Desde las páginas de este órgano, venimos expresando reiteradamente la importancia que tiene la huelga como herramienta de lucha de la clase obrera para la consecución de sus reivindicaciones frente a la patronal. Pero la realidad nos muestra que tal herramienta escapa de las manos de sus legítimos dueños, la clase obrera, y es utilizada por algunas organizaciones sindicales, en más o menos medida, para su propia conveniencia, primando el interés particular del sindicato en cuestión sobre el interés general de los trabajadores y trabajadoras en lucha. Incluso, cuando inicialmente la huelga es convocada por la propia plantilla, llegan algunos sindicatos en “apoyo” de esa movilización que, al final, la desvirtúan por el protagonismo excluyente que tal sindicato de turno impone.
Cuando un conflicto laboral surge, cada vez es más común, afortunadamente, que también surja un movimiento de solidaridad por parte de obreras y obreros, no solo del mismo sector de producción o del entorno territorial, sino que se extiende a otros sectores y territorios incluso por todo el estado y, en ocasiones, más allá de sus fronteras. Este movimiento de solidaridad es el que dota de una extraordinaria fuerza a la lucha que se está llevando a cabo en una fábrica o en un sector determinado, pues deja de ser una lucha aislada para pasar a ser asumida por gran parte de la clase obrera como suya. Durante la huelga del metal en Cádiz en noviembre del 2021, se recibieron multitud de muestras de solidaridad de todo el estado español, desde Vigo, Ferrol, Euskal Herria, País Valencià o Asturias, por ejemplo, llegaron apoyos de compañeros y compañeras, incluso se recibieron mensajes solidarios desde Paraguay o Argentina. Se dio el hecho de que compañeros y compañeras de una empresa del sector del metal, Tubacex, situada en Euskal Herria, se desplazaron hasta Cádiz para traer el apoyo de una plantilla que ese mismo año habían mantenido una huelga durante casi ocho meses en las plantas de Llodio y Amurrio, así como fondos para la caja de resistencia. Ahora, son compañeros del metal de Cádiz los que se desplazan hasta Gazteiz para apoyar a compañeros represaliados por la huelga de Tubacex. Todo un ejemplo a seguir.
Pues bien, volviendo al tema que nos ocupa, cuando una determinada organización sindical, para preservar su protagonismo, realiza una tarea de tutelaje sobre el colectivo obrero en lucha, de tal modo que cuestiona y entorpece el acercamiento de otros colectivos, ya sean sindicales o sociales, al final lo que está impidiendo precisamente es que dicho colectivo reciba el apoyo y solidaridad del resto de la clase, llevándolos a un aislamiento que en nada ayuda al desarrollo de la movilización, pues aún en el caso de que se consigan finalmente los objetivos que determinaron la huelga, estos compañeros y compañeras habrán visto mermada la posibilidad de aumentar auténticamente su conciencia y su aprendizaje para futuras luchas, quedándose tan solo con una caricatura de victoria y con la absurda idea de que ellos solos podrán enfrentarse con éxito a todas las embestidas de la patronal. De lo que se trata, en definitiva, es lo que ya Karl Marx expresó como “batalla de ideas” en su crítica a la filosofía alemana moderna, allá por 1840, y que pasando por Gramsci ha llegado hasta la Revolución cubana, entre otros, en la actualidad. Individualismo versus colectivismo. La ideología de la burguesía, como clase dominante, impregna todos los ámbitos de la vida social y el proletariado aún no es inmune a su influencia y por ello, incluso en organizaciones sindicales que presumen de ser “de clase” se pueden observar estos comportamientos aberrantes que perjudican enormemente la posibilidad de elevación de conciencia entre colectivos obreros, quienes solo se quedarán con una triste caricatura de lo que verdaderamente es la lucha de la clase obrera y los privará de tomar conocimiento del concepto de solidaridad, que en suma, es una de las armas más potentes de las que dispone, en su arsenal, la clase obrera para su liberación.
F.J.Ferrer