Para el PCPE, el Movimiento Obrero debe ser el principal dique de contención del tsunami de cultura e intereses de la burguesía que va inundando los cimientos de un Estado cada vez menos social y donde solo se guardan las apariencias.

Las matemáticas no engañan y las cifras son muy claras: hay mucha más clase obrera que burguesía, muchas más trabajadoras y trabajadores que empresarios, y muchos más pobres y con dificultades económicas para sobrevivir que ricos. Sin embargo, el sistema está hecho por y para la burguesía mientras gran parte de la clase obrera no entiende ni tan siquiera que no son clase media, que eso no existe, que es una clase aspiracional.

En las últimas huelgas generales, hace ya tiempo (2010 y 2012) se gritaba eso de “No hay otra manera, o con la Patronal o con la Clase Obrera”. Es un slogan que determina las diferencias de clase. Uno de los grandes logros del capitalismo ha sido sin duda la división de la clase obrera, que los representantes sindicales de los trabajadores se peleen entre ellos para conseguir representación en lugar de para representar a las plantillas frente al empresario es lo habitual y algo que está normalizado. 

Hoy hay un número incalculable de organizaciones sindicales que dicen defender los intereses de las y los trabajadores, esto es fruto de la decadencia sindical de las centrales mayoritarias, pero sin lugar a duda también de la visión cortoplacista de algunas organizaciones que solo les preocupa su entorno más cercano.

Los procesos electorales deberían ser la expresión de la voluntad popular y, por tanto, un reflejo de lo que piensa la sociedad o las trabajadoras y trabajadores de una empresa si las elecciones son sindicales.Estas elecciones sindicales son lo más parecido a una democracia obrera a la que podemos aspirar en el sistema capitalista. En las elecciones parlamentarias vemos cómo poco a poco el índice de abstención se consolida y va del 20 al 30%, llegando en estas últimas europeas al 50.78%. Sin embargo, en las elecciones sindicales, la abstención había sido residual, ya que, cuanto más cerca tenemos la toma de decisiones, más implicación hay del colectivo. Y la realidad sindical históricamente estaba muy ligada al centro de trabajo, a las asambleas. La delegada o delegado estaba junto a sus compañeros, pero esta realidad cada día es más lejana. Hoy la mayoría de los representantes de los trabajadores son sujetos extraños en el colectivo obrero, son liberados que solo pisan las empresas en elecciones y se reúnen antes con el Jefe que con la plantilla.Llegado el conflicto negocian al margen de obreras y obreros.

Pero en las elecciones sindicales aún hay obreras y obreros que saben lo que se juega.Se entiende que el representante sindical debe ser bueno para nuestros intereses, claro, si está en contacto permanente con las plantillas y es conocedor de sus problemas e inquietudes o muy peligroso si dejamos que lo ponga la misma empresa, ya que puede firmar un ERE, cambios de turnos, de horarios, congelaciones y un largo etcétera. Lo que este acuerde con la empresa será difícilmente recurrible.

Las elecciones sindicales son una importante conquista laboral que el proletariado consiguió tras años de luchas, ya que, fruto de ellas, nace la negociación colectiva. Es decir, elegimos quién nos representa y esta o este compañero negocia por mandato de todo el colectivo, protegida o protegido por unos derechos que le permiten hacerlo sin el miedo a la represalia y el despido, disponiendo de horas para poder estudiar las mejores propuestas, para analizar y consultar a las compañeras y compañeros y con el Sindicato. Si ese derecho se desvirtúa, si el delegado lo pone la empresa, si el sindicato, en lugar de buscar al mejor representante de la plantilla, entra en el despacho del jefe a pedir un delegado, la cosa pinta mal. Muy mal.

Celebremos que se vuelve a la práctica de acciones públicas y organizadas de solidaridad en el seno de la clase obrera, se comienza a superar ese modelo reduccionista de la actividad revolucionaria que, se basa y centra en el mensaje, hoy vídeo, del dirigente o compañero, mensaje que no trasciende más allá de las personas que ven o escuchan una determinada red social. Ese modelo cibernético que nos lleva al aislamiento, al más profundo ¨ostracismo¨, modelo impuesto por las élites burguesas, aceptado sin rechistar y divulgado por la aristocracia obrera hoy representada por el sindicalismo del pacto social. Pero autocritiquémonos y aceptemos que todos hemos sido inducidos por esa cultura, impuesta por la clase en el poder, del ser individual que pretende resolver los asuntos desde su individualidad y generalmente se expresa a través de los medios de información y entretenimiento del capitalismo. En ocasiones quienes graban o mandan el mensaje, intentan mostrar una posición de autoridad moral, política e ideológica que para nada representa ni determina liderazgo alguno, nos limitamos a grabar un vídeo, eso sí con la mejor de las intenciones y con ello consideramos que hemos ejercido de revolucionarios. Modelo que será útil en ocasiones para convocar, pero jamás será la herramienta desde la que desarrollar la batalla.

Una o un dirigente obrero revolucionario, si se enmarca en un partido comunista, debe enfrentarse a todas las alienaciones, manipulaciones e intenciones de la burguesía, con la que pretenden individualizar y por consecuencia, aislar a obreras y obreros.

Ante la agresividad de la burguesía, ejercida ésta en primer lugar en los centros de trabajo y fabriles, en los que como sabemos se expresan las contradicciones principales entre clases, el dirigente revolucionario, la vanguardia proletaria debe organizar a compañeras y compañeros, organización que no se limitará simplemente a las cuestiones de carácter económicas, elevada la organización, debe dar la batalla en cuestiones amplias que afectan a las masas obreras.

Para entender lo que se relata a continuación, situamos una definición de lo que es una Mutua de Accidentes, como se las conoce entre las trabajadoras y trabajadores: una Mutua es una asociación de empresarios sin ánimo de lucro que colabora con el sistema de la Seguridad Sociall en la gestión de importantes prestaciones del sistema de Seguridad Sociall como son las contingencias profesionales, la incapacidad temporal o el cese de actividad de los trabajadores autónomos.

De entrada, la misma definición contiene elementos que nos indica su auténtica naturaleza. Primero, una Mutua es una asociación de empresarios. No haremos mucho caso a la broma de sin ánimo de lucro, pues si bien, de forma directa, no obtiene un lucro directo, lo obtiene, y a base de bien, a través de su gestión. En segundo lugar, gracias a la generosa cesión por parte de la Seguridad Social de la gestión de las contingencias profesionales, esto es, los accidentes de trabajo, y de la incapacidad temporal, esta asociación de empresarios pasa a gestionar todo aquello que, de una forma u otra, afecta a la salud de la clase trabajadora, tanto en lo que se refiere a los accidentes de trabajo como a enfermedades comunes no laborales. De forma muy sucinta, se le ha encomendado al lobo cuidar de la salud de las ovejas.

Pues bien, ahora un caso real ocurrido a un trabajador en su centro de trabajo. Este compañero, de unos cincuenta y pico de años, trabaja como personal de mantenimiento en una empresa de hostelería y sufre una caída en altura golpeándose la cadera contra el suelo. Él mismo, con la ayuda del compañero que estaba con él en esos momentos, acudió a su centro de salud, ya que le dolía bastante el golpe recibido. El médico que lo atiende le dice que, tratándose de un accidente de trabajo, debe acudir a su Mutua para recibir atención médica. El trabajador se desplaza hasta la Mutua, que está en otra localidad, donde se le hace una ecografía y se le dice que no aparece lesión alguna recetándosele unos analgésicos. Tras esto vuelve al trabajo, pero en los días siguientes el dolor, lejos de ir a menos, va en aumento, comenzando a cojear visiblemente. Acude de nuevo a la Mutua, donde le dan cinco días de baja y le indican que continúe con los analgésicos y antiinflamatorios. A partir de aquí, comienza un verdadero calvario para el trabajador y su familia. El dolor continúa y comienza a no poder andar, debiendo ayudarse de muletas. A todo esto, la Mutua le da el alta y lo manda a trabajar.

Las cloacas del estado se manifiestan claramente en el proceso judicial que sentencia a cárcel al compañero y compañeras sindicalistas que a través de su intervención sindical pretendían cambiar la situación de sobreexplotación y abusos que sufre una de ellas en la Pastelería la Suiza de Gijón.

Son cinco mujeres y un hombre, entre ellas la trabajadora que sufrió la sobreexplotación y abusos, todas ellas trabajadoras con familia e hijos: taxista, camarera, reponedora, cantante, auxiliar de clínica y docente son sus profesiones. En una manifiesta criminalización del derecho sindical han sido condenadas a tres años y seis meses de prisión, dos años por un delito de obstrucción a la Justicia y 18 meses por un delito de coacciones. Sentencia que tiene un objetivo político, llevar los niveles de represión a su máxima expresión, para usarse como instrumento intimidatorio, alertando a obreras y obreros que, quien se atreve a cuestionar la autoridad burguesa será sentenciado a la indigencia y a la cárcel. Ya no es suficiente con ejercer el derecho sindical sujeto este a las leyes por la burguesía aceptadas, sí, a regañadiendas, pero aceptadas. Supuesta libre actividad sindical recogida en el artículo 2 de la LOLS, la Constitución, la Carta Social Europea y la OIT, es lo que venimos haciendo en las ultima décadas y el resultado es manifiesto en esta sentencia, todas estas leyes y normas están reguladas por los mismos que mandan, oprimen y reprimen en la dictadura del capital.

¿Cloacas del Estado? Sí, en este caso se han conjugado las dos partes de un mismo sistema político y social, por una parte, la del patrón propietario de los medios de producción, comprador de la fuerza de trabajo, que considera, por que históricamente lo hacen que, también había comprado toda la humanidad de la compañera, por otra parte, poderosas fuerzas ideológicas y políticas asentadas en el estado opresor, dictadura del Capital.

Los dueños con una relación muy estrecha con los cuerpos de ¨seguridad¨ y con antecedentes antisindicales, forman parte del grupo de hosteleros que, hace un tiempo pretendía ilegalizar al sindicato CNT.

Hace unos días encontré a un amigo de la infancia, después de los saludos de rigor, los típicos, Jesús me cuenta que está de baja por un accidente sufrido en su puesto de trabajo. Sufrió una caída por un resbalón ocasionado por una mancha de líquidos en el suelo. Caída que le produce una contusión y lo más grave, una rotura del radio y cúbito de la muñeca al apoyar las manos. Como es de suponer, se ve obligado acudir al centro médico, en este le diagnostican dicha lesión y le tramitan la baja laboral, hasta aquí todo normal y dolorido. La radiografía no mostró todo el daño ocasionado y la recuperación se complicó al no haber aplicado correctamente el mecanismo de cura. Algo que parece que es más habitual de lo deseado.

Pasado el tiempo que se le había dado de baja, se le pretende dar el alta, olvidaba mencionar que Jesús ya está en manos del facultativo de la mutua laboral, quien asegura que la muñeca está en perfecto estado, por lo que debe volver a su puesto de trabajo. El trabajador con molestias y dolor insiste que le es imposible poder llevar a cabo su desempeño, el facultativo de la mutua hace oídos sordos a las quejas de Jesús y le da el alta, obligando a Jesús a incorporarse en su puesto de trabajo.

Jesús recuerda a María, su pareja que trabajó en el almacén del manipulado durante varias semanas apoyada en un andador con dolores intensos en la espalda y cintura, la médico de la mutua certificaba que estaba sana. Ninguno de los dos casos aquí expuestos es ficticio, son muy reales y más frecuentes de los que podríamos considerar como de un error facultativo, que ya por sí sería lamentable, pero que podría justificarse.

Como Jesús y María actualmente en el estado español, gobernado este por el gobierno autoproclamado de más progresista de la historia (¿cómo serían los otros?), hay miles de obreras y obreros trabajando en condiciones de salud lamentables, en muchas ocasiones maltratados física y moralmente por galenos al servicio del capital que como misión tiene hacer que las cuentas de los empresarios tengan un resultado positivo. ¿Dónde quedó el juramento de Hipocrático, que antepone la salud y la vida del enfermo por delante de cualquier otro interés? Este parece que en la cartera, en forma de dinero.

Ya hemos explicado en artículos anteriores1 como el gobierno, la patronal y los sindicatos CCOO y UGT están negociando los “planes de pensiones de empleo”, lo que supone un auténtico ataque a nuestro Sistema Público de Pensiones (SPP).

Ante este ataque, los y las actuales pensionistas se están organizando, y de eso hablaremos después, pero y nosotros y nosotras, personas que en el futuro seremos pensionistas. ¿Qué estamos haciendo? ¿Somos conscientes del robo que nos están haciendo? ¿Estamos preparados para que en 10-20-30 años recibamos una pensión de miseria?

Si la dictadura del capital arrecia en la privatización de las pensiones públicas, la clase trabajadora debemos organizarnos para desbaratar sus planes. Hay que intensificar la lucha en defensa del SPP. Y para eso hay que sumar también, además de a los actuales pensionistas, a los trabajadores y trabajadoras en activo, y a la juventud obrera a este frente de lucha. En los centros de trabajo debemos intensificar e insistir en la organización de clase, superando con ello la actual venta de intereses que llevan a cabo los denominados agentes sociales.

Toca organizarse y tejer alianzas, pero ¿con quién?

Varias son las organizaciones que agrupan a los y las pensionistas en el Estado español. De entre ellas hay una que aglutina y une fuerzas de decenas de asociaciones y plataformas locales. Se trata de la Coordinadora Estatal por la Defensa del Sistema Público de Pensiones (COESPE). Es la que dispone de una mayor potencialidad gracias a los colectivos de base que la componen. Los que están en la calle los “lunes al sol”. Es fundamental que estas plataformas unan esfuerzos con más colectivos y sindicatos que en la práctica demuestren ser “de clase”. Verdaderamente independientes. Que apuesten por la unidad de acción con otras organizaciones. Es con estos colectivos con los que conquistaremos nuestras metas. Y en un lugar serán unos y en otro lugar serán otros.

Nalanda (Obralia) fue fundada en el año 2000 por un grupo de grandes constructoras españolas, las mismas que desde hace décadas no tienen personal propio, ni maquinaria, ni medios y que en la ejecución de una obra ponen a un jefe de obra y a un encargado, y el resto lo subcontratan todo.

Es obvio que el negocio es rentable. Ellas son adjudicatarias de las grandes obras públicas (y cuando no hay inversión pública también entran en el sector de la obra privada), sin arriesgar un céntimo. Dado que todo se subcontrata, los precios a los que subcontratan han de ser inferiores a los que ellos mismos han contratado, a cambio tienen un coste de estructura (cada vez más pequeña porque recordemos no tienen casi personal operario) y nada más, porque, además pagan cuando les da la gana, con lo que el beneficio financiero está garantizado. Y ello pese a que la ley de contratos del Sector Público (ley 9/2017) pretendiera rebajar el nivel de subcontratación, aunque a la vez pretendía aumentar la participación de las PYMES a través de la subcontratación…a este nivel estamos, que igual la ley la redactó el desconocido M. Rajoy porque dice una cosa y otra a la vez.

Actúan, por tanto, como una especie de entidad financiera encubierta, y mueven miles de millones de euros.

Pero como nunca es suficiente, en el año 2000 dieron un paso más. La implementación de las leyes de prevención de riesgos, obligaba a mover cada vez más documentos, así que les obligaba a tener administrativos (nada de técnicos de PRL, que por convenio costaban más) para controlar la documentación de las subcontratas, no fuera que por defecto de documentación, la inspección les derivara alguna sanción a ellos… pobrecitos, ellos que ni siquiera tienen personal y tener que asumir una sanción.

A raíz de la noticia que saltaba en los medios a principios de mayo de este año, hemos despertado de un letargo respecto a la reivindicación del tiempo de trabajo.

“La Sala de lo Social del Tribunal Supremo ha determinado que el tiempo que un conductor profesional pasa acompañando al camión que es transportado en un transbordador o ferry cuenta como jornada laboral y no como descanso.”

Sinceramente, en mi cabeza no cabe que ese tiempo que estás fuera de tu casa o de tu lugar de ocio, no fuera tiempo de trabajo… a lo mejor, poniéndole remos al camión, conseguían que el empresario sí lo considerara puesto de trabajo.

Pero pensando en todo esto, daremos un pasito más.

A la clase obrera se la está expulsando de las grandes ciudades o de las ciudades turísticas. La turistificación o gentrificación de las ciudades, de los cascos antiguos (donde aún en malas condiciones sobrevivía la clase obrera) es el detonante actual, pero volviendo la vista a las ciudades industrializadas del siglo XIX, veremos que no es nuevo.

Este tema ya se ha visto y estudiado en este medio más de una vez, pero ahora demos otra vuelta de tuerca.

Si la clase obrera quiere vivir cerca de su centro de trabajo (concentrado la mayoría de  veces en las grandes ciudades), tiene que pagar precios de compra o alquileres imposibles. Un ejemplo clarificador: el precio medio del alquiler en la ciudad de Palma en abril de 2024 es de 15,8 €/m2 (fuente: Idealista.com), con una subida interanual del 13,1 %. Recordemos que el precio de la vivienda está excluido del IPC, y pertenece a esa llamada despreciativamente, inflación subyacente. Hablando en plata, la inflación que nos afecta de verdad a todos: vivienda, energía y alimentación.

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