericano.

En 1988 los dos gobiernos llegaron a acuerdos de convivencia, que apenas duraron unos años, ya que en 1990 se desató una guerra que acabaría con la derrota del gobierno de República Democrática Popular de Yemen, y la llamada “reunificación”.

Las etnias y religiones han sido un argumento utilizado siempre para enfrentar a los pueblos, a pesar de que Yemen no representaba un peligro inminente para el imperialismo norteamericano, su liberación cómo colonia, sólo era un paso para cambiar de dueño, y en 2011, se aprovecharon las diferencias para llevar el terror bajo el nombre de “primaveras árabes”. El imperialismo puso sus garras en reconocidas zonas estratégicas por su riqueza mineral, petrolífera o su situación geográfica.

En el año 1921, el gobierno de Arabia Saudí se apropió de una región fronteriza con Yemen, desde entonces hasta la actualidad, ha mantenido una posición de hostilidad permanente contra Yemen, ya que este país está situado en uno de los golfos que facilitan a Arabia Saudí salida al mar, concentrando su interés en mantener la debilidad de Yemen para asegurarse la violación de espacios marítimos y aéreos.

La incansable codicia del imperialismo, argumentando que Yemen era aliado de Irán y por lo tanto constituía un peligro, declaró una intervención militar con el nombre de “tormenta decisiva” que liderada por Arabia Saudí, se aliaba con Egipto, Marruecos, Jordania, Sudán, Kuwait, Emiratos Árabes, Qatar y Bharéin, y provocaban una guerra contra el pueblo de Yemen que se sostiene desde hace más de 10 años.

En los meses previos a la intervención bélica en Yemen, Arabia Saudí y sus socios promovían una supuesta defensa, escenario en el que no faltaron manifestaciones de políticos afines a Arabia Saudí se erigían protectores arropando la decisión de arrasar el país, bloquearle y bombardearle hasta la muerte.

La contradicciones de imperialismo se hicieron patentes desde el principio, pero tuvo sus puntos álgidos de mentira flagrante, en el año 2021, el gobierno de España vendía armas por valor de 2.000 millones de euros a Arabia Saudí para utilizarlas contra el pueblo de Yemen, al mismo tiempo que hacía una mínima aportación a los desastres que estaba causando la guerra. La Unión Europea cómplice a través de sus países de la agresión, recogía limosna denunciando la hambruna a la que se sometía a Yemen, al mismo tiempo que se enriquecían con la fábrica de armamento. Es la posición hipócrita que históricamente ha tenido el imperialismo para invadir, intervenir o bloquear a los países que aún no forman parte de su control, declararles la guerra y al mismo tiempo pedir limosna para paliar los efectos de una agresión que ellos mismos provocan.

Las cifras de victimas varían en función de quien las difunde, pero todas coinciden en la sangría humana que la guerra está promoviendo.

UNICEF dice que cada 10 minutos muere un niño yemení por causas evitables, millones de niños enfrentan en 2023 la malnutrición, casi 15.000 niños y niñas han sido asesinados en bombardeos y otras acciones militares de Arabia Saudí y sus aliados.

La violencia bélica que cada día arrasa el país somete a la población a niveles de sufrimiento que difícilmente puede soportar un ser humano.

El gobierno de España, en la última década ha sido y es cómplice de este desastre humanitario. Si facilitan las armas a los asesinos, el cómplice también es un asesino.

Teresa Pantoja

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