El capitalismo español trabaja con intensidad, y con muchos recursos, en la búsqueda de un camino de salida a su actual difícil situación. Consciente de la gravedad de la crisis que enfrenta, la burguesía ha puesto a los aparatos del Estado a buscar salidas que impidan el levantamiento generalizado de la lucha obrera de masas bajo dirección revolucionaria.

 

El profundo agotamiento de los partidos que han un jugado el papel de legitimadores de su representación política en estas décadas, ha puesto en marcha una estratégica operación de sustitución de los “viejos partidos políticos” por otros de aparente nuevo cuño que, realizando el mismo papel de reproducción de la ideología dominante, se presenten ante las masas como los grandes renovadores de la deteriorada democracia española. Esta es la operación que en estas fechas se concreta en un generalizado apoyo sistémico al surgimiento del nuevo bipartidismo, PODEMOS-CIUDADANOS.

Una operación de profundo calado que, de triunfar, tendría durante un cierto tiempo unos efectos balsámicos para la difícil situación de las clases dominantes en España. En lo concreto, como ejemplos, este nuevo bipartidismo alteraría de forma significativa el panorama catalán, modificando significativamente el mapa electoral y debilitando uno de los órdagos más difíciles de gestionar al que se enfrenta hoy el Estado español. En otro caso, en Euskal Herría, el bloque nacionalista -tanto la izquierda abertzale como el tradicional nacionalismo burgués- verían también afectados sus resultados electorales de forma muy negativa, lo cual también supone un alivio para el Estado.

La potencia de esta estrategia se lleva por delante al oportunismo de IU, que se prometía el momento actual como el de su gran ocasión para obtener un significativo éxito electoral. La fragmentación y debilitamiento electoral del oportunismo eurocomunista que estamos presenciando en estas semanas no puede ser más contundente.

En todo este escenario de recomposición del mapa político de las clases dominantes tan solo hay un elemento que los aparatos del Estado no consiguen encajar. Hoy existe en este país un Partido Comunista que no entra al juego, un Partido Comunista que enfrenta con determinación esta estrategia de Segunda Transición que la burguesía impulsa para reequilibrar el sistema, y un Partido Comunista que se niega a jugar el papel cómplice que en la Primera Transición jugó el eurocomunismo. El PCPE y su organización juvenil, los CJC.

Por ello no es extraño que en estas semanas se estén activando ciertas estrategias de provocación y ataque contra el Partido del proletariado, para tratar de minar su firmeza y su creciente capacidad de liderazgo de las luchas obreras y populares.

Es una vieja estrategia, mil veces repetida, que las clases dominantes desarrollan contra el destacamento de vanguardia de la clase obrera.

En nuestro país tenemos antecedentes históricos muy significativos y clarificadores, como es el caso de la entrada en Madrid de un sector de anarquistas y falangistas, juntos, para perseguir y asesinar quienes desde su militante compromiso comunista seguían defendiendo al gobierno de la II República después del golpe del general Casado.

También, el cineasta Costa Gavras reflejó de forma paradigmática, en su película “Z”, cómo los aparatos del Estado pueden utilizar a sectores del lumpen para atacar al Partido Comunista. Bajo la apariencia de una actuación protagonizada por sectores marginales de la sociedad se planifica el ataque más letal contra la organización revolucionaria, sin que las clases dominantes paguen un precio político por ello.

Ciertos episodios de las últimas semanas nos traen al presente estas experiencias del pasado. Una combinación de sectores ultraizquierdistas, y otros sectores igualmente marginales a la lucha de clases del proletariado de este país, tratan de hostigar al Partido de la clase obrera utilizando cualquier tipo de pretextos. Como siempre, estos elementos son monitoreados por las cloacas del Estado, que actúan de forma consciente para tratar de golpear a la clase obrera de este país allí donde saben que existe un mayor riesgo para la estabilidad de la dominación del violento bloque histórico de poder.

El Partido del Proletariado tiene su mejor defensa en la dirección centralizada de la lucha, en la firmeza de su militancia, y en el apoyo de las masas, que reconocen a su organización de vanguardia como la mejor garantía para la consecuente defensa de sus intereses.

Ladran, luego cabalgamos.

Redacción Unidad y Lucha

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