Del SOC al SAT, o cómo organizar desde el campo a la ciudad

Lo que en el estado español se llamó crisis (12 % de desempleo) en Andalucía era algo habitual antes de 2008. El Medio Rural andaluz vivía en una precariedad que se extendió al sector terciario, de la misma manera en la que ya lo sufría el mundo rural con los jornaleros: Sufrimos la jornalerización del empleo.

Desde los años 90 el Sindicato de Obreros del Campo buscaba la unidad con la ciudad. El primer intento fue la Mesa por la Intersindical Andaluza, más tarde el SOC-MR. En 2007 se forma el Sindicato Andaluz de Trabajadores/as.

Trece años de aciertos y errores, con una máxima innegable: La adaptación del SAT en las ciudades se ve, sobre todo, en los sectores más precarizados. Aquí mandan los empleos de corta duración, en fraude de ley, sin tradición sindical y desconocimiento de las condiciones porque hace tres meses trabajabas en otro sector que nada tiene que ver con el actual. Son jornaleros de ciudad, y ahí el SAT tiene más de 40 años de experiencia.

La clave: El sindicato como centro organizativo y la ayuda mutua

Paco es secretario nacional del sector de Hostelería. Aunque el sindicato está creciendo en varios sectores en Granada, la lucha del sector hostelero es de las más sonadas. “En el sector se calcula un 80 % de contratos en fraude de ley, con la consecuente precarización”. En este sentido, el sindicato tiene coordinación con la inspección de trabajo para perseguir los fraudes. En cuanto una empresa les llama, el sindicato se presenta informándose de la situación e informando sobre los derechos y deberes. La acción directa se vuelve el arma más efectiva. Donde hay un conflicto, la actitud de la empresa cambia a favor, e influye en los establecimientos de alrededor positivamente. “Cuando las barbas del vecino veas cortar…”. También en el sector limpieza el SAT está convirtiéndose en referente, viendo una mejoría en aquellas empresas donde se ha actuado. “Suelen ser contratas de las administraciones públicas que no vigilan el buen hacer de las empresas”.

También se ve el efecto que la acción sindical tiene en el campo. Hay empresas “piratas” que, tras el trabajo sindical hecho en Almería, han migrado a Granada. Las necesidades y los abusos de la patronal hacen que, pese a los miedos, se organicen los trabajadores. En el sector hay temporadas en las que no descansan ni un día a la semana, echando más horas al día, con un jornal muy por debajo del convenio, cotizando una tercera parte de las jornadas reales. La presencia del sindicato y la presión hacia la empresa dan seguridad al currante. De nuevo, la presencia sindical para los pies al abuso empresarial.

En la provincia de Granada, con la alerta sanitaria, se están denunciando masivamente ERTE fraudulentos. El virus, que es el capitalismo, tampoco da un respiro a la clase obrera.

En Procavi (Marchena) trabajan más de 800 personas en una fábrica de transformación cárnica. Nadia es delegada sindical en la empresa. La represión que sufren en el sector no tiene nada que envidiarle a la del campo. La única plantilla que ha aumentado en la empresa con la crisis sanitaria ha sido la de la vigilancia privada, que hace muy bien su trabajo, controlando a la plantilla. A Nadia la han suspendido un mes de empleo y sueldo por denunciar la falta de medidas de seguridad durante la pandemia, y por no respetar las distancias de seguridad, repartiendo panfletos a sus compañeras. Ella lo hacía con guantes y mascarilla, la misma seguridad que dentro de las instalaciones en las que se agolpan cientos de trabajadoras a menos de un metro de distancia. Dos compañeros del SAT han sido recientemente despedidos alegando bajas en la producción. Iban a formar parte de la candidatura a las próximas elecciones sindicales. Estos despidos han sido recurridos, aunque los plazos judiciales dejan mucho que desear. El arropo de la sección sindical aún los mantiene en la lista electoral. El apoyo mutuo es clave para mostrar fuerza y unidad.

Mientras, los despidos (que el gobierno prometió prohibir) siguen en masa, y los juzgados están parados. Esto eterniza la agonía de quienes han visto vulnerados sus derechos. “El gobierno ha anunciado medidas millonarias para las empresas, pero para las situaciones de vulneración de derechos en el trabajo ¿Qué medidas hay?”

El SAT lleva menos tiempo implantado en Huelva. Hace pocos años que se está sacando a la luz la miseria y explotación que aquí se vive. El caso del acoso laboral y sexual a las temporeras marroquíes fue bastante sonado. “Esto es como el Ku-Klux Klan. Cuando se quitan la careta son el sheriff, el alcalde, el juez… pues aquí igual”. Así empieza José Antonio nuestra conversación. “Esto es la selva”. Acababa de atender a tres malagueñas que habían ido a un anuncio de la fresa y que, tras tres días de 11 horas de trabajo, las echan porque “no valen” y les entregan un cese por baja voluntaria, que ellas se negaron a firmar. Las echan en la puerta de la finca, desde donde tienen que ir andando hasta la parada de bus del pueblo. “Ayer hablé con un patrón que dice que prefiere pagar las multas antes que estar cada 2x3 buscando mascarillas”. Este es el panorama que se encuentra el SAT, con más de 100 empresas denunciadas durante esta crisis. Entre ellas, una debe más de 6.000 € a cada trabajador. Eso sí, acaban de donar 30.000 € para mascarillas a la Seguridad Social y 10.000 € al ayuntamiento de Lepe. Son los Amancio Ortega onubenses.

A continuación, nos habla de una empresa con denominación “BIO”: “Tiene caballos de lujo, con música y todo. Pero el trabajador no tiene ni agua en el campo.” El salario no se cumple, y según tu sexo o el color de tu piel, cobras menos, o menos aún. El señorito franquista de Los Santos Inocentes, sesenta años después, mientras El Rocío no es la adoración a la virgen. Más allá del dogma religioso, los negocios millonarios que se mueven ahí están manchados de sangre y sudor.

Esta situación es vox populi en Huelva, pero nadie se mete ahí. La mafia tiene su engranaje bien engrasado. La impunidad es un arma del terrateniente.

A Huelva han ido muchos periodistas, pero se publica muy poco. “Una vez iba con un periodista alemán, y 4 coches delante y 4 detrás nos acorralaron. Unas 30 personas amenazándonos. Era un cacique de los que roban agua de Doñana, es de los únicos sitios donde la Falange está activa. Me dijo que me iba a meter en la cárcel. Nos escapamos cuando tuvimos la ocasión, pero a mí no me van a achantar”.

Este año, con la frontera cerrada, han venido menos mujeres marroquíes. “Algunas no saben contar, los abusos… imagínate. Fraudes en los pagos, tremendos.” Algunas mujeres incluso desaparecen en los asentamientos. Los empresarios dicen que “se escapan”, lo que implica que estuvieran presas. Imaginaos las peores aberraciones. “He visto cómo llevan a las marroquíes al trabajo en carro, tiradas por un tractor. Hubo un accidente de tractor con una mujer grave, dijeron que había sido en furgoneta y que no llevaba el cinturón. La culpa, encima, de ella. Se denunció, pero se acabó la campaña y se la llevaron a Marruecos. Se acabó la historia”.

Las experiencias no acaban: “Hay un empresario que tiene hijos en media Europa… derecho de pernada. Este año, una mujer tuvo un aborto en el asentamiento. Dos días sangrando. Llamaron al 112, y la respuesta fue que no tenían ambulancias disponibles. Nada.”

El racismo es otra de las prácticas habituales: “Uno me decía: Yo he venido para llevarle dinero a mi familia. Trabajo en estas condiciones, vivo en chabolas. Pero no puedo aguantar tener a alguien detrás gritándome <Negro, perro, date prisa>. He dejado el trabajo por no hacer una locura.” Buscan africanos, que trabajen más y se quejen menos. En cuanto se rompen la espalda, los echan y contratan a otros.

El SOC se persona en la campaña de la fresa desde hace veinte años. En los últimos tres años tienen mayor peso en la provincia. Algo se está moviendo. Algunos empresarios han acabado en la cárcel y quizás se note una cierta mejora. Por otra parte, con el virus, los trabajadores ven que no les importan nada a los empresarios. La falta de medidas de seguridad son impresionantes, y a pesar del miedo, el apoyo al SAT crece.

La evolución de esta lucha nos recuerda a la del SOC de Almería en los 90 y cómo se han ido ganando derechos y organización obrera. Al final, la constancia en la lucha es revolucionaria, y en nuestra fuerza está la clave para ganar la partida al capital.

Fran Ruiz – Miembro del SAT

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