Hace unos días leí con interés en un periódico digital una entrevista a Eladio García Castro (Ramón Lobato bajo el franquismo), secretario general del Partido del Trabajo, una organización política que se reclamó del comunismo en los años setenta, y en la que yo milité en mi lejana juventud. Después de casi 40 años de silencio, era la primera vez que volvía a tener noticias de aquel dirigente que, opuesto al revisionismo político del PCE, pretendió organizar la revolución en España por aquel entonces.

En la magnífica sala habilitada para la ocasión, Barack Obama escuchaba impasible los discursos que con sus cerbatanas dialécticas lanzaban, uno tras otro, los líderes latinoamericanos y caribeños. Con naturalidad y sin pelos en la lengua, verdades como puños iban golpeando repetidamente los oídos del mandatario yanqui otras veces irremisiblemente sordos. Fueron horas de fuerza y emotividad extraordinarias e insólitas. De esos momentos que solo en contadas ocasiones la Historia escrita en mayúsculas es capaz de procurar.

En esta época convulsa y confusa los “oportunistas de izquierda” (socialdemócratas de todo plumaje) están que trinan con las citas electorales que se avecinan. No hay día que no nos sorprendan con su indómito frenesí y peculiar cacareo.

El restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba anunciado internacionalmente el pasado 17 de diciembre sin que el gobierno de la isla renuncie a ninguno de sus principios es, ante todo una gran victoria de la diplomacia cubana y un éxito personal del presidente Raúl Castro.

El cinismo y la hipocresía en los medios de comunicación burgueses no tienen límites, tampoco en los gobiernos capitalistas que los controlan y amamantan. Ocultación de información, manipulaciones, trolas y engaños son el pan nuestro de cada día; el todo envuelto y presentado en bandeja de plata para consumo de telespectadores, radioyentes o simples lectores. En cada ocasión, y como si de un concurso a ganar se tratara, esa fauna abyecta rebasa cotas de descaro insospechadas hasta ese instante.

Confieso que cuando inicio esta crónica me siento enormemente influenciado por el espeluznante relato que sobre el exterminio de indios y de esclavos negros hace el escritor norteamericano Howard Zinn en su obra maestra La otra historia de los Estados Unidos, de 1492 a nuestros días.

 

Acostumbrado a escribir crónicas para Unidad y Lucha en las que la razón, la ironía y la denuncia procuran mezclarse armoniosamente para producir en el lector/a una reflexión crítica sobre el tema planteado, he de admitir hoy que la horrible masacre perpetrada hace unas semanas por el sionismo más inhumano contra el pueblo palestino, sólo estimula en mí primigenios sentimientos de odio y rencor.

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