Las propias instituciones europeas parecen constatar que los mismos vientos que hasta la fecha han movido con aparente tranquilidad las aspas de sus molinos hoy desatan verdaderos vendavales que amenazan con reducirlas a polvo.

La Unión Europea, nacida sobre la necesaria conciliación de intereses entre los industriales alemanes y franceses de la cuenca del Rhur, lo que representaba según la célebre declaración del entonces Ministro de Exteriores francés Robert Schuman requisito inexcusable ''para la preservación de la paz'', es testigo hoy de cómo sus cimientos se tambalean con fuerza inusitada. La Comisión Europea, y particularmente italiano Antonio Tajani, Comisario de Industria y Emprendimiento, no ha podido evitar el mostrar su preocupación acerca la cada vez más sangrante desindustrialización de la cual son víctimas buena parte de los países de la Unión. Con el fin de enfrentar dicha amenaza para el crecimiento económico europeo, y en consecuencia, para la convergencia económica de la Unión, la Comisión Europea ha procedido a elaborar dos exhaustivos informes con el fin de identificar las causas de dicho declive industrial así como determinar las políticas necesarias para fomentar su recuperación.

El diagnostico ha provocado no poca alarma en las instituciones europeas. En términos interanuales, un total de 12 países de la UE han visto menguados sus índices de producción industrial, entre los que destacan Grecia (-8,2%), Irlanda (-7,9%), Malta (-7,7%) y Suecia (-6,2%)

Por el contrario, solo siete han aumentado dichos indicativos, estando la mayoría de estos situados en el oriente europeo, los más recientes miembros de la Unión y que reciben una cantidad considerable de la actividad productiva que es deslocalizada en el resto de Europa, principalmente la relacionada con el sector automovilístico y la siderurgia. En ese sentido, los países que han experimentado un mayor crecimiento de su producción industrial son Estonia (7'8%), Rumanía (7'3%) y Polonia (3'8%). Todo lo anterior, según los informes citados, ha llevado a que el peso del PIB europeo correspondiente a la industria ha pasado en un solo año del 15'5% al 15'1%, pese a que la propia UE ha continuado siendo una de las principales potencias exportadoras del mundo, junto a los Estados Unidos y Japón.

En cuanto a las causas de dicho declive industrial, los dos trabajos anteriormente mencionados señalan elementos de diferente índole, que van desde ''el descenso de la inversión'' al ''exceso de burocracia''. Entre ellos, destaca el encarecimiento de los recursos energéticos, tratándose sin duda de uno de los factores determinantes para la paulatina desindustrialización. En ese sentido, durante el segundo semestre del 2012 fueron varios los países europeos que sufrieron severas alzas en el precio de la energía, entre los que destacan Chipre (21%), Grecia (15%), Italia (11%), Irlanda y Portugal (ambos 10%). Es pertinente recordar que Europa es presa de un ingente déficit energético, el cual ha aumentado considerablemente debido a su progresiva ''descarbonización'' en base a la Decisión 787 del Consejo Europeo adoptada en diciembre de 2010, y que condenaba a cierre irrevocable a la práctica totalidad de la minería carbonera europea y española para el año 2018 con la complicidad de los gobiernos españoles.

Según Tajani, el elemento clave para revertir dicha situación pasa por reindustrializar Europa al mismo tiempo que se combate contra el déficit de los ejecutivos nacionales. Pero tras este galimatías se esconde una verdadera declaración de guerra contra la clase obrera internacional, en la medida que dicha perspectiva solo podrá significar un empeoramiento absoluto de sus condiciones de vida a través de la remuneración diferida que esta recibe a través de los salarios indirectos (gasto público que va a parar a la sanidad, a la educación y otros servicios sociales), al mismo tiempo que se ofrecerán todas las facilidades a aquellos grupos empresariales que quieran permanecer o retornar a los países de la Unión Europea sin perder considerablemente sus niveles de ''competitividad'', es decir, su ratio de beneficios. Mas particularmente, la Comisión Europea ha concluido que es necesario un amplio paquete de medidas para hacer freno a esta progresiva desindustrialización, por lo se prestará especial atención a la política industrial europea en general, y más particularmente a sectores como el automovilístico, el siderúrgico y el armamentístico. A este respecto, es necesario señalar que la Unión Europea ha ido ganando para sí paulatinamente un recurso difícilmente falible, recurso que ya en el pasado fue principal catalizador de los esfuerzos de los estados-nación ante las más profundas sacudidas producidas en las mismas entrañas del modo de producción capitalista: la industria militar. Marx señalaba que ''El sistema capitalista no conoce otros tipos de consumidores que los que pueden pagar'', es decir, aquellos capaces de realizar de forma solvente su demanda de un determinado bien o servicio y llevar esta hasta sus últimas consecuencias, el intercambio de este por el vil metal. No cabe duda de que si existe un actor por antonomasia capaz de movilizar amplios recursos a tal fin son los ejecutivos nacionales, dotados de ingentes partidas presupuestarias en materia de defensa. Ello, huelga decirlo, guarda esperanzadoras implicaciones para el capitalismo monopolista europeo, que encuentra parcial solución a la inexorable tendencia a la destrucción de fuerzas productivas (industria, empleo etc.) que han sido dominante durante los últimos años, y que Marx ya advertía en el Manifiesto Comunista: ''las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno. ¿Cómo vence esta crisis la burguesía? De una parte, por la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas; de otra, por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos''.

No obstante, pese a lo dicho, los indicadores económicos parecen señalar en sentido contrario: el que los presupuestos de defensa de los países miembros de la Unión han descendido levemente o se han mantenido estancados durante los últimos años representa un hecho indiscutible. Pero lo que estas cifras generales ocultan es que esta disminución ha venido dada por severos recortes en determinadas partidas presupuestarias específicas favor de otras, mas particularmente a la asignación en personal militar (un 10% entre 2006 y 2010), mientras que los programas armamentísticos, incluyendo el I+D+I, han visto aumentadas sus presupuestos en igual medida (un 10% en el mismo periodo). Ello pone de manifiesto dos fenómenos: el proceso de transformación de los ejércitos capitalistas, objetos de una creciente sofisticación tecnológica en base a la denominada ''Revolución en Asuntos Militares'', y en consecuencia, una posición privilegiada del ''complejo-militar industrial'' europeo respecto a otras ramas de la producción. Y ello no es cuestión baladí: cuatro empresas europeas ocupan lugares destacados entre de los veinte mayores productores mundiales de armas. Entre ellas destacan BAE-Systems, de origen británico, y AEDS, con una fuerte participación francesa y española. Ambas contratistas tienen por origen la privatización de las otrora empresas armamentísticas estatales europeas, que sufrieron un paulatino proceso de concentración durante la década de los noventa superando de esta forma sus fronteras nacionales con el fin de hacer frente en mejores condiciones a la industria militar estadounidense.

A sabiendas de la importancia que reviste la industria armamentística para el proyecto imperialista europeo, tanto en cuanto posibilita la pertenencia de capacidades militares propias y, al mismo tiempo, se configura como vía fundamental para una eventual reindustrialización de los estados miembros de la Unión Europea, el próximo mes de diciembre el Consejo Europeo abordará, entre otras cuestiones vinculadas a la Política Común de Seguridad y Defensa, el necesario fortalecimiento de la industria militar europea. Con ese fin, recientemente se ha constituido una ''Task Force europea de Defensa'', un compendio de recomendaciones para favorecer la consolidación de las bases industriales y tecnológicas de Europa. Todo ello vendrá de la mano de una revisión de la labor asumida por la Agencia Europea de Defensa, como organismo encargado de la integración y convergencia de los esfuerzos militares nacionales.

Tal y como dijera Lenin, ''los Estados Unidos de Europa bajo el capitalismo son imposibles o son reaccionarios''. El panorama que se abre ante nosotros representa un escenario aciago para los trabajadores y trabajadoras del mundo, y en esa puesta en escena la Unión Europea actuará sin titubeos según el papel que le corresponde. Solo resta que la clase obrera haga lo propio y tome en sus manos las riendas de su destino.

A.C.

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