Los constantes derrames de agua radiactiva en la central nuclear japonesa de Fukushima no permiten tapar la catástrofe social y ecológica provocada tras las explosiones causadas en dicha central por el terremoto y tsunami de 2011. El accidente ha puesto en evidencia, además de la extrema peligrosidad de la energía nuclear, el aventurerismo y voracidad de la oligarquía japonesa y de las empresas transnacionales que hacen de la producción y distribución de energía un rentabilísimo negocio, también ahora con los suculentos presupuestos para reparar lo irreparable. La aplicación de los criterios neoliberales de máximo beneficio / mínimo costo / desprecio de las consecuencias sociales también en el sector energético siempre termina golpeando las condiciones de vida y de seguridad del pueblo. Los ahorros en investigación, mantenimiento de infraestructuras y mejoramiento de la seguridad terminan en catástrofes que paga el pueblo. La experiencia de privatización del servicio eléctrico en numerosos países así lo certifica. El sector energético es estratégico: Nacionalización.

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