Esta sección trimestral quiere recuperar la vida y la obra de intelectuales y artistas: escritores, pintores, poetas, músicos, escultores, cineastas, actores, etc. que a lo largo de sus extraordinarias existencias han tratado hacer realidad la máxima de Carlos Marx incluida en las “Tesis sobre Feuerbach”: “los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.
JACK LONDON, AVENTURERO, ESCRITOR INDOMABLE Y DEFENSOR DEL SOCIALISMO (1)
“La llamada de la selva”, “Colmillo Blanco”, “Relato de los mares del sur” son algunos de los títulos más emblemáticos de Jack London que prueban su carácter intrépido y aventurero; todos ellos conocidos sobre todo por su reiterada difusión en la pequeña o en la gran pantalla. Sin embargo, otras novelas menos divulgadas entre el gran público como, por ejemplo, “Martin Eden” o “El talón de hierro”, permiten descifrar mejor la vida, el pensamiento político y la personalidad de un escritor que ante todo se sintió comprometido con su época y con su clase social: el proletariado norteamericano.
Jack London nació el 12 de enero de 1876 en San Francisco, un siglo después de que Estados Unidos se constituyera en Estado independiente. Su padre, William Henry Chaney, con pretensiones de abogado, charlatán y anticatólico militante, fue uno de los muchos obreros que llegaron a la ciudad californiana en busca de trabajo. Su madre, Flora Wellman, hija de una familia acomodada de Ohio y animada de un espíritu aventurero, actitud que probablemente transmitió a Jack, abandonó el hogar paterno y se instaló también en California. Después de ser abandonada por Chaney, Flora, se casó en segundas nupcias con John London, del que Jack tomó su apellido, trasladándose a la ciudad de Oakland. A los 11 años, Jack London, tuvo que buscarse la vida realizando todo tipo de trabajos, desde vendedor de periódicos hasta obrero textil, pasando por carbonero y enlatador. En ese tiempo, Jack London, se caracterizó por ser un muchacho algo brabucón que le gustaba el boxeo.
Mentalidad americana
A principios del siglo XX Estados Unidos iba a convertirse en la primera potencia mundial, y millones de emigrantes procedentes de Europa y Sudamérica no dejaban de acudir a aquellas tierras que en la imaginación de muchos habitantes del Viejo Mundo representaban la esperanza de una vida mejor. Pronto nuevas ciudades, nuevos barrios, y la construcción de rascacielos y fábricas se fueron extendiendo por el inmenso territorio norteamericano acrecentando asimismo el número de sus habitantes. Nacía de ese modo una nueva clase trabajadora ansiosa de olvidar las penalidades vividas en su tierra de origen, y animada por la esperanza de convertirse en propietaria de tierras o de negocios. Sin embargo, las cosas no fueron fáciles para la inmensa mayoría que padeció las mismas vicisitudes de explotación que en sus lugares de origen. Se intentó entonces trasladar al Nuevo Mundo el pensamiento ideológico adquirido en la Vieja Europa, y construido a lo largo de los siglos XVIII y XIX de igualdad económica y social. Así surgieron sindicatos y organizaciones políticas que abogaban por el socialismo y el comunismo libertario. Entre ellos el Partido Socialista Americano de Víctor Debs, fundado en 1901, que unía la tradición individualista republicana estadounidense con un impreciso socialismo, que en general soslayaba el análisis marxista. También en 1905 nació en Chicago el sindicato IWW (International Workers of the World), caracterizado por la aceptación de la lucha de clases y por su combatividad en defensa de las mejoras de las condiciones laborales de la clase obrera. Con la derrota de los confederados, el Partido Republicano estableció las reglas del juego del nuevo capitalismo industrial y agrario, al tiempo que desarrollaba una cultura que adoptaría caracteres propios y que fomentaría lo que ha dado en llamarse la mentalidad norteamericana. Una cultura que estableció la creencia de que las ideas nunca se convirtiera en ideología.
Vivir para escribir
En ese contexto la figura de Jack London adquiere su máxima dimensión porque su vida y su obra son un producto puramente americano, ya que él no tenía connotaciones con ningún colectivo de emigrantes. Jack London relacionó su obra con sus experiencias vitales de manera muy estrecha. Tradujo a la narrativa todo lo que llevaba dentro a partir de sus propias experiencias como pocos escritores lo han hecho en la historia de la literatura. No se puede asegurar si vivió para escribir o escribió para vivir. En ese sentido, su novela autobiográfica “Martín Eden”, publicada en 1909, está considerada como una de sus novelas más significativas. Cuenta la dura condición de un hombre humilde y sin estudios que sueña con ser escritor en un medio burgués del que sale totalmente decepcionado. Amante inveterado de la lectura, Jack London, estaba convencido igualmente que la cultura era un medio para conseguir la liberación, algo que siempre intentó transmitir en sus conferencias sobre el socialismo y en sus críticas a una época en que las crisis cíclicas del capitalismo (ya desde entonces) conducían a recesiones económicas y al paro de millones de obreros/as. Un desempleo que abocaba a la clase trabajadora norteamericana a vivir en la más absoluta miseria ante la carencia de protección social. Depresiones, las del último tercio del siglo XIX, que produjeron enfrentamientos sociales con la policía, al tiempo que se organizaron marchas de “ejércitos de parados” en las que se exigían puestos de trabajo y en las que participó activamente Jack London. En la ciudad de Búfalo, cuando protestaba individualmente, fue detenido y, acusado de vagancia, fue condenado a treinta días de cárcel en la penitenciaría de Erie County, estancia que le sirvió para comprobar la degradación humana en el sistema penitenciario norteamericano, como queda reflejado en su libro “The Road”. Después de su paso por la cárcel, y como una reacción ante tanto horror y sufrimiento, Jack London, se dedicó a estudiar intensamente a los clásicos del socialismo. Como Marx, estaba convencido que la historia de la humanidad se basa en la lucha entre los explotadores y los explotados y que no había más solución que abolir la propiedad de los medios de producción.
José L. Quirante