Durante su mensaje sobre el estado de la Unión del pasado febrero, Barack Obama manifestaba en referencia a la Unión Europea la necesidad de ''forjar una alianza económica tan fuerte como nuestras alianzas diplomáticas y de seguridad'', que tomaría forma con un Tratado de Libre Comercio e Inversión entre la UE y los EEUU (TAFTA, por sus siglas en inglés).
Ante la propuesta de Obama, la entusiasta reacción de sus pares europeos no se ha hecho esperar. Pese a ciertas divergencias por parte de Francia, desde Merkel a Cameron, pasando por los ínclitos miembros de la Comisión Europea se han mostrado favorables al TAFTA, hasta el punto de que han forzado las conversaciones previas a su configuración de modo que éste pueda empezar a ser una realidad en el año 2014. El argumentario que esgrimen a priori puede parecer de peso: formar parte del mayor bloque económico del mundo, que acogería el 50% del PIB mundial y un tercio de los intercambios mercantiles; la articulación de un ''puente de inversión'' que facilitaría la expansión de las empresas europeas en los EEUU, y por extensión, en buena parte del mercado latinoamericano; la creación de empleo gracias a un mayor asentamiento de las filiales de empresas estadounidenses en Europa; y un largo y espurio etcétera de medias verdades. Lo que parecen desconocer los voceros del TAFTA, cuya mayor representación en España es la infame Fundación FAES con el ex presidente José María Aznar a la cabeza, es que la ratificación de un Tratado de Libre Comercio e Inversión entre los EEUU y la UE alberga terribles consecuencias para las condiciones de vida y trabajo de los más amplios sectores obreros y populares de nuestro país.
A pesar de que a día de hoy los contenidos exactos del TAFTA están aún por concretar, y en consecuencia, su alcance se encuentra aún en proceso de definición, sabemos que serán objeto de revisión la totalidad de las barreras existentes en la actualidad para el comercio y la inversión, entre los EEUU y los países integrantes de la Unión. En consecuencia ello implicaría irremediablemente la eliminación de las diferentes barreras de carácter arancelario que graban la importación y exportación de mercancías, que entre la UE y los EEUU ya son de baja magnitud salvo en algunos sectores específicos (como los productos agrícolas), encontrándose por lo general en torno a un escaso 4%, no siendo éste, por tanto, un obstáculo que realmente entorpezca en demasía el desarrollo de los diferentes grupos monopolísticos a uno u otro lado del Atlántico. Entonces, ¿cuál ha de ser el objeto principal del TAFTA? Su cometido fundamental no es otro que superar las barreras de naturaleza no arancelaria, que en sus diferentes expresiones sí son sustancialmente lesivas a los intereses de las grandes empresas transnacionales, más aún cuando como hoy luchan denodadamente contra la tendencia al descenso de su tasa de ganancia. ¿Qué elementos contempla este tipo particular de medida frente al libre comercio e inversión? Se trata de una larga lista que va desde los procedimientos de contratación pública o las subvenciones, hasta la reglamentación propia de cada país en materias de seguridad o medioambiente, pero que la Fundación FAES sintetiza literalmente en ''el control del Estado sobre la Inversión Extranjera Directa; el control del Estado sobre la Industria; y la regulación asimétrica'', refiriéndose esta última a las diversas políticas y marcos normativos nacionales que ''generan impedimentos significativos al comercio y a la inversión entre la UE y EEUU''. Tras esta maraña de tan pobres eufemismos se encuentra la dirección real del TAFTA: eliminar cualquier impedimento, por mínimo que fuera y sea cual sea su precio, de cara a la explotación cada vez más intensa de la clase obrera por parte de los monopolios.
Como decíamos, el contenido exacto del tratado está por concretar. No obstante, ello no impide realizar una breve valoración general en clave prospectiva de algunas de las connotaciones implícitas a un acuerdo de tal trascendencia. Destaca, en primer lugar, la transformación que habrá de producirse en el derecho interno de los estados miembros de la UE en pos de una mayor armonización normativa respecto a los EEUU, que irremediablemente se saldará con el empeoramiento de la legislación laboral con vistas a construir ''un mercado laboral más flexible y competitivo'' en común, es decir, salarios de hambre, temporalidad extrema, y formas de contratación cada vez mas lesivas. Al mismo tiempo, pese a los cantos de sirena de los apologistas del TAFTA acerca de las posibilidades que éste abre a las PYMES de cara a su extensión en territorio estadounidense, es preciso recordar que, además de la irrisoria facturación de las de origen español en EEUU (siendo menor de 5000 euros por parte de un 77% de las empresas que allí exportan), la presión que ejercerá la presencia cada vez mas profusa de filiales norteamericanas conducirá a la desaparición y proletarización de buena parte de los pequeños propietarios, incapaces de competir ante los agresivos monopolios norteamericanos.
Para comprender en su totalidad la repercusión geoeconómica que causará el TAFTA en la correlación internacional de fuerzas entre países capitalistas, es necesario comprender la trascendental coyuntura en la que se encuentra el imperialismo en la actualidad. A este respecto, son multitud los elementos que señalan a un escenario de creciente antagonismo entre los EEUU y sus aliados subsidiarios, que aún mantienen una posición de preponderancia en la pirámide imperialista, y una serie de países con crecientes aspiraciones de alcance regional y global que ponen en entredicho el status quo internacional nacido tras la victoria de la contrarrevolución en la Unión Soviética y la consolidación de los EEUU como potencia hegemónica mundial. Si a ello le añadimos la cada vez más frágil gobernanza económica europea y la denominada ''crisis de la zona euro'', que evidencian las profundas contradicciones que mantiene en su seno el proyecto monopolista europeo, encontramos un panorama crítico para un imperialismo norteamericano que pierde posiciones en todos los rankings económicos mundiales, y que observa con temor la posibilidad de que sus aliados opten preferentemente por la tutela de Moscú o Beijing en la calidad de prestamistas ante una eventual crisis de deuda. Como ejemplo de ello podemos señalar el actual escenario del mercado internacional de divisas, en el que las dos monedas vinculadas directamente con el TAFTA (dólar y euro) ven desgastado paulatinamente su liderazgo a favor de otras como el rublo o el yuan, que son propuestas como unidad de reserva regional o incluso internacional.
Este peculiar escenario de multipolaridad monetaria mundial muestra de forma esclarecedora hasta qué punto todas y cada una de las economías capitalistas del globo están sometidas a relaciones de interdependencia, cuando pese a la intensa pugna en la cual se desenvuelven (por recursos energéticos, minerales, o acuíferos, así como por el control de las rutas comerciales por las cuales transitan o por determinadas puntos de interés geoestratégico), se ven obligadas a respetar el estricto protocolo de relaciones internacionales. ¿O acaso es un hecho fortuito que los países BRICS, los mismos que son halagados por el oportunismo patrio por su afán ''democratizador'' frente al autoritarismo norteamericano, mantengan la mayor parte de sus reservas en dólares, al mismo tiempo que se encuentran entre los principales detentores de la reserva mundial de dicha moneda, particularmente China y Rusia?
Como dijera Cicerón, ''las enemistades ocultas y silenciosas son peores que las abiertas y declaradas''.
A.C.