¿Quién fue aquella mujer que acaparó el amor de K. Marx?
Ni más ni menos que Jenny von Westphalen, hija de una prominente, aristocrática y reaccionaria familia prusiana, descendiente de condes, nobles, barones y duques.
Se conocieron cuando eran niños y mantuvieron una intensa amistad en la adolescencia, ambos eran cultos y literatos y gustaban de pasear juntos discutiendo de filosofía y literatura inglesa.
Aunque tres años mayor que él, Jenny se casaba con Marx en 1843 y de ésa relación nacieron siete hijos de los cuales sólo tres superaron los treinta años (todas mujeres) Sus hijas más conocidas: Eleanora y Laura Marx, fueron grandes activistas políticas, autoras marxistas y traductoras, ésta última, de El Capital al francés. Mujeres adelantadas a su época, que no superaron vivir en una sociedad patriarcal y machista,
La intensa actividad y militancia política de Marx llevo a Jenny y a toda su familia a vivir en condiciones muy duras: A las persecuciones, exilios, vigilancia y acoso policial se unieron los desahucios, la muerte de sus hijos y episodios de extrema pobreza, paliados en parte por la ayuda financiera de amigos y allegados, como F. Engels entre otros.
Teniendo condiciones económicas y sociales, ofrecidas por su familia, para haber ocupado otra posición social, la bella baronesa prusiana las rechazó todas y cada una de ellas y aceptó, sin embargo, permanecer para siempre junto a Marx, le dio su amor y su cariño, consagró su vida al servicio de su marido y de su prole. Pero sobre todo, y ahí radica la importancia de ésta mujer, le procuró la estabilidad, la paz, el sosiego y la despreocupación doméstica necesaria y suficiente para que él se consagrase a la creación, inmensa, teórica y política que ayudaría a cambiar el mundo. Le tocó vivir al lado de uno de los más grandes Genios de la Humanidad y probablemente sus cualidades, características y aptitudes quedaron diluidas y sepultadas por quién dormía junto a ella. Jenny viviría hasta los 67 años de edad, murió víctima de un cáncer de hígado, presumió de haber leído todas las obras de su marido y de sentirse amada y enamorada por el inspirador de las luchas comunistas.
Jenny como Engels fueron segundos violines del creador y director de la magnífica y colosal obra que nos llevará al comunismo.
Jenny Marx vivió en puntas de pie, murió sin haber existido, y existe aunque murió.