Las pensiones de las mujeres trabajadoras son la consecuencia de una vida laboral construida a golpe de precariedad, jornadas reducidas, temporalidad, contratos basura, trabajos a tiempo parcial, economía sumergida, trabajo doméstico gratuito y salarios significativamente inferiores a los que perciben los varones.

Las cifras hablan solas, y evidencian la desigualdad existente no sólo en las condiciones de la vida laboral entre ellos y ellas, sino también en la gran brecha salarial que se manifiesta llegada la hora de la jubilación.

Nosotras, las mujeres somos la mitad de los 9,5 millones de personas con prestaciones por jubilación reconocida por la Seguridad Social.

Pero el capitalismo y el patriarcado han convertido la vida laboral de las mujeres en una carrera de obstáculos hasta el mismo momento de la jubilación y cuando una mujer alcanza la edad y cumple las condiciones para percibir una pensión, después de una vida entera de dobles o triples jornadas, otra vez más, nos damos de frente con la maldita brecha de género que se expresa, primeramente, en el número de las mujeres en las pensiones contributivas de jubilación y en segundo lugar en la cuantía que perciben.

¡Qué barbaridad! Tendrían que pasar 60 años para que las pensiones de las mujeres se igualaran a las de los hombres.

Y ésta es la cruda realidad. El número de mujeres que cobran pensiones contributivas de jubilación es inferior al de hombres y las que las cobran, ingresan pensiones con cuantías más bajas. Son las mujeres de edad más elevada las que perciben pensiones más bajas.

Las mujeres cobran un 37% menos que sus compañeros hombres, eso equivale a unos 450€ mensuales y de las pensiones por debajo de 700 €, el 72% corresponden a las mujeres.

¡Está claro! El riesgo de pobreza sigue afectando de manera más rigurosa a las mujeres.

Otro dato significativo; sólo en el caso de las mujeres que perciben una pensión de viudedad, las percepciones de las mujeres son más altas que las de los hombres y aún así, más de el 70% de mujeres viudas viven en situación de pobreza severa con pensiones inferiores a 521 €.

Para colmo y tratando de escapar de tanta precariedad, son muchas las mujeres que se ven en la necesidad de prolongar su vida laboral después de cumplidos los 65 años para poder llegar a los 15 años cotizados exigibles para poder cobrar la pensión de jubilación.

Con este panorama, no es extraño encontrar mujeres en los bancos de alimentos porque con pensiones de 600 euros es imposible hacer frente a los gastos de electricidad, gas, teléfono, vivienda, alimentación etc.

Muchas mujeres cuentan que, después de larga vida de lucha y trabajo tienen que llegar a fin de mes con la ayuda de sus hijas e hijos.

¿Qué nos queda ante una situación como lo que vivimos?

Luchar, seguir luchando en defensa del sistema público de pensiones. Por unas pensiones dignas para las mujeres jubiladas de hoy y de mañana.

Luchar contra el sistema capitalista y patriarcal que a lo largo de nuestra vida laboral, basándose en la división sexual del trabajo, nos relegaron y justificaron la construcción de dos géneros con roles diferentes.

Denunciar y combatir la doble opresión de las mujeres para que dejemos de ser las más explotadas y oprimidas.

Y sumar, sumar a la juventud a la lucha por la defensa de nuestros derechos, derechos que también tendrán que pelear mañana porque el Sistema Público de Pensiones en manos del monstruo insaciable y voraz del capitalismo tendrá los días contados si la clase obrera organizada no lucha por su emancipación y construye el Socialismo.

Blanca Rivas.

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