“En cuestión de pobreza y precariedad, mujeres, jóvenes y migrantes siguen en primer plano"

El filósofo Aristóteles, en una de sus muchas sentencias, afirmó que “lo que con mucho trabajo se adquiere, más se ama”. Pareciera pues, que el capitalismo actual, decadente, decrépito, se hubiera afiliado al peripatetismo aristotélico para, en nombre de su “infinita bondad” y altruista “tutela”, hacernos amar las cosas (mercancías) por encima de todo lo demás.

Los datos lo dejan claro. Cada vez hay que trabajar más para tener menos. Según la consultora Adecco, cada trabajadora o trabajador, perdió solo en 2022 un 4 % de su poder adquisitivo. Esto aun teniendo en cuenta las subidas salariales. Desde el 2017, la pérdida acumulada sería de unos 523 euros anuales por cabeza.

El problema añadido a estos fríos datos es que, como de sobra sabemos por propia experiencia aristotélica, la adquisición de aquellos productos necesarios, no suntuarios, superficiales o fútiles, los que sirven para mantener firme nuestra base piramidal maslowiana, han sido los más afectados por la subida de precios.

Los alimentos aumentaron su coste un 14,7 % en 2022.  En 2023, las patatas subieron un  17,9 %, la carne de porcino un 10,5 %, los alimentos para bebé 10,4 %, el pescado y marisco seco ahumado un 10%,  el aceite de oliva…

Otro de los pilares básicos que permiten la reposición de nuestra fuerza de trabajo es la vivienda. Respecto a esto, un informe de Fotocasa, el portal inmobiliario, afirma que en la última década, las rentas de alquiler han aumentado un 51,4%; mientras que en los últimos siete años (hasta 2022),  el precio medio de la vivienda nueva y usada se revalorizó un 31 %. La tasadora Euroval pronostica que el precio de la vivienda seguirá creciendo hasta 2025, un 6%.

En relación a esto, la escalada de tipos de interés ha disparado el euríbor. Para quienes tuvieron la suerte de adquirir en propiedad una vivienda, las hipotecas a tipo variable se han encarecido entre 2022 y la actualidad un 50%.

En lo que respecta al carburante, desde principios de julio, el precio del litro de gasolina se ha incrementado un 7,34%, mientras que el de gasóleo se ha encarecido más de un 11%. En consecuencia, en invierno nos calentaremos con amor patrio, a falta de subidas salariales que nos permitan poner en “on” la calefacción, aunque siempre nos quedará el consuelo de mantener a raya nuestra huella de carbono.

Hemos recopilado alguno de estos números sobre el incremento del coste de la vida, porque esto, junto con la cuantía salarial y los servicios públicos, determinan a fin de cuentas, nuestro nivel de vida. Su importancia para medir la precariedad de nuestra clase es obvia. Sería impensable anunciar una bajada salarial del 10%, de forma unilateral por cualquier empresa o sector y mantener la paz social; sin embargo, los precios han subido más que ese 10% y las subidas salariales no llegan de media a superar el 3%. Los servicios públicos se deterioran y se privatizan y el pacto social claudicante, sigue aposentado en la política de los “agentes sociales”.

El 17 de octubre, se celebró el día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. Este día habría que situarlo en el baúl de los días fracasados o en el de los propósitos no cumplidos. La tasa de riesgo de pobreza o exclusión social, sitúa al 26% de la población en España, unos 12,3 millones de personas, en esta condición. Como siempre, las mujeres, la juventud y las personas migrantes, son quienes más sufren esta lacra que sostiene los privilegios de unos pocos.

A pesar de la aprobación de la Reforma Laboral “ultraprogresista” que nos colocó el gobierno del PSOE-UP, el 16 % de los hogares con personas trabajadoras son pobres. La causa de esta paradoja no puede ser otra que los malos salarios, la temporalidad y el descenso de las horas trabajadas. Aquello que se llamó flexiseguridad, se abre camino gracias a la no-reforma laboral que la socialdemocracia, capitaneada por Yolanda Díaz, intentó colar como la panacea del triunfo del Trabajo y que no es más que la normalización de la picaresca y abuso patronal.

En el último año, se han firmado 8,5 millones de contratos fijos discontinuos, lo que se ha convertido en el tipo de contratación sustitutorio de los antiguos temporales. Los periodos de prueba no superados son herramientas para el despido gratuito. De 2021 a 2022, el número de trabajadores que no lo superó, se disparó un 623%. O el Trabajo es cada vez más incompetente o existe un claro fraude de ley.

Y lo peor está por llegar. La crisis en la que nos adentramos, todavía no afecta al empleo como sin duda, acabará haciendo, en el próximo periodo. No hay fórmulas mágicas para nuestra defensa, sino las de siempre; luchar, reforzar las estructuras de contra-poder populares, recuperar el sindicalismo de clase, destapar el clientelismo del pacto social y afianzar el papel de nuestra principal herramienta de lucha, el Partido Comunista.

Kike Parra

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