La aparición de nuevos movimientos de tipo reformista, actualmente en expansión en varios países (Podemos, Syriza, etc.), así como aquellos reformismos que ya llevan tiempo entre nosotros (eurocomunismos y sus derivados), no son nada nuevo en la historia del Movimiento Obrero, tanto español como internacional.
Este odioso compañero viaje, a lo largo del tiempo ha ido cambiando de nombres, formas y personas, pero su esencia es siempre la misma: negar los principios del marxismo, intentar gestionar el capitalismo utilizando los medios burgueses y, en definitiva, evitar que la clase obrera llegue al poder.
«En efecto, para nadie es un secreto que, en el seno de la socialdemocracia internacional contemporánea, se han formado dos tendencias, cuya lucha tan pronto se reaviva y estalla en llamas, como se calma y adormece bajo las cenizas de imponentes "resoluciones de armisticio". En qué consiste la "nueva" tendencia que asume una actitud "crítica" frente al marxismo "viejo, dogmático", lo ha dicho Bernstein y lo ha mostrado Millerand con suficiente claridad.
La socialdemocracia debe transformarse, de Partido de la revolución social, en un Partido democrático de reformas sociales, Bernstein ha apoyado esta reivindicación política con toda una batería de "nuevos" argumentos y consideraciones bastante armoniosamente concordados. Ha sido negada la posibilidad de fundamentar científicamente el socialismo y de demostrar, desde el punto de vista de la concepción materialista de la historia, su necesidad e inevitabilidad; ha sido negado el hecho de la miseria creciente, de la proletarización y de la exacerbación de las contradicciones capitalistas; ha sido declarado inconsistente el concepto mismo del "objetivo final" y rechazada en absoluto la idea de la dictadura del proletariado; ha sido negada la oposición de principios entre el liberalismo y el socialismo; ha sido negada la teoría de la lucha de clases, pretendiendo que no es aplicable a una sociedad estrictamente democrática, gobernada conforme a la voluntad de la mayoría, etc.
Así, pues, la exigencia de que la socialdemocracia revolucionaria diese un viraje decisivo hacia el socialreformismo burgués, iba acompañada de un viraje no menos decisivo hacia la crítica burguesa de todas las ideas fundamentales del marxismo. Y como esta última crítica contra el marxismo se venía realizando ya desde hacía mucho tiempo, desde la tribuna política, desde las cátedras universitarias, en numerosos folletos y en una serie de tratados científicos; como toda la nueva generación de las clases ilustradas, ha sido educada sistemáticamente, durante decenios, a base de esta crítica, no es de extrañar que la "nueva" tendencia "crítica" en el seno de la socialdemocracia haya surgido de golpe, completamente acabada, como Minerva de la cabeza de Júpiter. Por su contenido, esta tendencia no ha tenido que desarrollarse ni formarse; ha sido trasplantada directamente de la literatura burguesa a la literatura socialista.
[…]
Todo aquel que no cierre deliberadamente los ojos tiene que ver por fuerza que la nueva tendencia "crítica", surgida en el seno del socialismo, no es sino una nueva variedad del oportunismo. Y si no juzgamos a los hombres por el brillo del uniforme que ellos mismos se han puesto, ni por el sobrenombre pomposo que a sí mismos se dan, sino por sus actos y por la clase de propaganda que llevan a la práctica, veremos claramente que la "libertad de crítica" es la libertad de la tendencia oportunista en el seno de la socialdemocracia, la libertad de hacer de la socialdemocracia un Partido demócrata de reformas, la libertad de introducir en el socialismo ideas burguesas y elementos burgueses.»
Lenín “Que hacer”, 1902.