El desarrollo capitalista en Canarias ha arramblado con los restos de una sociedad agrícola, aislada y subsistente que no olvida su origen colonial. El turismo como único importador de divisas ha sepultado bajo piche y hormigón las antaño casas y pueblos pesqueros de la vertiente sur de las islas. La segregación entre las zonas delimitadas para turistas y las que son para trabajadores es una consecuencia directa de ello, que se viene dando desde que la industria agroalimentaria de exportación toca fondo, pero los ritmos en que se han dado las últimas transformaciones significativas datan de los años noventa. Con la infraestructura que el capital privado británico, y posteriormente el institucional europeo, brindaron se levantaron urbes y avenidas que propiciarían la turistificación de las costas por un lado, y la proletarización de la clase trabajadora en torno a “ciudades-dormitorio” y urbanizaciones de afueras por otro, además ante la creciente demanda de mano de obra en torno a zonas en auge que en origen habían sido poco habitadas llegaron remesas de migrantes de todo el mundo.

Actualmente encontramos que las principales patronales hoteleras y turoperadoras internacionales marcan la pauta de cómo debe ser la línea del nuevo producto a monocultivar para el mercado internacional exigiendo a las instituciones abaratar aún más la mano de obra más barata del estado para vender un servicio de hospedaje y fiesta barato dentro del entorno de la UE. Esta degradación de las condiciones laborales ha conducido a una precariedad generalizada en que la incertidumbre forma parte del día a día entre las personas que trabajan y las que forman parte del 36% de paradas. Unas y otras están condenadas a permanecer pobres o en riesgo de serlo, rotando intermitentemente entre paro y contratos de horas a media jornada que no han parado de crecer desde el 2007, a la par que las horas extras remuneradas y no remuneradas, la facturación y las pernoctaciones hoteleras. Esto demuestra primero, que el argumento de que es necesario un crecimiento económico constante y sostenido (en términos de tasa de variación de PIB per cápita anual) sólo es charlatanería sin fundamento, pues las “bonanzas” han venido acompañadas de inflación y pauperización de los servicios sociales; y segundo, que se ha cargado sobre los hombros de los puestos que no se destruyeron la carga de trabajo de los que sí como un chantaje que había que aceptar, además de ocultar en la semiesclavitud los que emergieron desde entonces, haciendo cada vez más difusa la línea entre unos y otras caracterizada por la figura del falso autónomo.

Otra consecuencia que ha traído este desarrollo capitalista, es que desde el 2001 se ha incrementado el número de familias monoparentales y descendido la natalidad y el número medio de miembros de las unidades domésticas, producto de la caída de las rentas del trabajo percibidas frente al coste de la vida. Es decir, las trabajadoras canarias han necesitado compaginar el tiempo de trabajo con el de cuidado, además de buscar ingresos extra necesarios para asumir los gastos que en muchos casos salen de otros familiares como abuelos y abuelas. Con este apoyo consiguen a duras penas completar los recursos para el sostenimiento familiar que por sí solas no podrían brindar en detrimento de las percepciones de otras trabajadoras ya empobrecidas. Estas condiciones explican los alarmantes niveles de malnutrición infantil que padece Canarias como elemento determinante de las condiciones de vida en que crece la próxima generación de la clase trabajadora. A todo esto habría que añadir la destrucción ecológica del litoral que necesita el Capital para su reproducción ampliada a través de proyectos urbanísticos que pretenden arrasar con las últimas zonas costeras libres de mercantilización y que, por otro lado, ha gestado un masivo y popular sentir ecologista que escenifica hoy día la histórica lucha de clases del pueblo canario.

La guinda de este pastel es el papel servil de un gobierno autonómico títere del capital europeo, así se explica la inmediatez con la que Torres aduló a Thomas Cook para evitar su quiebra o la preocupación por la imagen corporativa más que por las condiciones de las trabajadoras cuando se confinó en febrero el hotel H10 de Adeje. Del carácter social respecto al anterior gobierno, cuya consejería hoy lidera Podemos, cabe señalarse que con la aprobación de un Ingreso Canario de Emergencia se desprende que no se va a promover el pleno empleo de calidad y mejora de las condiciones laborales que supondría confrontar los intereses de la clase trabajadora con sus explotadores, se reconoce pues la existencia de tal miseria aunque se acepta coexistir con ella críticamente.

En definitiva, esta dinámica depredadora con la clase trabajadora y el medio es inherente a cualquier desarrollo capitalista, pero se manifiesta con especial virulencia cuando la base productiva es la dependencia estructural exportadora del monosector turístico hacia mercados controlados por oligarquías interesadas en que esa sangría siga in crescendo. Encontramos entonces, que el capitalismo no da más de sí, es incapaz de plantear que las fuerzas productivas se coordinen en torno a la dignificación de las condiciones de vida del pueblo trabajador canario, en paz y libertad con otros pueblos del mundo y en armonía con la Naturaleza

Manuel

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