Con el estallido de la crisis en el verano de 2007 se puso de manifiesto, entre otras muchas cosas, que las políticas que el capitalismo fue poniendo en marcha, a través de los distintos gobiernos de turno, para contrarrestar la desigualdad entre hombre y mujeres sólo han servido para maquillar una situación de explotación y opresión que alcanza niveles estratosféricos.

El capitalismo necesita mantener a las mujeres explotadas y oprimidas, realizando el trabajo de cuidados socialmente necesario (tareas del hogar, cuidado de hijos e hijas, crianza, cuidado de ancianos y ancianas) como ha hecho históricamente, principalmente, para no tener que asumirlo.

De nada han servido las llamadas medidas laborales para la igualdad, las mujeres siguen cobrando menos que los hombres, aunque realicen el mismo trabajo en el mismo puesto; sigue existiendo un tipo de trabajo claramente feminizado (camareras de piso, trabajadoras del campo y las flores, limpiadoras etc.) y, aunque se insta a las empresas a la paridad en los puestos de dirección, los datos, siguen reflejando que aunque cada vez hay más mujeres que hombres con estudios superiores, siguen siendo éstos los que ocupan los cargos de mayor relevancia y mejor retribuidos.

De nada han servido las medidas que se han llevado a cabo contra la violencia patriarcal, como vemos reflejado en el número de víctimas que se incrementa cada año o en el aumento de denuncias y eso, teniendo en cuenta, que un elevado número de mujeres no interpone ninguna denuncia. El capitalismo necesita del patriarcado como colaborador necesario, por eso éste ha podido mantenerse a pesar de las consecuencias funestas.

De nada ha servido tampoco la implantación de un lenguaje no sexista, pues éste sólo se utiliza en actos que son “retransmitidos”, o con un público amplio, pero la verdad es que en el día a día, no se utiliza. El lenguaje es ideología, y por tanto, el cambio debe darse de forma paulatina y absolutamente consciente.

De nada han servido las medidas implementadas para “aliviar” a las mujeres del cuidado de hijos e hijas, porque además de ser insuficientes, en los últimos años, atribuyéndolo a la crisis han cerrado muchas guarderías públicas, es de lo primero que se prescinde porque el sistema prefiere la mano de obra gratuita que suponemos las mujeres y, por otro lado, se sigue despidiendo a mujeres embarazadas o con menores a su cargo.

El reto del PCPE después del X Congreso es la organización de las mujeres trabajadoras para el comienzo de una lucha real por la igualdad entre hombres y mujeres, elevando la conciencia de ambos.

Las mujeres trabajadoras tenemos que ser conscientes de que somos la mitad de la clase obrera y por tanto, tenemos la fuerza suficiente para llevar a cabo nuestra lucha desde nuestros puestos de trabajo, desde las organizaciones en las que militamos, desde las asociaciones de vecinos, etc. Tenemos que ser las protagonistas, no podemos permitir que siga habiendo empresas con 50 trabajadoras y solamente dos trabajadores y sean estos los que ocupen los cargos de relevancia, y sean al mismo tiempo los representantes sindicales, porque así representarán sus propios intereses.

Para construir un nuevo modelo de sociedad hay que hacer tambalear los cimientos del actual orden, y esto no será posible desde las instituciones donde se entremezclan los intereses de clase. Al fin y al cabo las instituciones gobiernan para la clase dominante, la burguesía.

En este nuevo curso político que comienza, el PCPE tiene como objetivo estar presente en los centros trabajo, en las asociaciones de vecinos, en las organizaciones obreras y sindicales, en las organizaciones feministas, apoyando e impulsando la lucha de las mujeres trabajadoras, con una tabla reivindicativa propia.

Sonia Iruela

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