El ex-comisario Villarejo representa a ese perro que, después de mostrar fidelidad durante años al amo que le dio de comer, acabó abandonado igual que aquel narrado por Jakob Grimm en «Los músicos de Bremen». Aquel que fue despreciado cuando dejó de ser útil. Quizá por eso se volvió rabioso y dio alguna que otra dentellada. Cosa normal en los canes... y es que un perro es un perro...

El ex-comisario Villarejo comenzó sus andanzas en la policía franquista, aprendiendo los métodos de tortura, extorsión... de compañeros más veteranos como Billy el Niño, entre otros. Esos métodos tan útiles para que los últimos coletazos del franquismo tuvieran su continuidad bajo el paraguas del constitucionalismo.

Para Marx, la estructura económica es aquella que mantiene la esencia de las relaciones de producción, de explotación entre los seres humanos. Esta se sostiene gracias a la superestructura, consiste en la formación de los aspectos más formales y organizativos de la sociedad política (el Estado y sus instituciones, las leyes, la policía, la educación, etc.).

Esta superestructura genera normas que sirven, en primer lugar, para afianzar los intereses de la estructura y a la vez, legitimar las actuaciones que se dan en la propia superestructura. Pero, esta propia norma creada, puede provocar determinadas cortapisas o impedimientos a actuaciones que, siendo oportunas para la oligarquía, serían ilegales o incorrectas, dentro de sus propios parámetros. (cosillas como la división de poderes, el código de circulación, la moral cristiana… entre otras).

Para evitar estos pequeños escollos, en las cloacas del Estado se engendran, entre otras cosas, movilizaciones sociales que canalizan el descontento social hacia reivindicaciones asumibles, o se dotan de personajes que pueden hacer trabajos sucios para salvaguardar determinados intereses.

El uso de perros como Villarejo ha servido para intentar despejar la amenaza del independentismo vasco o catalán (desapariciones, torturas o incriminaciones), que podría perjudicar intereses de la oligarquía española, pero también para hacer pequeños arreglos personales a miembros de tal o cual partido, tapar algún asuntillo… A veces nuestros gestores políticos se cobran en especie.

Esto último fue la perdición del personaje del que hablamos. Alguien que no se casó con ningún gobernante ni empresario/a y que sirvió a todos/as.

Pero los partidos del sistema durante sus gobiernos, a veces, representan intereses económicos diferentes y contrapuestos. Es lo que llamamos fracciones de la oligarquía. No todas las familias del IBEX35 comparten intereses comunes. Sin duda, el general de la explotación sí, pero en un sistema en crisis estructural, cualquier detalle puede llevar a un monopolio de fagocitador a fagocitado y para eso, nuestro personaje, también ha tenido la “consulta” abierta.

Villarejo, mientras hacía sus tareas, por “deformación profesional” grabó conversaciones en las que se registraron los encarguillos, al menos poco honestos, que le hacían (realmente ilegales, criminales…) como garantía de impunidad por sus servicios.

Lo que el ex-comisario no tuvo en cuenta es que los que componen y actúan en la superestructura de la que hablábamos, son prescindibles para un sistema que actúa blindado en sí mismo. Un ministro o ministra, el dirigente de algún partido, algún periodista, quizá un ejecutivo de una multinacional, o incluso un monarca, son elementos sustituibles. Y por supuesto el mismo Villarejo.

Además, llevada con arte la purga, aderezada con cierto escarnio público y con un enfoque novelesco o televisivo, hasta sirve para dar apariencia de corrección al sistema, para legitimar sus órganos judiciales y policiales que, al final, hacen aflorar la corrupción y le dan castigo al malote por alejarse de la senda del “Estado Democrático y de Derecho” que nos ilumina, y que en realidad es un telón oscuro tras el que se esconden los mismos fantasmas que escondía la antigua “Democracia Orgánica”, como llamaban los franquistas a la superestructura preconstitucional.

Kike

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