El máximo exponente de la conducta estadounidense de ese período fue el vigésimo sexto presidente del país (1901-1909), Theodore Roosevelt, sucesor del asesinado William McKinley bajo quien ejerció la vicepresidencia, responsable del control de Puerto Rico, Guam y Filipinas, y ejecutor del genocidio filipino que causó cientos de miles de muertos.

La política exterior de Roosevelt, que combinaba la persuasión diplomática con la violencia, y los pactos y convenios con las intervenciones militares, fue caracterizada por el propio presidente con una referencia a un supuesto proverbio africano: «Habla suavemente y lleva un gran garrote, así llegarás lejos».

Un ejemplo temprano de esa política del «big stick» (gran garrote) es el apoyo estadounidense en 1903 a la conspiración secesionista en Panamá, para entonces departamento de Colombia; tras la secesión, Panamá quedó bajo la «protección» de EEUU, lo que facilitó las negociaciones y trabajos para la construcción del canal, que se había convertido en una necesidad para la expansión económica de EEUU, pues representaba la manera más eficiente de comunicar las costas atlántica y pacífica de ese país.

En diciembre de 1903, menos de un mes después del incidente panameño, el Gobierno estadounidense tomó posesión por tiempo indefinido de la Bahía de Guantánamo, de conformidad con la infame «Enmienda Platt» que Cuba había sido obligada a incluir en su Constitución como condición para el retiro de las tropas estadounidenses que permanecían en la isla desde 1898. La Revolución cubana, desde su triunfo en 1959, siempre ha denunciado como ilegal el enclave de Guantánamo, y se ha negado a recibir el simbólico pago de 5 mil dólares anuales por el «arriendo» de la base.

La primera ocupación de EEUU a la República Dominicana (1916-1924) respondía a un proyecto de fomentar en ese país la industria azucarera bajo control de compañías estadounidenses, en un momento en que la producción mundial se encontraba deprimida como resultado de la Primera Guerra Mundial, que había afectado a los países europeos productores de azúcar de remolacha, todos escenario de hostilidades, como Rusia, Polonia, Alemania y Francia.

Desde principios del siglo XX y hasta bien entrada la década de 1930, la política del gran garrote fue determinante en la historia de la cuenca del Caribe y, en menor medida, del resto de Latinoamérica. En 1912, el presidente William Howard Taft, sucesor de Roosevelt, profetizó para EEUU la anexión de todo el continente: «No está lejano el día en que tres banderas de Estados Unidos en puntos equidistantes delimiten nuestro territorio: una en el Polo Norte, otra en el canal de Panamá y la tercera en el Polo Sur. Todo el hemisferio será de hecho nuestro, como ya lo es moralmente en virtud de la superioridad de nuestra raza».

Enrique García Rojas para Tribuna Popular

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