En nuestros días el ir y disfrutar del cine se ha convertido en una acción bastante peligrosa. Sabiendo que por cabeza serán de media 8 euros más el menú -lo llaman así como si de comida se tratase- de palomitas que alimentan más bien poco, se nos va el total a unos 16€, si no más. Precios que hacen un tanto difícil ir todos los fines de semana. Pero el peligro no solo reside en el precio de las entradas, sino, también, por el nivel ideológico e intelectual de las propias películas en taquilla. Con esta premisa, la mayoría, optamos por disfrutar de las películas de manera más o menos “gratuita” en nuestras casas.

En tardes ociosas en busca de taquillazos, grandes éxitos y buenas películas, nos encontramos cómo el capitalismo nos da las películas que le interesan. Películas impregnadas en todo su ser con basura ilógica, héroes que poco o nada tienen que ver con nadie, ausencia de coherencia argumental, guiones absurdos, y una capacidad para manipular la realidad sobre absolutamente cualquier cosa bastante asombrosa.

Sin duda, las americanadas de turno constituyen el paradigma de este cine, en el que por supuesto hay excepciones, pero, por regla general, son un carrusel de emociones, acción y efectos especiales, que, al salir del cine, a veces sales alegre por lo visto a veces, otras no te has enterado de nada y, otras, sales con la cabeza vacía de contenido y con la sensación de haber perdido el tiempo.

Por coger algún ejemplo, pongamos Avengers: Infinity War 2018. Buen CGI con guion plagado de errores argumentales y absolutamente ilógico, héroes egoístas e individuales que, a lo largo de la película, nada hacen en equipo, y ese villano que propone, ante la falta de recursos a nivel universal (no ya a nivel galáctico, ojo, ¡a escala universal!) exterminar la mitad de la población, emulando teorías que sobra citar y actuando como un clásico fascista. Con todo ello se da pie a que sea el protagonista principal de la película por quien, sin dudarlo, mostremos cálida empatía, y sus ideas nos parezcan un gran ejemplo para el público más juvenil.

Ante el creciente y ferviente ataque a las mujeres y el constante fortalecimiento de una sociedad patriarcal en la realidad, en la ficción el capitalismo tiene el valor de crear a Wonder Woman, Harley Quin´s o Viudas Negras. Así como, cupos mínimos de mujeres y chorradas por el estilo que intentan solapar la verdadera realidad que se halla en la base del sistema capitalista: las mujeres trabajadoras de nuestra época sufren gravísimos ataques en comparación con los hombres, mientras las mujeres burguesas se sienten tan cómodas con este sistema de producción. Esta situación de doble explotación de la mujer obrera que se observa en todos los aspectos de la vida diaria es, sin embargo, ocultada en los cines. En él vemos mujeres fuertes y con determinación, fruto de un poder especial que les ha caído del cielo y no por su propia voluntad. Y aquí se encuentra la clave, pues es precisamente esta voluntad y libertad sobre su vida, lo que les arrebata el sistema patriarcal y capitalista. En la realidad seguirán muriendo mujeres a manos de los hombres, seguirán sufriendo por todo el globo muerte, tortura, esclavitud y miseria por su doble condición de desposeídas y mujeres.

O, cómo podemos olvidarnos de la cuestión racial cuando a día de hoy, en el gran sueño capitalista que es Estados Unidos, siguen muriendo afroamericanos. Muertes producidas ya sea por el veneno en forma de droga que circula en sus barrios, por la violencia o por policías blancos -igual que hace 60 años e igual que hace 400 años cuando aún eran esclavos y se les trajo de las costas africanas-. Para que el público olvide, qué mejor que Black Panther, la historia de una gran civilización africana ultradesarrollada -ultradesarrollada de nuevo gracias a fuerzas celestiales, nunca por sus propias capacidades-. Curioso que a día de hoy ningún país africano haya creado ninguna civilización avanzada, ni tan siquiera con una economía a la altura de las grandes potencias coloniales. Cuando uno ve las bonitas calles cosmopolitas europeas, no piensa que esa belleza y armonía fue a costa de colonizar, esclavizar y aniquilar por todo el globo. Pero no os preocupéis, estas películas tampoco lo hacen.

Algunas de estas películas me recuerdan a lo que dijo el emperador Caesar Agustus, “cambiarlo todo para no cambiar nada”. Al igual que las grandes construcciones y espectáculos del primus inter pares, que tan bien realizaban su papel de eludir la atención de los problemas del pueblo, las superproducciones de Hollywood lo cumplen a la perfección. Con semejanza de una montaña rusa: cuando te metes en ellas te dan vueltas y se ve todo espectacular, pero al salir o bien no te has enterado de nada, ya que son absurdas y realizadas para idiotizarte, o bien sales con semejante mierda en la cabeza que tu visión de la realidad se ve sesgada por toda una serie de clichés y recursos que tanto gustan de inventarse los yankees. Ese drama forzado, esos grandes antagonistas de la humanidad -que casualmente no son los que lanzaron dos bombas atómicas sobre civiles- héroes que nada tienen que ver con la clase obrera, que no consiguen serlo por sus propios medios, trabajo, esfuerzo o dedicación sino por la gracia del guionista.

Como conclusión se puede observar en todas las películas en mayor o menor medida la propaganda impuesta por el capital, formando parte de la superestructura de un sistema en decadencia y en su fase destructiva del imperialismo, pero más feroz que nunca, reafirmándose a ojos de la clase obrera, encarnado en películas vomitivas de mal gusto donde se pone el acento en lo que le interesa a la clase dominante, reproduciendo su ideología, maquillando lo que no se desea ver y engrandeciendo la violencia y el genocidio de un sistema que solo se merece la destrucción total.

Amiran Shadiev Vajidovich

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