El desarrollo del capitalismo, en su actual fase imperialista de agotamiento histórico, coloca a las organizaciones que formamos parte del Movimiento Comunista Internacional ante retos concretos de una alta responsabilidad. Como organizaciones nacidas con el objetivo de conducir a las masas obreras y populares por el camino del tránsito revolucionario al socialismo, nuestra opción no puede ser otra que asumir estos retos de forma consecuente. Actuar. Intervenir. Trabajar para hacer la revolución, para avanzar al socialismo.

Este agotamiento histórico de la formación capitalista tiene una doble consecuencia para la lucha de clases concreta hoy día: por un lado, de forma general, nos enfrenta a un capitalismo cada día más parasitario y en descomposición (Lenin), desde el punto de vista de su lógica integral, y por otro lado nos enfrenta a unas grandes potencias capitalistas presas de una enloquecida espiral de violencia, para ellas imprescindible ante el agotamiento y bloqueo de los mecanismos necesarios para dar continuidad a la acumulación del capital. En este contexto los riesgos afectan, incluso, a la misma continuidad de la existencia de la Humanidad.

Desde estos dos determinantes, todos los aspectos de la vida de la clase obrera internacional, de los pueblos y de las naciones, quedan sujetos a las violencias diversas que, de forma continua, el sistema genera como consecuencia de su desesperada situación.

Los grandes monopolios, con mano férrea, ejercen su dictadura a todos los niveles, imponiendo un orden internacional donde las principales víctimas son los países capitalistas más débiles de la cadena. El proceso de concentración y centralización del capital se acelera y agiganta con dimensiones mundiales.

Capitalismo parasitario y en descomposición que necesariamente está sujeto a una espiral en su violencia explotadora. La clase obrera internacional es sometida a una mayor tasa de explotación y a una mayor pobreza, aparejadas a una pérdida generalizada de derechos en la relación directa capital-trabajo. Aumentan las agresiones contra la naturaleza, afectando a la estabilidad necesaria del hábitat para la continuidad de la vida de la especie humana, como consecuencia de la desesperada competencia entre esos gigantescos monopolios. La Humanidad entera es sometida a todo tipo de mecanismos de alienación y coerción por la ideología burguesa hoy hegemónica, degradando los valores identitarios y cohesionadores de los grupos humanos, incluyendo el violento sometimiento patriarcal y mercantil de las mujeres, el racismo, la discriminación sexual, la exclusión de las minorías, el embrutecimiento cultural, ……, buscando con ello anular todas las capacidades más avanzadas de las sociedades humanas (que se han producido en el mismo interior del sistema capitalista), y que ´este –como toda sociedad en etapa de muerte- considera que son un peligro para el sostenimiento de su brutal dominación.

Por último, la guerra imperialista como recurso extremo de violencia para tratar de remontar la profunda crisis económica, se ha expresado en las últimas décadas en una diversidad de criminales agresiones a Libia, Irak, Somalia, Líbano, Siria, Yemen, Mali, Afganistán, etc. Al tiempo que permanecen a lo largo de los años otras situaciones que no siendo de guerra sí son de violencia continuada contra los pueblos, cómo son los casos de Palestina o el Sáhara Occidental, entre otros.

Esta situación, tan extrema, mientras perviva el sistema capitalista, está abocada en el próximo futuro al incremento de todas sus tendencias más negativas. Solo la intervención de otras fuerzas distintas puede impedir esta deriva hacia una barbarie mayor y, por ello, nos coloca a las organizaciones del Movimiento Comunista Internacional ante responsabilidades de importancia histórica, a las que tenemos que dar respuesta sin mayores aplazamientos.

1.

INTERVENIR EN LA LUCHA DE CLASES INTERNACIONAL

Una de las expresiones más incontestables de las dificultades por las que pasa hoy el MCI es su incapacidad para intervenir de una forma unitaria en cualquier aspecto práctico de la lucha de clases internacional, por pequeño que éste sea.

Ello no solo es reflejo de las actuales dificultades internas del movimiento en su conjunto, sino que, además, es expresión de una alta irresponsabilidad ante las exigencias de intervención práctica que la situación demanda, que es algo ineludible para toda organización revolucionaria. Este hecho pone de manifiesto un problema mayor que es necesario enfrentar.

Concurrir, año tras año, a Encuentros internacionales, y no tener la capacidad para acordar una mínima agenda de intervención unitaria, anual o ante determinadas situaciones, es una tragedia que tiene consecuencias directas sobre las condiciones de vida de la clase obrera de todos los países. También sobre las condiciones de su capacidad para organizar las luchas para su emancipación.

Esta es una cuestión que hay que abordar en clave de debate entre organizaciones revolucionarias. A nuestra propia manera.

Este estado de cosas, que se mantiene inalterado en las últimas décadas, es un obstáculo para que la clase obrera internacional pueda percibir que existe una alternativa de futuro -para las trabajadoras, los trabajadores, y para toda la Humanidad-, frente a la actual situación de barbarie y de hegemonía absoluta del capitalismo, a pesar de su profunda crisis.

El  impulso  progresista que pudo tener el capitalismo se agotó ya en el siglo pasado. El capitalismo ha creado ya la base material necesaria para el tránsito a la sociedad socialista. Esa cuestión se ha de considerar central para la lucha revolucionaria.

Hoy el MCI, como conjunto de organizaciones, está muy lejos de tener las capacidades que le permitan ejercer el liderazgo necesario para encabezar el imperioso proceso de emancipación.

¿Qué hacer ante esta situación? Como siempre, buscar el camino.

Nuestro objetivo, dicho de una forma generalista, es conseguir que el paradigma del socialismo se convierta en el horizonte de aspiraciones de la clase obrera y, también, de amplios sectores populares. Descartemos, por tanto, una vía reduccionista que considere que no es imprescindible tener una propuesta para un cambio de la subjetividad de las amplias masas que les posibilite reconocer la vía de salida.

Ese cambio de la subjetividad refiere a un proceso de acumulación de fuerzas que articule el bloque obrero y popular, que ha de cambiar la actual correlación de fuerzas frente al bloque de la clase dominante hoy. Refiere a una táctica con el objetivo de cambiar la correlación de fuerzas, sumando a quienes queremos el cambio con quienes no se oponen a la posibilidad del cambio (Lenin), que generaría la fuerza necesaria para hacer posible la derrota total del enemigo de clase. Todo ello bajo conducción revolucionaria. Bajo la premisa de la fusión del Partido con las masas.

2.

ACORDAR UNAS NORMAS INTERNAS DEL MCI PARA AVANZAR EN LA UNIDAD

Y ese proceso no será posible sin el Partido de Vanguardia. Entendido éste como la organización que se dote de las capacidades necesarias para armar los liderazgos imprescindibles en un proceso revolucionario. Un Partido que trabaje para cambiar la correlación de fuerzas a favor de la clase obrera, sabiendo elevar la lucha de clases a una situación de crisis revolucionaria. Ahí es donde el MCI tiene que entrar a concretar, de forma detallada, el desarrollo táctico de su intervención hoy.

Para ello algunas ideas sobre la mesa:

  1. Un MCI comprometido en dar solución a sus actuales dificultades, derivadas en lo fundamental de diferencias ideológicas no pequeñas y de las diversas experiencias en la lucha; acordando un método de debate y un temario dentro de un calendario de trabajo compartido. Ello vinculado al compromiso de la práctica política concreta, para que sea operativo.

  1. Un MCI que se comprometa con una práctica de acciones puntuales que ayuden a unificar al movimiento, a visibilizarlo ante la clase obrera, y a abrir camino para resolver las cuestiones ideológicas con apoyo en esa línea de práctica de acción, fundiendo debate y práctica en una unidad dialéctica superior. Unidad práctica de acción que debe buscar el liderazgo en la conducción revolucionaria de las más amplias masas.

  1. Un MCI capaz de analizar las diversas violencias del capitalismo actual en el día a día, de forma concreta, e intervenir en el combate (teórico y práctico) contra las mismas. Diversas violencias que se corresponden con diversas contradicciones internas al sistema de dominación que, basculando alrededor de la contradicción principal capital-trabajo, tienen la capacidad de articular sujetos sociales diversos que han de formar parte del necesario e imprescindible proceso de acumulación de fuerzas para la lucha revolucionaria. Acumulación de fuerzas como resultado de una política de alianzas, en resumen.

  1. Un MCI que sustenta su acción práctica en el análisis concreto de la formación capitalista tal como existe hoy. Considerando las condiciones actuales de reproducción del capital, en la sociedad de altas capacidades científicas y tecnológicas nunca conocidas antes en la historia, en la internacionalización global, y en la alta concentración y centralización del capital, como una oportunidad especial para hacer avanzar las posiciones sustentadas en el materialismo histórico entre las grandes masas obreras y populares. Valorando este contexto como el momento más favorable, antes nunca visto en la historia, para el avance de las posiciones de la clase obrera en la historia de la lucha de clases.

  1. Un MCI que reconozca la soberanía de los procesos, y el protagonismo insustituible de sus sujetos, y que asuma el internacionalismo proletario como una práctica concreta en la lucha política diaria, y no como una formulación retórica incapaz de trasladarse a la práctica frente a las violencias más concretas del imperialismo. Internacionalismo proletario del que forma parte irrenunciable el reconocimiento del derecho a la libre autodeterminación de los pueblos.

  1. Un MCI que funcione sobre la base del respeto a la soberanía de los sujetos revolucionarios concretos, sin injerencias en los asuntos internos de cada organización.

  1. Un MCI que haga del marxismo-leninismo la ciencia necesaria para guiar los desarrollos de la lucha de clases internacional, que se nutre y se perfecciona con las mejores aportaciones de la historia de la lucha revolucionaria internacional, con los aprendizajes nuevos y con las experiencias en el combate diario en la realidad concreta de cada organización.

  1. Un MCI que ha de aspirar siempre a conseguir mayores niveles de coordinación y unidad, en lo político y en lo ideológico. Entendiendo que ese objetivo está vinculado a una práctica internacional basada en los principios anteriores, y al mismo desarrollo de la lucha de clases y al avance de las capacidades de las organizaciones del campo revolucionario. Solo dando pasos en estos primeros objetivos, asumiendo compromisos prácticos, será posible colocar en la agenda otras metas superiores.

El PCPE ha trabajado en estos años, con mayor o menor acierto, guiando su trabajo internacional con esta línea de principios y propuestas. El X Congreso ratificó, también, esta orientación política. En estos momentos, en que la lucha de clases nos coloca ante exigencias mayores, nuestro esfuerzo se centrará en dar prioridad a aquellas posiciones que mejor puedan facilitar una amplia unidad del MCI, en lo ideológico, en lo político y en lo organizativo.

Igual que exponemos nuestras ideas, también tendremos el mayor interés en conocer y valorar otras propuestas que se coloquen sobre la mesa con la misma voluntad unitaria. Un responsable ejercicio colectivo de las organizaciones del MCI en estas tareas nos llevará a una fase superior de nuestro desarrollo, y a abrir una perspectiva más favorable para el desarrollo de la lucha de clases internacional, y en cada país.

El año del 100 Aniversario de la Revolución Socialista de Octubre es, sin duda, una buena ocasión para avanzar en lo que hoy nos exige la lucha de clases.

Secretariado Político PCPE

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