Para entender lo que está ocurriendo en esa porción del inmenso continente africano, conversamos con el periodista e investigador español Alex Anfruns.

El Sahel es una región del África subsahariana que, al igual que la mayor parte del continente africano, rara vez ocupa un espacio noticioso en los grandes medios cartelizados de Occidente. Es una región muy pobre, donde el yihadismo y las consecuencias del saqueo colonial y neocolonial han hecho estragos.

Sin embargo, recientemente tres países han saltado a los titulares por una serie de golpes de estado que han llevado al poder gobiernos de corte nacionalista y panafricano. El más reciente de ellos en Níger, ocurrido en julio del 2023, llevó incluso a la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), organización donde Francia tiene mucha influencia, a amenazar con una invasión militar al país.

Para entender lo que está ocurriendo en esa porción del inmenso continente africano, conversamos con el periodista e investigador Alex Anfruns. Alex es español, pero ha residido en Bélgica, Francia y actualmente ejerce como profesor en Casablanca. Ha dirigido el Journal de Notre Amérique y ha sido redactor jefe del medio Investi´action (2014-2019). Es coautor del libro Nicaragua: ¿Levantamiento popular o golpe de estado? (2019) y del documental Palestina: la verdad asediada (2008). Su más reciente libro de investigación se titula Níger: ¿Otro golpe de Estado o la revolución panafricana?

¿La situación en Níger acaparó la atención de los grandes medios occidentales a raíz del golpe de estado ocurrido el 26 de julio de 2023, el cual se conectó con procesos similares ocurridos en Mali y Burkina Faso. ¿Cuál era la situación de Níger previa al golpe y qué factores explican lo ocurrido?

El pasado día 2 de enero, con la acción terrorista llevada a cabo por la entidad sionista de Israel, en la ciudad de Beirut, que tuvo como objetivo el asesinato del dirigente de Hamás Saleh Al-Arouri y dos de sus colaboradores, parece que se inicia una nueva fase de la violencia sionista, donde el terrorismo ocupa el lugar principal sustituyendo a los enfrentamientos armados protagonizados por un ejército que se decía “de los mejores del mundo”, y que hoy naufraga ante la heroicidad de la Resistencia palestina. La intervención en el Líbano fue una acción con uso de fuerza militar, con alta tecnología, en un país soberano, y con la finalidad de asesinar a un dirigente de una organización de otro país. Fue una invasión de la soberanía libanesa, en una acción terrorista protagonizada por la entidad sionista.

El día 3 de enero se produjo en la ciudad iraní de Kerman un doble atentado terrorista, contra civiles, en los actos de homenaje con motivo del aniversario de la muerte del General de la Fuerza Quds, Qasem Soleimani, que cuatro años antes perdió la vida en una acción terrorista de los EE UU en Irak. Esta nueva acción terrorista en Kerman dejó una cifra cercana al centenar de personas muertas, y muchas más heridas.

Al día siguiente, 4 enero, y en este caso asumido públicamente por los EE UU, se produce en Irak el asesinato de Abu Taqwa, Comandante de las Fuerzas de Movilización Popular. Un atentado terrorista con misiles, fuera de cualquier situación de combate, y recurriendo a avanzadas tecnologías de geolocalización.

La caída de la ocupación en emboscadas mortales y túneles explosivos es un indicador importante de su hundimiento en el fango de Gaza.

La escalada de ataques de la Resistencia contra las fuerzas sionistas atrincheradas en diversas zonas de la Franja de Gaza confirma que la Franja se ha convertido enteramente en un campo minado explosivo, que cosecha más líderes, oficiales y soldados de la ocupación, y en un cementerio para sus vehículos y blindados.

La admisión por parte del enemigo de la muerte y heridas de decenas de soldados en las últimas horas al caer en emboscadas de la Resistencia, túneles explosivos, disparos de francotiradores, granadas de mortero y artefactos explosivos en las actuales batallas en el centro y sur de la Franja de Gaza y la continuación de la Resistencia atacando las profundidades sionistas con cohetes después de más de 90 días son un indicador importante de que la ocupación se está hundiendo el fango de Gaza, y que la Resistencia se está imponiendo sobre el terreno, poseyendo bases de control y mando, y un elemento de sorpresa y emboscada para los soldados de ocupación.

La Resistencia, con sus operaciones cualitativas, logró destrozar la fuerza de disuasión sionista y romper la abrumadora superioridad cualitativa del ejército sionista en términos de armas, equipo y fuerzas, mediante la participación en una larga batalla de desgaste y una guerra de guerrillas, además de su éxito en la guerra psicológica y mediática, todo lo cual ha resultado en este importante logro de campo y en el flagrante fracaso sionista.

Si por algo Cuba es reconocida como el principal referente de la construcción del socialismo en occidente es por su internacionalismo proletario. Quizá, el más vivo y consecuente del planeta. Cuba siempre se ha mantenido firme en los principios que rigen sus relaciones internacionales, incluyendo la diplomacia y el comercio: respeto a la soberanía de los pueblos, renuncia a la extracción injusta de los recursos extranjeros, reducción al mínimo posible de los gastos destinados al ejército y solidaridad con los pueblos que padecen las consecuencias más crudas del imperialismo, especialmente Palestina y la República Árabe Saharaui Democrática. El papel internacional de Cuba queda resumido en estas palabras de Fidel Castro pronunciadas en mayo de 2003 durante un discurso en Buenos Aires: «dije que […] nunca realizaríamos ataques preventivos y sorpresivos contra ningún oscuro rincón del mundo, pero que, en cambio, nuestro país era capaz de enviar los médicos que se necesiten a los más oscuros rincones del mundo. Médicos y no bombas». Así sucedió, por poner un ejemplo reciente y bien conocido, con la brigada médica Henry Reeve, que ayudó a combatir la COVID-19 en todo el mundo, incluso en países con mayor liquidez económica que Cuba, como Italia.

No obstante, a menos de 400 km., EE. UU. practica una diplomacia opuesta, caracterizada por las invasiones, las guerras, las falsas acusaciones, los secuestros y, por supuesto, los embargos económicos y los bloqueos. EE. UU. no está solo, sino que comanda el occidente colectivo, unificado en torno a la OTAN, para mantener la hegemonía cultural y económica que la realidad de la Historia les está arrebatando. El bloque imperialista anglo-yanqui-sionista ya no tiene el poder de imponer sus condiciones permanentemente, como están demostrando los países del Sahel (Níger, Sudán, Chad o Mali) y de Oriente Medio (especialmente Palestina).

El imperialismo chantajista está dando paso sin quererlo al socialismo de la paz y la amistad entre los pueblos. ¿No merece la pena luchar por eso?

Gabi

No parece que estemos aprendiendo mucho de la Historia. En la etapa que hemos venido llamando “contemporánea”, muchos episodios se han repetido insistentemente y las llamadas fuerzas revolucionarias no han conseguido identificar la causa que los ha propiciado. La prevención o contención de la violencia no se ha conseguido articular a través de organización, organización... ¡organización para la lucha!

En esta fase final del capitalismo, denominada por Lenin imperialista, existe una distinta interpretación de la crisis que provoca una distracción sobre las prioridades de la lucha. No es lo mismo caracterizar la crisis como elemento cíclico mecánico del capitalismo, provocada por una práctica errónea de una avariciosa oligarquía; que considerarla en su auténtica naturaleza sistémica y general, que afecta por igual a toda la clase obrera de todos los Estados en base a las contradicciones inherentes al desarrollo del capitalismo, que tiene su máxima expresión en la imposible recuperación de la tasa de ganancia, centro neurálgico talámico donde opera este modo de producción, y donde los Estados que están desarrollando procesos socialistas disponen de un sistema inmunológico superior para hacer frente a la viriasis, que les puede afectar, procedente del imperialismo.

Bien, recuperemos la famosa frase “ya hemos comprendido el mundo, ahora nos toca transformarlo”. Viene a colación por los últimos episodios desatados, donde la abominable y criminal masacre perpetrada por la organización terrorista Tsahal - entrenada para matar - en Gaza y Cisjordania contra el pueblo palestino, adquiere unos niveles nunca vistos, porque el genocidio que se viene ejecutando desde 1947, cuando la ONU resolvió el fraude del “pueblo elegido” de los farsantes textos de la Torá, el Talmud y la Cábala.

Asistimos a la barbarie extrema desatada por las fuerzas del capitalismo internacional, que asesinan y destruyen en Palestina con una rabiosa ferocidad.

A tal barbarie responde el pueblo palestino -el Eje de la Resistencia- protagonizando en estas fechas una gesta heroica que nos recuerda al pueblo vietnamita en su victoriosa guerra revolucionaria de liberación nacional. Por ello, por el alto compromiso y por la entrega de tantas vidas, la lucha de las milicias palestinas es una lucha por la liberación frente al ocupante sionista, que por ello es también una lucha por toda la Humanidad. El combate contra el nazi-sionismo, con las armas en la mano, es un apoyo a todos los pueblos del mundo, porque enfrenta al enemigo principal y les indica el camino a transitar para su liberación. 

PUEBLO COMO ALIANZA REVOLUCIONARIA

La categoría “pueblo”, desde el marxismo, hay que entenderla como “alianza revolucionaria de todos los explotados y explotadas”, en el caso de Palestina, en cuanto que lucha de liberación nacional, como “alianza revolucionaria de todos los oprimidos y oprimidas”. La opresión la ejerce la ocupación sionista, sus violencias y violaciones por más de 75 años.

El Eje de la Resistencia es la vanguardia, su praxis deriva de la compresión y articulación de la lucha en condiciones concretas. Con su intervención unitaria, y su acción consecuente, ha ganado el más amplio reconocimiento de las masas obreras y populares palestinas. Este Eje de la Resistencia ejerce hoy como la representación más genuina del pueblo palestino, y su actuación tiene toda la legitimidad que le otorga ese reconocimiento.

Grupo del Batallón Azov con su emblema y banderas de la OTAN y una esvástica

Mientras el imperialismo mantenga su dominio hegemónico, se puede permitir (al menos en los países centrales del capitalismo, como es la Unión Europea) dar una imagen de funcionamiento más o menos democrático, guardar ciertas apariencias. Pero en cuanto se le tuercen las cosas un poco más allá, se deshace de cualquier formalidad democrático-burguesa y saca su verdadero carácter de clase, como la dictadura burguesa que debemos tener claro que es.

Históricamente, la vertiente más brutal y más reaccionaria del capital ha sido y es el nazi-fascismo. Hoy observamos a las claras cómo esta bestia crece y se fortalece de nuevo. Lo hace con la protección de la propia UE (anticomunista hasta la médula desde su misma fundación), que le ha ido abonando el terreno de manera continuada. Una de sus maniobras más nítidas fue la resolución del Parlamento Europeo de septiembre 2019, donde bajo el pretexto de la "memoria histórica para el futuro de Europa", se trataba de equiparar nazismo y comunismo, calificando a ambas ideologías antagónicas de "regímenes totalitarios". Sencillamente, una manipulación histórica repugnante y burda, que no se sostiene... pero que le allana el camino al fascismo.

Ahora, cuando la UE juega un papel cada vez más secundario y más subordinado al imperialismo yanqui-OTANista (mientras éste pierde aceleradamente influencia económica a nivel mundial), es cuando a la institucionalidad burguesa ya se le caen todas las caretas. De este modo, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (o así se hace llamar) acaba de ratificar, de forma unánime y no apelable, la aberrante condena a Pablo Hásel por "enaltecimiento del terrorismo" e "injurias a la corona". A los jueces de la tan democrática Europa les parece "equilibrada, razonable y proporcionada" la condena impuesta por la Audiencia Nacional española, la sucesora directa del Tribunal de Orden Público franquista (sin que hubiera de por medio ni la más mínima depuración).

Cuando Theodor Herzl (1860-1904) propuso, en los últimos años del Siglo 19, lo que hoy conocemos como “Sionismo” (un Estado judio en Palestina) tanto él como sus seguidores dejaron claro que para realizar ese proyecto sería indispensable expulsar a los “nativos” de las tierras que habitaban desde hacía más de 2000 años.

Para esa colonización armada los inmigrantes judíos de antes y después de la II Guerra Mundial recurrieron al terrorismo contra palestinos y árabes, y contra los británicos que entonces administraban el país, y levantaron en secreto un censo y un inventario del territorio que iban a “sanear”. El desalojo forzado y masivo de los palestinos comenzó en 1947, con amenazas, violencias torturas, asesinatos, violaciones y masacres de civiles de todas las edades. Unas 700.000 personas (la mitad de la población no judía) abandonó de un dia para otro tierras, casas y propiedades y huyeron hacia los países vecinos, en lo que hoy se conoce como la Nakba (la “catástrofe”) y que los textos escolares de Israel dicen fue un caso de paranoia e histeria colectiva.

Esta catástrofe fue ignorada por el mundo porque Europa vivía entonces la culpa del holocausto y la creación del Estado de Israel era vista como una causa justa; y aunque los palestinos despertaban la solidaridad de los pueblos árabes, sus gobiernos veían con malos ojos la llegada indetenible de cientos de miles de refugiados.

En los medios occidentales nadie se atrevía a criticar la violencia extrema de los comandos sionistas. Nadie, salvo algunos ilustres como el sabio Albert Einstein, Hanna Arendt y otros 30 intelectuales, algunos judíos, que el 4 de diciembre de 1948 escribieron al New York Times, en ocasión de la visita de Menachem Begin a los Estados Unidos, una carta abierta que advertía:

 

Los ataques dirigidos a cortar el agua, la electricidad y la calefacción

a hombres, mujeres y niños con la llegada del invierno

son actos de puro terror.

Efectos del fósforo blanco

Estas palabras, que van en la línea del Derecho Internacional Humanitario, fueron pronunciadas por la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen: según el artículo 8 (2) (b) (ii) del «Estatuto de Roma» de la Corte Penal Internacional, está prohibido «dirigir intencionalmente ataques contra bienes civiles, es decir, bienes que no son objetivos militares».

Según la OMS, a 20 de octubre, Israel había realizado más de 136 ataques a centros de salud de Palestina (de los cuales 59 fueron en Gaza) desde el inicio de esta última contraofensiva del 7 de octubre. Al momento en que se escriben estas líneas, el hospital Al Shifa, el más importante de Gaza, está siendo atacado por las fuerzas de ocupación israelíes, lo que contraviene también el Derecho Internacional Humanitario, que prohíbe los ataques a «edificios dedicados a la religión, la educación, las artes, las ciencias o la beneficencia, los monumentos históricos, los hospitales [...]» (artículo 8 [2] [e] [iv]). Igualmente, está penada la utilización de armas como las bombas de racimo o el fósforo blanco por el artículo 8 (2) (b) (xx), que contempla como crimen emplear «métodos de guerra que, por su propia naturaleza, causen daños superfluos o sufrimientos innecesarios». Aquí mismo podrían incluirse los cortes de electricidad y de combustible, así como del suministro humanitario de alimentos, que el Estado genocida de Israel está perpetrando en Gaza. Por último, el apartheid al que lleva sometido el pueblo palestino desde hace 75 años está condenado en el artículo 7.

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