“¿Qué les pasa a nuestros jóvenes? No respetan a sus mayores, desobedecen a sus padres, ignoran las leyes, su moralidad decae.” (Cita atribuida a Platón en el 330 a.n.e.)

Como podemos ver, a lo largo de la historia, la juventud ha sido objeto de numerosas críticas que destacan las supuestas fallas en su carácter y valores. No obstante, debemos tener en cuenta la función que cumplen este tipo de afirmaciones en la actualidad. En este sentido, Karl Marx afirmaría: “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época […] (Marx, 2007, p 31)” es decir, que las ideas que prevalecen en una sociedad son aquellas que benefician a la clase dominante en esa sociedad en un momento determinado. En este marco, la narrativa que presenta a la juventud como personas que “no se esfuerzan” o “no tienen valores” etc. nace de una ideología que busca desviar la atención de las verdaderas problemáticas sociales. Así mismo, en lugar de examinar críticamente el sistema que condiciona las oportunidades y el desarrollo de la juventud obrera, se perpetúa una narrativa que estigmatiza y culpabiliza a las nuevas generaciones.

Además, cabe destacar la gran cantidad de adversidades que la juventud de extracción obrera y popular experimenta al ingresar al mercado laboral, donde la precariedad y la explotación se manifiestan de formas muy diversas: falsos autónomos, contratos temporales encadenados uno tras otro, horarios imposibles o cobrar sin cotizar, son solo algunos ejemplos de la realidad de los y las jóvenes trabajadoras.

A esta situación, se le suma la dificultad para independizarse debido al elevado costo de la vivienda. En este sentido, la expectativa de independencia, choca con la realidad de un mercado inmobiliario que, impulsado por intereses especulativos, eleva los precios a niveles inalcanzables. Esta barrera económica no solo afecta la autonomía de la juventud, sino que también perpetúa la dependencia económica, dificultando la construcción de un futuro sólido.

Por lo tanto, en lugar de señalar a los jóvenes por no "esforzarse lo suficiente", los y las comunistas debemos ir más allá en nuestro análisis y cuestionar el modo de producción que perpetúa la inaccesibilidad de la vivienda y la explotación laboral creando nuevas formas para ella, obstaculizando el progreso y la independencia económica de una vida digna a las nuevas generaciones.

En cuanto a las generaciones mayores, no se puede olvidar cómo estos discursos también los afectan a ellos. En este sentido, es habitual que se relacione la vejez con no trabajar y ser una "carga" para la sociedad. Sin embargo, esta percepción está lejos de la realidad y, nuevamente, se puede entender a través del prisma de las ideas de la clase dominante, según la cual, aquellos que son menos productivos, son, por definición, menos valiosos.

En este escenario, la solidaridad obrera y la consciencia de clase son fundamentales. Es esencial que las generaciones se unan, reconociendo que la explotación no distingue entre jóvenes y mayores, y combatir los discursos que desvían la atención del modo de producción imperante a críticas individuales.

Guillem Rullo.

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