El concepto “alienación” constituye uno de los pilares fundamentales del marxismo-leninismo. Bajo la categoría alienación resume Marx la relación de extrañamiento que se produce entre la clase obrera y el fruto del trabajo bajo condiciones capitalistas de producción.

Dejando a un lado los planteamientos de la filosofía idealista a este respecto (sintetizado, por ejemplo, en Hegel, en una especie de despliegue de la Idea que se autodespoja para ser Naturaleza), para el marxismo-leninismo la raíz de la alienación hay que buscarla no en el mundo de las ideas, sino en la base material que relaciona a los seres humanos entre sí y con la naturaleza.

 

Marx, en los Manuscritos económico-filosóficos, explica que con la aparición de la propiedad privada de los medios de producción (del Estado y las sociedades de clases, en una palabra) el fenómeno de la alienación entra a formar parte de la vida habitual de la fuerza de trabajo, a la que superpone como una entidad natural, y no como lo que en realidad es: un fenómeno histórico con una base material concreta.

Desde el mismo momento en que el trabajador/a no es dueño del medio de producción al que está atado:

“El objeto que el trabajo produce, su producto, se enfrenta a él como un ser extraño, como un poder independiente del productor…Esta realización del trabajo aparece en el estadio de la Economía Política como desrealización del trabajador, la objetivación como pérdida del objeto y servidumbre a él, la apropiación como extrañamiento, como enajenación”. (Manuscritos de economía y filosofía)

Ello es así porque la fuerza de trabajo se convierte en una mercancía que, al igual que las demás, se compra y se vende al mejor postor. Su comprador obliga al trabajador/a a generar tanto trabajo objetivado como pueda, siempre por encima del valor de la propia fuerza de trabajo (plusvalía).
En El Capital profundiza en el mismo sentido introduciendo el concepto de fetichismo de la mercancía, del que ya hablamos en el UYL de enero. Decíamos en aquella ocasión:

“La cuestión reside en la forma-mercancía que adquieren los productos del trabajo humano que, aunque son reflejo de las características sociales de su proceso de producción, se presenta, a ojos del productor, como características naturales de los productos mismos, no de su propio trabajo, velando así las relaciones sociales bajo las cuales se producen las mercancías”.

Así, el trabajador/a se objetiva por medio de su trabajo, pero en esta objetivación el propio productor se aliena de su producción: el producto de su trabajo no le pertenece, llegando a convertirse en una especie de esclavo de su propio trabajo. En última instancia, este proceso desemboca en aquello que Marx resumió en una célebre frase:

“El trabajador se convierte en una mercancía tanto más barata cuantas más mercancías produce. La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas”

Como son las condiciones materiales de existencia las que condicionan el ser social y no a la inversa, esta alienación entre el productor y su producto acaba por afectar a la propia conciencia que los y las trabajadoras se forman sobre su papel en el modo de producción. Se conforma, pues, una falsa conciencia que le impide comprender en toda su extensión la raíz de esa explotación y acaba por asumir como naturales, inmanentes, lo que no son más que las formas concretas e históricas que adquiere la explotación de la fuerza de trabajo en los distintos modos de producción clasistas.

Esa falsa conciencia se expresa, en lo concreto, en una concepción errónea del Estado (al que se presenta como neutral), de las propias clases sociales (a las que se pretende inexistentes) o a la pretendida igualdad entre clase obrera y burguesía, así como el desconocimiento del papel histórico de emancipación que la clase obrera tiene que protagonizar.

La única forma de volver a restablecer la unidad entre el productor y el producto de su trabajo reside en la superación de los modos de producción clasistas sustentados en la propiedad privada de los medios de producción y su sustitución, no por una ilusoria—y reaccionaria en lo económico—vuelta a atrás en la rueda de la historia hacia la comunidad primitiva, sino en la superación dialéctica del modo de producción capitalista y su sustitución por el modo de producción comunista.

Área ideológica del CC.

uyl_logo40a.png