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Hay misterios que son irresolubles, incluso inabarcables. Para un ateo y materialista convencido como yo, abordar el misterio sobrenatural del hecho religioso desde el respeto a las creencias es muy complejo y algo fútil, pero tratar su carácter funcional dentro de la superestructura del capitalismo es necesario. Este no es el objeto del artículo, pero primero hay que contextualizar ciertos aspectos al respecto.

La iglesia católica en Catalunya y en España es la institución religiosa dominante. Históricamente, y hasta nuestros días, la iglesia católica, apostólica y romana ha tenido y tiene un carácter profundamente reaccionario, aliada del capitalismo y cómplice, cuando no coautora, de terribles crímenes, llevando a Franco bajo palio y ayudando a la represión, la tortura y el exterminio de cientos de miles de obreros y obreras en Catalunya.

En la Europa de Hitler y Mussolini o en las dictaduras del cono sur americano, la iglesia tuvo también un vergonzoso y criminal papel. Ahora los católicos tienen un nuevo líder, argentino y jesuita, que vivió desde una posición privilegiada la dictadura y el genocidio político en su país. No dispongo de suficiente información contrastada sobre su papel en la época, pero sus silencios y el hecho de que no fuera un personaje especialmente molesto para la dictadura no dicen mucho a su favor.

Este nuevo líder supremo religioso, el hombre de Dios en la tierra, se nos presenta como un revolucionario. Para los que tenemos un poco de experiencia en el ámbito de la comunicación, no nos es complicado ver cómo entorno a su figura se ha armado una campaña comunicativa digna de un candidato a la presidencia yanqui, se ha construido una figura de líder cercano, humilde, austero e incluso renovador. Se talaron bosques tropicales enteros para hacer el papel para imprimir por todo el mundo que su cruz ya no era de oro ni de plata, si no de hierro y que además le gustaba el fútbol.

El hecho de que sea jesuita ayuda a crear esta imagen. Yo tuve cierto contacto con los jesuitas en El Salvador, país donde el hecho religioso y la lucha revolucionaria se viven de forma conjunta, donde un obispo del Opus Dei fue asesinado por el estado por "comunista" y donde monjas y jesuitas fueron asesinados también por rojos y amigos de la insurgencia.

En Colombia la guerrilla del ELN fue fundada también por un ex jesuita, incluso en Catalunya, en nuestras filas, hemos tenido católicos destacados, es el ejemplo de Alfons Comín.

Hablando de los jesuitas, siempre me ha sorprendido su transversalidad, o como pueden ser los máximos valedores de la Teología de la Liberación, implicándose en la primera línea de las luchas populares y a la vez ser los formadores de la oligarquía que oprime a quienes pretenden liberar. En El Salvador la universidad de los jesuitas es la universidad de las élites del país, o en Catalunya las escuelas y universidades de los jesuitas no son precisamente escuelas populares para los más desfavorecidos, a pesar de ser algunas subvencionadas con dinero público. Incluso ESADE, la mejor universidad privada de España (según ellos claro), está dedicada exclusivamente a formar altos directivos empresariales y financieros, y es de los jesuitas.

Un amigo y camarada me explicaba como en su célula del Partido había un grupo de jóvenes católicos muy activos, pero que su militancia comunista estaba condicionada por su fe religiosa que les exigía obediencia, y era habitual que se reunieran en la parroquia con su consejero, un cura que ejercía de responsable político y quien les daba las indicaciones correspondientes para su intervención dentro del Partido.

En nuestro país la iglesia ha sido un puntal y un aliado del capitalismo y de la oligarquía, tanto de Franco como de Pujol. La iglesia católica en Cataluña y España, hoy, año 2013 después de Cristo, tiene un poder enorme que muchas veces menospreciamos. Algún día habrá que hacer un catálogo de las propiedades y bienes de la iglesia católica en el Estado.

Imaginemos lo que representa en dinero, y por tanto en poder, todas sus iglesias, todas sus escuelas y universidades, todos sus hospitales, todo lo que recaudan vía impuestos de IRPF, todos los profesores de religión en la escuela pública, todos los edificios y terrenos que tienen sin uso religioso, educativo o sanitario, sus participaciones a entidades financieras y de seguros, sus espacios en las televisiones públicas, sus televisiones, radios y periódicos, sus ONG, todos los recursos públicos y privados de beneficencia ...

Imaginemos todo su capital humano, que genera dinero, genera ideología y por tanto poder, los miles de sacerdotes y monjas, los cientos de miles de niños de extracción obrera y popular en sus escuelas concertadas o que asisten a las clases de religión en la pública, los miles de burgueses que van a sus escuelas y universidades de élite, los miles de empresarios que hacen negocio en torno la iglesia, las decenas de miles de empleados en nómina, los millones de pensionistas, niños y familias que, ante la miseria y el abandono del estado burgués, son usuarios del sistema de beneficencia católico ...

De esta iglesia ha surgido en Catalunya una expresión política que ha obtenido la bendición de buena parte de la progresía catalana, incluso de anticapitalistas, de marxistas, de marxistas revolucionarios (sic). Este proyecto, denominado Proceso Constituyente en Catalunya, está liderado por la monja benedictina Teresa Forcades y por el Presidente de Justicia y Paz (ONG vinculada a los jesuitas) Arcadi Oliveres.

Esta iniciativa ha recogido en menos de un año el apoyo de 25.000 personas, de numerosas asambleas de barrio herederas del 15M, de organizaciones políticas de izquierdas y de ciudadanos a título individual. El Proceso Constituyente en Cataluña ha tenido numerosos espacios en la televisión pública y en medios impresos y radiofónicos, y sobre todo en los medios de comunicación de la izquierda alternativa.

Tanto Teresa Forcades como Arcadi Oliveres son personas de iglesia, progresistas, que podríamos incluir dentro de la teología de la liberación. Definen el proyecto como independentista, que lucha por una Catalunya soberana, Republicana y con justicia social, proponen un cambio de sistema radical y pacífico.

Esta propuesta política se concreta en un decálogo consistente en:

1. Expropiación de la banca privada, defensa de una banca pública y ética, freno a la especulación financiera, fiscalidad justa, auditoría de la deuda e impago de la deuda ilegítima.

2. Salarios y pensiones dignos, no a los despidos, reducción de la jornada laboral y reparto de todos los trabajos, incluido el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado.

3. Democracia participativa, reforma electoral, control de los cargos electos, eliminación de los privilegios de los políticos y lucha decidida contra la corrupción.

4. Vivienda digna para todos, moratoria los desahucios y dación en pago retroactiva.

5. No a las privatizaciones, reversión de todos los recortes y potenciación del sector público bajo control social.

6. Derecho al propio cuerpo y no a la violencia de género.

7. Reconversión ecológica de la economía, expropiación y socialización de las empresas energéticas y soberanía alimentaria.

8. Derechos de ciudadanía para todos, no a la xenofobia y derogación de la legislación de extranjería.

9. Medios de comunicación públicos bajo control democrático, software y red libre y desmercantilización de la cultura.

10. Solidaridad internacional, no a la guerra, y por una Catalunya sin ejército y fuera de la OTAN.

Estas propuestas son la base de la propuesta 'radical y anticapitalista' que ofrecen a la sociedad catalana, propuesta que tiene el reconocimiento de buena parte de la izquierda de nuestro país, especialmente de aquella izquierda que se manifiesta como anticapitalista. Esta iniciativa coincide en el tiempo y en el espacio con otras similares, por no decir idénticas, y que tal vez se diferencian un poco en la forma de abordar la cuestión nacional catalana. Estas iniciativas son la 'Syriza catalana' del PCC, el Frente Cívico y la ‘Unidad Popular’ de la izquierda independentista.

Es natural, y creo que inevitable, que todas estas propuestas unitarias de la izquierda catalana acaben confluyendo en lo que podríamos llamar 'casa grande de las izquierdas'.

Este tipo de iniciativas los y las comunistas no la podemos considerar como revolucionarias. Un mínimo y superficial análisis de las propuestas presentadas en el decálogo ponen de manifiesto que son una serie de formulaciones socialdemócratas, que en ningún momento cuestionan el capitalismo, no van más allá de las propuestas de reforma y humanización del capitalismo, haciendo de la ambigüedad virtud, muy jesuítica por cierto.

El primer punto, que pretende confrontar el capitalismo financiero, entra en cierta contradicción, al proponer a la vez la expropiación de la banca privada y la defensa de una banca pública, o una cosa u otra, a no ser que el expropiación de la banca privada no vaya acompañada de su nacionalización, y simplemente sea un cambio de dueños, unos dueños más éticos y sociales.

Pero hay dos cuestiones de este decálogo antisistema que me sorprenden.

En primer lugar, no hay la más mínima mención a la Unión Europea, quien calla otorga, o en este caso bendice. Imagino que esquivar la cuestión europea de esta futura Catalunya independiente y social no es un olvido, e implica que no se quiere tocar una cuestión tan espinosa para los que quieren humanizar el capitalismo, ya que en consecuencia, también quieren humanizar la imperialista Unión Europea. Bueno, tendremos una Catalunya anticapitalista dentro de la UE, cosas más extrañas he leído y oído, por lo que no me escandalizo demasiado.

La otra cuestión que me sorprende es su tratamiento de la defensa del sector público y los servicios públicos. En primer lugar dicen no a las privatizaciones, pero no dicen que hay que volver al sector público lo privatizado, y se queda en una potenciación bajo control social del sector público. Una omisión que imagino no es un olvido tampoco y una ambigüedad que no creo que sea casual.

En la defensa del sector y los servicios públicos, es imprescindible hablar de la educación y la sanidad, pero no se habla, se habla de un genérico 'control social'. ¿Qué es el control social? No es el control por parte del futuro estado anticapitalista, tampoco es el control obrero y popular, fundamentalmente obrero, que proponemos los y las comunistas. El control social es algo tan amplio y difuso que puede albergar multitud de formas de propiedad, ya que sociales son entidades como las AAVV, las ONG, el club de petanca o las órdenes religiosas.

Cuando se habla de 'control social' se deja la puerta abierta a que la iglesia y la telaraña de asociaciones, de entidades y ONG vinculadas a ella puedan mantener e incluso ampliar su poder e influencia.

La propuesta radicalmente anticapitalista que propone el Proceso Constituyente en Catalunya confronta a su manera con el capitalismo especulativo, propone la expropiación del sector energético por cuestiones medioambientales, pero es incapaz de denunciar que derechos como la salud y la educación sean un negocio, y por lo tanto son incapaces de exigir la expropiación y el 'control social' de centros educativos y sanitarios. O al menos exigir que no se destine ni un euro público a la educación y la salud privada. Curiosamente la iglesia católica, apostólica y romana tiene grandes y lucrativos intereses en estos sectores estratégicos.

No dudo en ningún momento de la honestidad y de la solvencia intelectual de los promotores del Proceso Constituyente, su currículum no genera ninguna duda al respecto. Pero si me cuestiono la capacidad de la iglesia para liderar ningún proceso radical que pretenda 'cambiar el sistema'.

Creo que no pueden liderar ningún proceso, a pesar de formar parte de lo que podemos llamar teología de la liberación, hasta que no abandonen o sean expulsados de la iglesia católica, apostólica y romana.

Y digo expulsados porque lo que hoy sería revolucionario para la gente de la iglesia sería una denuncia radical y frontal de la institución a la que voluntariamente pertenecen. Hoy sería radicalmente revolucionario que Teresa Forcades y Arcadi Oliveres denunciaran el negocio de la iglesia a costa de dinero público en la sanidad y en la educación, y como la iglesia se beneficia de las privatizaciones en la sanidad, en la educación y en otros servicios sociales. Serían revolucionarios si denunciaran abiertamente el concordato entre la iglesia y el estado; que denunciaran, como hombres y mujeres de iglesia, el papel de los maestros de religión en las escuelas públicas y los multimillonarios beneficios fiscales de la iglesia católica. Hoy Arcadi Oliveres y Teresa Forcades contribuirían a la causa de los oprimidos si denunciaran el carácter machista, misógino y homófobo de la iglesia, su complicidad y participación en crímenes sexuales, contra la sexualidad y contra el cuerpo de las mujeres, y defendieran abiertamente el derecho al aborto y a la libertad sexual y afectiva, confrontando la doctrina y la fe católica.

Si lo hicieran serían excomulgados y expulsados de la iglesia católica, apostólica y romana. Si lo hicieran tendrían toda la legitimidad para erigirse como referentes de la lucha por la emancipación del pueblo. Pero no lo hacen.

Pero que los sectores más avanzados de la iglesia católica no tengan la voluntad de confrontar con una institución reaccionaria no me sorprende demasiado. Lo que me sorprende, y reconozco que me entristece, es ver cómo muchos compañeros y compañeras, revolucionarios y revolucionarias, marxistas algunos, siguen, y pretenden que los comunistas sigamos también, a miembros de la iglesia católica.

¿Qué ha pasado en este país, qué ha pasado a la izquierda catalana?, ¿qué demonios ha pasado para que un país, una izquierda, con la historia revolucionaria que tiene, con los referentes, con los mártires y los héroes de la causa obrera que tiene, hoy, en el año 2013, vaya detrás de los hábitos y la cruz?.

Un compañero decía, 'es que estamos acumulando fuerzas'... ¿Acumulando fuerzas para ir a dónde? ¿A la banca ética de Triodos Bank? ¿A la escuela católica concertada? ¿Al hospital de las hermanitas de la caridad? ¿A la beneficencia y la ONG? ¿Al cooperativismo progre?

No es esto compañeros. La lucha de clases no es esto, el poder obrero y popular no es esto, la revolución socialista no es esto.

Ferran Nieto

Secretario General del PCPC

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