El imperialismo o fase superior del capitalismo, como decía Lenin, configura un mundo caracterizado por la desigualdad económica entre países, donde el grado de explotación de la clase obrera aumenta dramáticamente a todos los niveles, y donde se multiplica el peligro de la guerra generalizada -derivada de la agudización de las contradicciones inter-imperialistas-.
Podríamos definir al imperialismo como un capitalismo parasitario; a la burguesía de los diferentes países no les vale con el saqueo constante de su propia clase obrera y recursos, sino que necesitan ampliar los horizontes de su mercado, un mercado caracterizado por un incremento bestial de las condiciones de esclavitud obrera y el expolio y saqueo de los recursos naturales de estos países. Hoy en día está muy generalizada la idea de la posibilidad de que cualquier capitalista, de cualquier punto del planeta, tenga su centro de producción en un país donde la fuerza de trabajo es barata, fíjense en nuestro querido compatriota Amancio Ortega.
Las contradicciones entre las principales potencias capitalistas se han agudizado exponencialmente en los últimos años, lo que genera un muy alto grado de inestabilidad y grandes peligros para la clase obrera mundial; una agudización más acelerada desde el triunfo de la contrarrevolución en la Unión Soviética.
La oligarquía necesita legitimar su posición dominante, no sólo en su marco estatal de origen, sino también en el resto del mundo. Para ello, utiliza las herramientas de control social y cultural que ofrece la burguesía, desarrollándolas hacia nuevos horizontes que posibiliten la hegemonía ideológica, un absoluto control de la población y, con ello, la deslegitimación de las fuerzas que se oponen a la vía capitalista de desarrollo, justificando así las guerras imperialistas, las cuales derivarán en las condiciones anteriormente comentadas.
Se hace absolutamente necesario avanzar posiciones en cuanto a la caracterización del imperialismo como sistema, a la guerra imperialista y sus consecuencias, en cuanto a la política de alianzas y en cuanto a la vía revolucionaria para la toma del poder político por la clase obrera.
La lucha antiimperialista no es únicamente solidaridad internacionalista. Implica una lucha frontal contra las distintas expresiones de violencia y dominación imperialista y, por tanto, abarca un espectro más amplio que la solidaridad con países agredidos.
Como Juventud del PCPE, debemos trasladar nuestros posicionamientos políticos acerca del imperialismo y sus consecuencias para la juventud trabajadora. El paro estructural, la sobreexplotación laboral o los recortes en servicios públicos, también son consecuencia del desarrollo del imperialismo, que en su proceso hacia la centralización y concentración del capital en cada vez menos manos, necesita ahogar a la clase trabajadora para salir de su crisis estructural.
Nuestra capacidad de intervención y de explicación a las masas del concepto y significado del imperialismo será un paso importante en la elevación de la conciencia revolucionaria. Explicar que el imperialismo no es un concepto abstracto y antiguo que es utilizado a la ligera por quienes defendemos la paz mundial y el socialismo, sino que afecta en la realidad diaria de cada uno y una de nosotras.
El desarrollo de las estructuras antiimperialistas de masas es una necesidad absoluta para las y los jóvenes comunistas, además de trasladar estos posicionamientos en los distintos frentes en los que intervenimos.
El incremento de las contradicciones interimperialista en pugna por sus respectivos intereses económicos nos depara un futuro poco alentador a la juventud trabajadora, solamente nuestra organización y combate diario contra el imperialismo y el sistema capitalista nos puede ofrecer una alternativa. El socialismo a día de hoy, más que una opción, se torna una necesidad.
Jorid - Javi